miércoles, 27 de febrero de 2019

Un brindis al solecito llorón

“Ups, has fet una falta, papa, a veure si et fan fora de wpp!”. [Ups, has hecho una falta, papa, a ver si te echan de wpp.] La ironía de Lola aludía a una uve errónea que se me había colado en la frase anterior. Me sonreí. No es habitual que una hija, máxime en los inescrutables, siniestros 17, se tome la molestia de modelar un pensamiento en sus tratos con el padre, ya no digamos si son telemáticos. Ni que éste, al que sólo de vez en cuando se le arrojan unas migajas de conversación, merezca un humorismo, con su entrañable prurito de sofisticación. (Luego llega el cara a cara, esos conmovedores, por adustos, ‘Es que no te enteras’, ‘Y ahora qué quieres’ o ‘De cena qué hay’.)

La posibilidad de que una suerte de Don Cicuta, en fin, decretara mi expulsión de wpp por haber infringido la ortografía, me llevó a fantasear con una red de carácter punitivo, que penalizara la molicie de quienes se pretenden inmunes a la diéresis, se ahorran el interrogante de apertura o, aún peor, añaden catorce interrogantes de cierre, eh, eh, eh… Como un recalcitrante vicioso, en efecto, deben de verme mis interlocutores, menores o no, cuando rehago mis pasos para escribir de nuevo una palabra, no vaya a quedar mi expediente emborronado o mi imagen se vea (aún más) maltrecha.

Desoyendo los consejos de CEAC, academia a distancia, rehusé aprender a tocar la guitarra para ser el centro de la reunión, por lo que no me queda otra que explotar la veta gramatical. No es una condición vergonzante; cuando menos, desde que Fernando Sánchez Dragó afirmara que él todo lo escribe con esmero, también las cartas a su sucursal bancaria (otra clase de perversión, sin duda, aunque prefiero no asomarme a ese abismo). Pero cuidado. Entre que un wpp tenga cierto lustre (o incluso, hum, sea sexy) o parezca escrito desde el monasterio de Silos hay una línea finísima. (Mas ya llegará el cara a cara.)

Sea como sea, al menos con mi prole cabía la coartada educativa: gracias a esta querencia, me decía, leen algo normativo al cabo del día, y quién sabe si de ese modo se acaban acostumbrando a traducir sus ideas a un lenguaje inteligible. Pero no, el ininteligible soy yo, que me sigo resistiendo al LOL y al sol que se deshace en llanto para reír, ‘jajajajajaja…’, a mandíbula batiente.

The Objective, 27 de febrero de 2019

viernes, 22 de febrero de 2019

Manual de resentimiento

10 de diciembre de 2016. Pedro Sánchez recala con su troupe en la localidad asturiana de El Entrego, en el corazón de la cuenca minera, para desafiar a la gestora  del PSOE en su terreno. No en vano, el jefe del Ejecutivo del Principado, Javier Fernández, preside también la comisión interina que rige el partido, y que se muestra abiertamente hostil al ya ex diputado. En Manual de resistencia, Sánchez refiere el episodio en estos términos: “Unos días después, esta vez tirando de mí la mano [tirando-de-mí-la-mano] de Adriana Lastra y los compañeros asturianos, celebramos un acto en El Entrego […]. Asturias era un lugar particularmente simbólico, ya que Javier Fernández […] encabezaba la gestora”. Respecto al valor que Sánchez concede a lo simbólico, valga el apunte que sigue, perteneciente del capítulo dedicado a la crisis catalana: “En política lo simbólico resulta extremadamente importante, y las situaciones críticas te brindan la ocasión de atenderlo con especial esmero”.

