lunes, 7 de abril de 2014

Llamando a la Tierra

Los mohínes de desprecio que la izquierda ha dirigido al presidente de la República Francesa, François Hollande, por haber designado primer ministro a Manuel Valls, apodado el Sarkozy Socialista, contrastan con el modo como esa misma izquierda ha recibido (diríase que a portagayola) la pujanza del Frente Nacional. El corresponsal de El País, sin ir más lejos, acusó al político de origen español de haber "competido con las posiciones xenófobas de la extrema derecha al tratar de convertir –sin éxito– a los 20.000 gitanos europeos que residen en Francia en mercancía electoral". Y el mismo día, El País aseguraba en su editorial: "El ascenso del lepenismo (...) denota un malestar de fondo que no se resuelve con descalificaciones, rasgado de vestiduras ni cordones sanitarios". En el mismo párrafo, leíamos que Marine Le Pen había dado muestras de "inteligencia y olfato", y que sus votantes "no son extraterrestres".

Esta paradoja, por la que al tiempo que se alancea al demócrata por su presunta xenofobia se disculpa al xenófobo por su presumible condición de terrícola, recuerda la mullida retórica del apaciguamiento con que este mismo diario (y la izquierda española, en general) ha venido disculpando, razonando y aun galvanizando todas y cada una de las demandas del nacionalismo catalán, por caprichosas que éstas fueran. No en vano, en ambos casos concurre "un malestar de fondo que no se resuelve con descalificaciones ni cordones sanitarios" (¡lo dice el periódico cuyo titular más socorrido es "El PP se queda solo"!).

La diferencia entre Francia y Cataluña, no obstante, es que, mientras que la frustración catalana se debe a la rancia-derecha-española, el mal francés no requiere culpables. Hay motivos, sí, pero tratándose de Francia (¿el kilómetro sentimental?) tal vez no haga falta señalarlos de forma tan explícita. Se trata, en cualquier caso, de una nebulosa que también desearía para mi país. Siquiera por la pura satisfacción de leer, en una de estas mañanas independientes ya de casi todo, "el millón y medio de catalanes que formaron la cadena humana no son extraterrestres".



Libertad Digital, 2 de abril de 2014

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