martes, 31 de mayo de 2016

Tortosinos de la Vega

La consulta a los vecinos de Tortosa sobre el monumento franquista del Ebro ha iluminado de manera inclemente las contradicciones de quienes se proclaman defensores de la memoria. Así, y como ya es habitual en esta clase de litigios, los sedicentes memorialistas han reclamado la retirada del monolito en nombre de la historia, es decir, han invocado a la diosa Clío para borrar el pasado, como si no hubiera mejor recordatorio de lo que supuso el franquismo que esos hórridos pináculos. Para algunos de los promotores del desmantelamiento, no obstante, la herida que supura no es tanto que en España hubo una dictadura cuanto que Cataluña se engolosinó con ella. El monumento "a los combatientes que hallaron gloria en la batalla del Ebro", forjado por Lluís Maria Saumells i Panadés, tuvo como impulsores al presidente de la Diputación de Tarragona, Antoni Soler i Morey, al gobernador civil, Rafael Fernández Martínez, y al alcalde de Tortosa, Joaquim Fabra i Grifolls, y fue, en esencia, uno de los muchos agasajos que los catalanes rindieron al general.

Como ya deben de saber, el referéndum, en el que apenas ha participado un tercio de la población (el censo incluía a los mayores de 16 años), se ha saldado con el 68% de los votos favorables al adefesio. De ello no cabe deducir que han ganado los nacionales ni, por supuesto, los desmemoriados, planteamiento que habría requerido de una cierta sofisticación intelectual. No, el gran triunfador en Tortosa ha sido el afán de singularidad, el mismo que, por cierto, viene ofertando el PSOE en su enésima liquidación de existencias. A la mayoría de los tortosinos, que han visto en el intento de desmontar el Glorioso la mano del centralismo barcelonés, han actuado movidos por un resorte identitario, el único con apariencia de legitimidad en la Cataluña del Procés. Resulta sencillamente grotesco que un individuo como Rufián o el partido CUP, que jamás han atendido otros hechos que los diferenciales, pretendan impugnar este exabrupto populista apelando a la democracia.

De lo contrario, habría que valorar la posibilidad de que en el Delta se haya producido un fenómeno inverso al que, según afirmaban los expertos, se venía produciendo entre los votantes catalanes. Y que Cataluña, en efecto, se haya convertido, por obra y gracia del separatismo... ¡en una fábrica de franquistas! Extremo que, después de ver a la Legión desfilando por Barcelona para desairar a su alcaldesa, empieza a cobrar el mismo estatus de verosimilitud que la mítica factoría mesetaria.


Libertad Digital, 31 de mayo de 2016

sábado, 28 de mayo de 2016

El cuestionario Peyró




El Ayuntamiento expropiado


La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha justificado los disturbios del lunes en Gracia, donde una protesta contra el desalojo de una antigua sucursal de Catalunya Caixa acabó con destrozos en el mobiliario urbano. Para ello, ha esgrimido la habitual adversativa, esto es, "condeno la violencia pero sin perder de vista lo que hay detrás", a saber: los "vecinos estaban molestos" y el local okupado era un "espacio social muy arraigado en el barrio" que contaba "con la complicidad del tejido vecinal". De la naturaleza mafiosa de esa supuesta red de complicidades pueden dar fe los empresarios de alojamientos turísticos que sufren el pertinaz boicot de los guardianes de las esencias en forma de pintada (Tourist go home!).

Tal que si los okupas, en efecto, fueran una especie de cuerpo misionero sin cuyo altruismo la vida asociativa o, lisa y llanamente, social, del barrio, pendería de un hilo. Qué sería de los vecinos, ay, sin el taller de bolas chinas que organiza esa jovial muchachada. (Los mil neonazis, por cierto, que el sábado tomaron las calles de Madrid al grito de "¡Españoles no, refugiados sí!" también reclaman para sí el título de benefactores sociales, y al igual que sus heterónimos barceloneses, tratan de imbuir la ficción de que su labor asistencial viene a suplir las carencias de un Estado que, en el delirio de los Ramiro Ledesma, sólo da de comer a proxenetas rumanos y terroristas islámicos.)

La estafa sale a flote en cuanto las primeras litronas surten efecto, pues ese tejido vecinal que tanto les importa es el primero que sale malparado: motos y coches volcados, escaparates de establecimientos reventados, contenedores incendiados... Por lo demás, desde julio de 2015 sabemos que el Ayuntamiento ha costeado el alquiler del local, a razón de 5.500 euros al mes, por orden del convergente Xavier Trias, quien, incapaz de ejercer la autoridad, decidió comprar a los revoltosos. Un inmoral, sí, pero ni una pizca más que los okupas que aceptaron el sobre, y que han visto cumplido el sueño húmedo de cualquier niño bien: la okupación con cargo al Estado, o, por decirlo con menos prosopopeya: el funcionariado alternativo. Todo superpunk, o sea.

Por lo que respecta a Colau, su decisión de no seguir costeando el alquiler del 'banco expropiado', como lo llamaban sus inquilinos sin ningún pudor, dista mucho de ser loable. No en vano, antes que el bien común le movía el afán de agudizar las contradicciones del sistema. Esas que ahora nos han estallado en la cara.