Tan sólo dos meses después, Sánchez anuncia su candidatura a la secretaría general en el pueblo sevillano de Dos Hermanas, esto es, en pleno feudo de Susana Díaz, su gran rival en las primarias. Se trata, obviamente, de la misma clase de escaramuza acometida en El Entrego. En esta ocasión, no obstante, nuestro protagonista recela del lenguaje recto. “Supe que quería anunciar mi candidatura en Sevilla […]. Siempre me he sentido muy arropado por la militancia andaluza, en todo lo que he hecho, y me parecía que tenía mucho significado desde el punto de vista de encarnar al nuevo PSOE, pero al mismo tiempo, en términos históricos, hilándolo con nuestro pasado”. La voluntad, indisimulada en el caso asturiano, de marcar el territorio, se ve aquí torpemente embozada en una suerte de tributo a Andalucía como jardín edénico del socialismo español. Una simple conveniencia, que cabe enmarcar en la omisión general del juego sucio en que incurrieron Sánchez y la entonces presidenta andaluza.

Más cristalina es la reflexión del autor acerca de las encuestas que precedieron a las elecciones del 20 de diciembre de 2015, que pronosticaban un descenso del PSOE aún mayor del que se produjo. “Las encuestas se convirtieron a lo largo de la campaña en un arma de propaganda masiva: estaban claramente orientadas y la intencionalidad era nítida”, afirma en el capítulo 5, “Las elecciones que nadie ganó”. La labor de José Félix Tezanos al frente del CIS, en efecto, no hace sino reflejar sin ambages la importancia estratégica que Sánchez atribuye a la demoscopia para descabalgar o encumbrar a un candidato.

De escamoteos y traiciones (en el sentido cuasi freudiano) así de flagrantes se compone el Manual, una autohagiografía que debería avergonzar no sólo a Sánchez, sino también al PSOE. Semejante escombro, no obstante, no merece siquiera una lectura crítica, y ya no digamos una mirada puntillosa. Hablamos de un hombre, en fin, capaz de alumbrar o suscribir frases de este jaez:

A la llegada a puerto del barco Aquarius: “Quisimos evitar que se convirtiera en un show, como tiende a suceder en nuestra sociedad del espectáculo”. “Aquellos días, el hecho de que las circunstancias convirtieran el Aquarius en mi primera decisión y que adquiriera la envergadura europea que queríamos darle, me hizo darme cuenta de hasta qué punto  han estado presentes en mi vida política los refugiados, esas personas que, como dijo Hannah Arendt, son apenas nada más que seres humanos”.

A propósito de la tardanza del PNV en apoyar la moción de censura: “También, todo hay decirlo, porque son un partido serio, que tiene sus procesos de reflexión y de análisis, sus cauces y sus ritmos”.

Después de la victoria en las primarias de 2017: “No era sólo un cambio en la Secretaría General del Partido Socialista. Había tenido lugar un cambio de época”.

Ante la ovación que le tributan los empleados de Ferraz tras pronunciar unas palabras en la sede, ya como secretario general: “[Mi discurso] les impresionó, no se lo esperaban”.

Sobre la democracia: “Cuando los mecanismos democráticos se desencadenan –sea en una organización o en un país-, cobran vida propia y siguen su curso al margen de las decisiones de nadie, ni siquiera de quienes los desencadenaron”:

Sobre Bill Clinton: “A sus casi setenta años, estaba canoso y envejecido. Sin embargo, su compromiso con la paz en los Balcanes seguía intacto”.

Sobre el niño Aylan. “Justo aquel verano en que regresé a Bosnia, el cuerpo de Aylan, el niño sirio refugiado que apareció muerto en una playa griega, nos conmovió a todos. Menos al Gobierno de Mariano Rajoy”.

Sobre el paso del tiempo: “Enseguida el verano acabó”.

Sobre la bandera española: “Una noche, en casa, abrí el ordenador, me conecté a Internet y encontré la bandera que proyectaríamos en el acto de oficialización de mi candidatura”.

Sobre las ideologías: “No es lo mismo creer que la igualdad es buena para la sociedad, como creemos los socialistas, y luchar por conseguirla, que pensar que un sexo o un grupo social debe detentar privilegios sobre los demás”.

