lunes, 14 de abril de 2014

Un cierto rubor


‘¿Estos tres son lo mejor que tenéis? ¿En serio?’ Tales eran las preguntas, ciertamente rigurosas, con que en la tarde de ayer me asaetearon algunos de mis seguidores en Twitter, dando por sentado que Jordi Turull, Marta Rovira y Joan Herrera eran carne de mi carne. No osé contradecirles; el rubor que sentí con cada una de las intervenciones debió de tener algo que ver con que soy catalán.

De Turull baste recalcar estas palabras: “Queremos mejorar nuestro autogobierno, y lo queremos mejorar porque lo amamos, y lo amamos porque es nuestro”. A Rovira hubimos de acompañarla hasta la escuela, pues, según dijo, conversa a diario del proceso con las madres con que allí coincide. En cuanto a Herrera, no importa tanto la monserga cuanto esos espasmos como de concursante de ‘¡Tu cara me suena!’ suplantando a Serrat; las manos en los bolsillos, la risa disoluta, el lóbrego recuerdo de Machado... Ese aire, en fin, como de cliente cinco estrellas con que fue pespunteando su actuación, en plan ‘tranquilos, en este garito me conocen’.

Es fama que el estado de las cosas en Cataluña es indisoluble del timbre apaciguador de Madrit. No hay más que atender al cumplido que Jesús Posada dedicó a Herrera, ese “bienvenido a su antigua casa” que, en cierto modo, tuvo su parangón en el saludo que la emisaria Rovira tributó a Rajoy. Así, mientras que unos se hacían los despechados, los otros fingían dejarse querer, en una farsa de lujurias y azoteas que habría de estar reservada a otra clase de canallas.

Obviamente, 'esos tres diputados no son lo mejor, etc.', mas tengo para mí que en el Parlamento catalán no hay comisionados que los puedan suplantar con garantías. Después de todo, lo que determinó el titubeo y aun la inepcia de los Turull, Rovira y Herrera no es la bisoñez, sino la certidumbre de que se estaban dirigiendo a una nación de verdad.


Libertad Digital, 9 de abril de 2014

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