Sobre la naturaleza de las negociaciones: “En toda negociación, las posiciones de partida son distintas a las de llegada”.

Sobre el (des)bloqueo de la legislatura tras el 20-D: “Sabía que estaba en juego algo mucho más grande que mi persona: el colapso de la institución parlamentaria y gubernamental, más el daño a la Jefatura del Estado”.

Sobre la resiliencia: “Puede sonar presuntuoso, pero me doy cuenta de que me crezco en las situaciones difíciles”.

Sobre la relación entre Rivera e Iglesias: “En ese momento, percibo que había un antagonismo físico, no ya político, sino físico, entre ellos”.

Sobre los gobiernos del cambio: “Por ejemplo, en Valencia, donde se puso en marcha un Gobierno del cambio que la derecha mediática española y valenciana dijeron que iba a ser un desastre. Pero entonces, antes incluso del 1-O, resultó que algunas empresas catalanas se iban a Valencia porque ahí se les garantiza la seguridad jurídica”.

Sobre el diálogo: “Cs y Podemos lo deben llevar a la práctica, y superar la repulsión mutua”.

Sobre las ideologías (2): “Recuerdo especialmente a un representante de un partido de izquierdas que encarnaba el comunismo allí [México], con sus vínculos cubanos y norcoreanos. No éramos afines ideológicamente, pero él tenía unos vastísimos conocimientos políticos, y me dijo: ‘A veces la vida te pone en un punto de la historia en que no tienes más remedio que seguir’”.

Sobre la democracia (2): “La democracia sirve, entre otras muchas cosas, para que las preferencias de la ciudadanía se vean materializadas en la acción del Gobierno”.

Sobre el trabajo y la inteligencia artificial: “Todo esto, en fin, es muy complejo y supera con mucho el objetivo de este relato mío, pero lo que me importa subrayar es que toca de lleno las preocupaciones de la socialdemocracia”.

Sobre la política: “Intelectualmente resulta muy estimulante para mí”.

Tras el anuncio de su candidatura a las primarias, en 2017: “Lo acababa de anunciar. Estaba a punto de comenzar una experiencia única, no sólo para el PSOE sino para la política española. Como tantas veces en la historia, se volvía a demostrar que el destino de los socialistas es inseparable del destino de España”.

En los prolegómenos de su primer mitin de primarias en Madrid: “Llegué en mi coche, bajaba conduciendo por Gran Vía, y al llegar a la confluencia de Alcalá, vi una cola enorme [… ]. Y me dije: “¿Qué pasará aquí? ¿Qué habrá, será un concierto?”.

Sobre el referéndum del 1-O: “Desde el momento en que salieron por la mañana con aquel invento del censo universal, aquella votación sin garantías perdió toda legitimidad”.

Sobre C’s: “Ellos como partido han nacido marcados por el conflicto y se desenvuelven bien en en ese enfrentamiento, pero en el aspecto dialogante de la política están perdidos, sencillamente no saben”.

Con todo, lo preocupante del Manual no es tanto la indigencia que trasluce en todas y cada una de sus páginas (hagan la prueba; lean una al azar); o la consideración, tan arraigada en el PSOE, de que mientras que los votantes de Podemos o el PSOE actúan movidos por la ilusión o el idealismo, los de derechas ni siquiera se cuentan como ‘gente’, pues no pasan de ser una masa cautiva de la ignorancia o el resentimiento, o una nebulosa de intereses más o menos espurios. No. Si el libro me sumió en la inquietud es por la posibilidad de que Sánchez no mienta en lo esencial. Y que esa España que a su paso grita ‘¡eres nuestro hombre, no nos falles!’ sea tan cierta como cuantiosa.

Respecto a la relatora, debería dimitir de inmediato. No puedo demostrar que el pago por la redacción del libro (a saber del pobre fontanero que lo ha escrito de verdad) sea una secretaría de Estado. Pero nadie que tenga el concepto de Sánchez que ella tiene puede dirigir nada que tenga que ver con la proyección o defensa de España, única y verdadera resiliente de esta historia.

Voz Pópuli, 22 de febrero de 2019

sábado, 16 de febrero de 2019

A la catalana

  Los grupos que, convocados por ANC y Òmnium, se concentraban desde las nueve de la mañana ante la Consejería de Economía, en la confluencia de Rambla Cataluña con Gran Vía, corearon consignas contra la actuación de la comitiva judicial y la Guardia Civil. Los gritos de “Els carrers seran sempre nostres” se repitieron una y otra vez, mientras el suelo se iba alfombrando de folletos que rezaban “Votem per ser lliures”.

Decenas de miles de personas procedentes de toda Cataluña se habían ido concentrando durante toda la tarde en el parque de la Ciutadella, donde se encuentra el Parlament, para protestar por la querella contra Pujol. Los grupos que corearon las consignas más contundentes habían tomado posiciones ante el Parlament desde las cinco. Los gritos de “Obiols, cabró, som una nació”, “Felipe i Guerra, ataqueu la nostra terra” o“Fora les forces d’ocupació”, se repitieron una y otra vez. Una pancarta que rezaba “Som amb vos, senyor president” se había situado en el centro del lindero de vallas que cerraban los jardines ante la puerta principal. 

Tras algunas cargas y empujones, la policía autonómica logró crear un cordón de seguridad que abarcaba un pequeño tramo de la acera situada ante la sede de las dependencias de la Consejería y el lateral de la Rambla de Cataluña, donde se encontraban tres vehículos de la Guardia Civil, que quedaron absolutamente destrozados por los manifestantes, que lanzaban cánticos a favor de la independencia y al referéndum suspendido por el Tribunal Constitucional, además de cargar contra el Gobierno de Mariano Rajoy.

La hostilidad explícita contra los socialistas tuvo una primera versión al salir del edificio el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, que fue abroncado hasta que se introdujo en su coche. La diputada Anna Balletbó recibió el mismo tratamiento, a lo que replicó mandando besos y saludos a la “afición”. 

Los trabajadores de la Consejería de Economía que seguían en su interior pudieron abandonar las dependencias de la administración autonómica y fueron recibidos por un pasillo creado por los voluntarios de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). La letrada del juzgado salió ya de madrugada por la azotea del edificio, a la que accedió por un muro desde donde saltó al tejado del Teatro Coliseum para poder bajar a la calle. Los agentes de la Guardia Civil salieron en sendos grupos a las 3 de la madrugada y a las 7.15 de la mañana, protegidos por los Mossos d'Esquadra antidisturbios.

Los problemas más graves se plantearon con la salida de Raimon Obiols, quien señaló previamente al director general de Seguridad que los responsables de proteger su integridad eran los Mozos de Escuadra y no el servicio de orden convergente. El cordón de militantes, que había tenido que rodear el coche de Raimon Obiols para protegerle de las iras de las 500 personas que le aguardaban, se aflojó a consecuencia de las indicaciones de Renau y dio paso a los Mozos d’Esquadra, quienes tuvieron que correr muchos metros junto al coche para que éste no fuera golpeado e interceptado. “Mateu-lo, mateu-lo” y Obiols, botifler” fueron, entre otros, los epítetos lanzados que se subrayaban con gestos obscenos.  

Un año después de los registros del 20 de septiembre en dependencias de la Generalitat para detener los preparativos del referéndum, miles de personas han vuelto a concentrarse ante la sede del departamento de Economía, en la rambla de Cataluña con Gran Vía. En el acto se ha querido remarcar el carácter "pacífico y no violento" de todas las manifestaciones independentistas, y se han tenido palabras de recuerdo para Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, encarcelados desde hace más de once meses por las manifestaciones de ese día.

"Habéis actuado con civismo, a la catalana, con respeto a todos, y así es como os debéis movilizar, por una Cataluña integradora, que será fuerte por su civismo y su trabajo, no por utilizar su fuerza para la venganza, sino para lo contrario, para extender su mano a todos, en primer lugar a los de dentro de Cataluña. Dentro de Cataluña todos nos hemos de dar la mano, al margen de las ideas", señaló el presidente de la Generalitat. 

 Voz Pópuli, 16 de febrero de 2019

Leyentes

Escuchaba esta semana a Carlos Alsina hablar con José María García sobre la grandeza, la magia de la radio, en uno de esos habituales automasajes a que los radiofonistas son tan propensos. Como quiera que estaban en la calle, en plena plaza de Colón, Alsina aludió a la manifestación del domingo y García lamentó que el manifiesto lo hubieran leído tres periodistas. A su juicio (y al de otros colegas, según he advertido después) el crédito de Carlos Cuesta, Albert Castillón y María Claver (¡y aun el de todo el gremio!) se verá inexorablemente afectado por haber participado en un acto partidista. Así, sin más. No porque hicieran suyo sin aparentes reparos un texto plagado de lamparones, sino por su condición de periodistas (aunque en verdad ejerzan su actividad en la linde del oficio). Como si el hecho de que un periodista, y hablo ahora en general, se comprometa políticamente con una causa (se comprometa, sí, ¿o el término sólo vale para las izquierdas?) suponga la pérdida automática de su solvencia.

Entre los quince firmantes del manifiesto que dio origen a Ciudadanos había al menos once que publicaban regularmente artículos en prensa, y de ellos uno, Arcadi Espada (el principal defensor, además, de la necesidad de constituirse en partido) trabajaba en la edición catalana de El País. De sus penalidades (bullying, diríamos hoy) en una redacción que, por decirlo pronto, sentía vergüenza de sí misma, da cuenta Espada en el postfacio-que-no-postfascio a la reedición de Contra Catalunya, una pieza que ha pasado inadvertida pese a que contiene (o acaso debido a ello) la primicia de que los responsables del diario en Barcelona mandaron retirar a última hora la crónica del acto de presentación del libro, que firmaba Sergi Pàmies. No, en aquel tira y afloja entre Espada y El País no fue Espada quien se dejó la credibilidad. Tampoco la del resto de firmantes del manifiesto (De Azúa, Giménez Barbat, Boadella, Pericay, Toutain, Ovejero…) sufriría menoscabo; de hecho, no era el primero con el que se atrevían, y desde entonces han suscrito decenas. Ítem más: Ciudadanos no ha encajado críticas tan implacables como las que han provenido (parece, por lo demás, ley de vida) de sus padres fundadores. Vuelvo a Colón, donde he dejado a García reprochando a tres periodistas que hubieran leído “cinco putas líneas” de un escrito de “connotaciones ideológicas”. Con lo mucho que él había hecho, ay, “por engrandecer la profesión”.

The Objective, 16 de febrero de 2019

sábado, 9 de febrero de 2019

De cuentos y cuentas

Insólitamente, el PSOE sigue siendo la gran reserva moral de la política española. Cada despropósito de su plana mayor desata un clamor de esperanza entre las filas constitucionalistas, que creen ver en el carraspeo de un barón el síntoma inequívoco de que la ansiada refundación está en marcha. Poco importa la aversión del socialismo a vertebrar un proyecto nacional, refrendada una y otra vez por la inmensa mayoría de su menguante, decadente electorado. La tutela que sigue ejerciendo la izquierda sobre la vida pública es tal que no vemos llegado el momento de celebrar el regreso del hijo pródigo. Para entretener la espera, tan vana como la de Godot, nos entregamos a la ficción de que personajes como Joaquín Leguina, José Luis Corcuera o Felipe González pintan algo en el PSOE, recreando el ensueño de los buenos viejos tiempos (pura falacia retrospectiva) en que guerristas y renovadores se disputaban la hegemonía en el partido. Tanta es nuestra necesidad de abrigo que tendemos a zanjar el acomodo de Josep Borrell en el Gobierno exonerándolo de toda complicidad en la componenda con populistas y golpistas, como si se hubiera visto atrapado (¡a su pesar, faltaría más!) por la vorágine de la historia, y aun le hubiéramos de estar agradecidos por desempeñar una (sorda) labor de zapa de la que sólo trascienden rumores. 

“Fuentes próximas a Borrell’, susurran los confidenciales, “se han referido -veladamente- a su incomodidad por las declaraciones de Sánchez sobre Cataluña”; “Según su círculo de colaboradores”, deslizan los editoriales, “al titular de Exteriores le resultan cada vez más indigestas las ocurrencias de Calvo”. Y así, fiados a ese crepitar de amagos, concedemos carta de verosimilitud a una “rebelión interna” que lleva siendo inminente desde, como poco, el Pacto del Tinell. En una suerte de liturgia homeopática que no conoce fin, y cuyo último jalón fue el irreprochable-íntegro-demoledor artículo que ayer publicó en El Mundo Nicolás Redondo Terreros, el PSOE sigue aplazando su crepúsculo; la misma “patada a seguir”, en definitiva, que propició que el PSC viviera durante décadas del cuento de las dos almas.


Voz Pópuli,  9 de febrero de 2019

sábado, 2 de febrero de 2019

Manual del idiota catalán

De la ingente literatura que ha dado el 'procés', tal vez el Diccionario de lugares comunes… de Juan Claudio de Ramón sea la obra más heterodoxa. También la más útil. No en vano, lo que De Ramón ha legado al género es un tratado que sirve al objetivo de neutralizar los argumentos (los mantras, en verdad) con que el nacionalismo trata de dignificar su sinrazón, en el afán de revestir de lógica democrática planteamientos que sólo caben tildar de siniestros, como siniestra, al cabo, es la ideología (¿la fe?) que los inspira. He empleado el verbo neutralizar, acaso influido por la natural bonhomía del autor. Lo cierto, no obstante, es que algunas de sus impugnaciones son demoledoras, y sólo la infeliz circunstancia de que vadeamos un tiempo en que la verdad ha perdido valor de ley, impide el arrumbamiento definitivo de tanto y tan variado bullshit. Va una cata.

“Hay que reforzar el autogobierno” (¿De qué forma, si ya Cataluña ejerce competencias típicas de los gobiernos centrales?). “Hay que blindar las competencias identitarias” (Donde el blindaje alude a que los tribunales se abstengan de intervenir ante el intento de seguir excluyendo el castellano de la vida pública). “No se puede judicializar la política” (Lo que equivale a regresar al Estado absolutista, aquel en que el poder estaba exento de cumplir las leyes). “Hay que reconocer la singularidad de Cataluña” (Dado que España no proscribe ninguna de las manifestaciones de la tradición popular catalana, desde las sardanas a los calçots, y que el catalán es lengua vehicular en las escuelas, ese prurito de singularidad no refiere más que la voluntad de borrar del mapa lo común).

Tal como le dije a De Ramón tras leer la primera versión del texto, este Diccionario es a Cataluña lo que el Manual del idiota... de Apuleyo, Vargas y Montaner fue a América Latina, tal es su esclarecedora, instructiva radicalidad. Ello sin menoscabo de un sentido del humor casi mendocino, que sirve al cometido de recordarle al lector que en la vida aguardan estaciones mucho más jubilosas.

Subtitulado “Breviario de tópicos, recetas fallidas e ideas que no funcionan para resolver la crisis catalana”, otro subtítulo posible, atendiendo a su rasgo de alegato en pro de la democracia liberal, sería Defensa (apasionada) de la democracia española. El manual, en suma, no se agota en un (solo) tema. Como ocurre por lo demás con los trabajos de veras importantes.  


Voz Pópuli, 2 de febrero de 2019