Libertad Digital, 24 de mayo de 2016

sábado, 21 de mayo de 2016

Així doncs, vaig fer un infart

YORGOS KARAHALIS / REUTERS
"Poco después de haberme tumbado, con el libro en la mano, sentí que en la parte alta del pecho se me producía como una especie de barra muy dolorosa, encima del espacio del corazón, y que, en la parte posterior del torso, se me formaba otra barra paralela y tan dolorosa como la anterior. Al principio este dolor no fue muy fuerte, sino vago y como mitigado. [...] El dolor se acentuó rápidamente con la aparición, sobre el esternón, de una forma de dolor más opresivo, de límites triangulares: un triángulo invertido con la base en la nuez de Adán y la punta del vértice sobre la barra delantera del tórax."

El fragmento corresponde a Un infarto de miocardio, de Josep Pla. Es probable que la elección del artículo indeterminado obedeciera a la voluntad de restar dramatismo al episodio. Una coquetería. O tal vez aludiera al hecho de que la pieza fue, en su génesis, un encargo de los médicos que le atendieron. Una sintomatología. El resultado, en cualquier caso, fue prodigioso. Sobre todo por la naturalidad con que el relato se acomodó en su Obra, lo que, en cierto modo, vino a demostrar que Pla no había hecho otra cosa que literatura científica. Varias generaciones de alumnos de Medicina han pasado por el texto para familiarizarse con los signos de la dolencia. Así, paradójicamente, Un infarto de miocardio ha devenido en el infarto por antonomasia.

Dado que la promiscuidad engendra promiscuidad, no ha de extrañarnos que el último dictamen sobre la utilidad de la literatura venga firmado por dos profesores de Ciencias Experimentales y de la Salud, Josep Eladi Baños y Elena Guardiola, que en el artículo “Utilidad de los textos literarios en la docencia de ciencias de la salud: ejemplos en cardiología” subrayan la vigencia de l’infart, “de interés para que los estudiantes comprendan mejor la experiencia de la enfermedad desde el punto de vista de quien la padece”.

El punto de vista, en efecto; situarse frente a un objeto de modo que lo veamos desde un ángulo novedoso, y procurando que, al traducir nuestra mirada, el yo no sea un estorbo. Ciencia, literatura, incluso amor, qué más dará.


The Objective, 20 de mayo de 2016

Pionero en la reflexión


El periodista Luis Rodríguez Aizpeolea, sumo sacerdote del posterrorismo, confesaba el lunes en El País al exetarra José Luis Urrusolo Sistiaga, al que calificaba de "pionero en la reflexión autocrítica". Por decirlo con la prosa del novísimo Ayuntamiento de Madrid, hay que tener los huevos muy grandes. La entrevista sólo habría tenido algún sentido (y eso, siendo muy generosos) si Aizpeolea interrogara a Urrusolo acerca de su antigua pulsión criminal, y lo hiciera, además, en nombre de la comunidad en la que el exconvicto pretende reinsertarse. En tal caso, las preguntas deberían haber sido de índole fisiológica, algo así como un check point diagnóstico que llevara algo de sosiego al vecindario. "¿Acredita usted que puede mantener una discusión política sin asesinar a su adversario?", "¿Está siguiendo algún tratamiento?", “¿Se medica?”, “¿Tiene pensamientos suicidas?”. Ese tipo de cuestiones, en fin.

Pero no. Lo que leemos es una conversación en la que nada distingue a Urrusolo de un aplicado politólogo consagrado al estudio del terrorismo, bien es cierto que desde muy adentro. La farsa se revela en toda su crudeza en la primera pregunta: "Entró en ETA en 1977. ¿Cómo es explica si ya había muerto Franco?". Porque en caso de que hubiera un interés real, objetivo, por parte del periodista, a la respuesta de Urrusolo ("El poso de la Guerra Civil, los fusilamientos de Txiki y Otaegi, la represión, muertos en las manifestaciones, unas instituciones que sentíamos lejanas"), esa vacua retahíla, en fin, habría exigido una repregunta, algo como: "Perdone, pero a Txiki y Otaegi no los fusiló la democracia, sino el franquismo, y ganar la Guerra Civil cuarenta años después, aunque no imposible, sí parecía altamente improbable". El cuestionario Aizpeolea, en cambio, no se detiene en bagatelas: en la entradilla se ha descrito a Urrusolo como un pionero de la reflexión y, al igual que en el chiste del leñador que opta a un puesto de ebanista, hay que seguir talando el tronco hasta que el pionero salga.

Resulta difícil quedarse con una sola frase, aunque mi favorita es la que sigue a la mención de Miguel Ángel Blanco: "Todas las contradicciones que vivía con ETA se me desbocaron". Mas insisto: la infamia no reside tanto en las respuestas cuanto en las preguntas. Ésta, por ejemplo: "¿Cómo ve a la izquierda abertzale?". Por la que un asesino múltiple con 16 cadáveres a las espaldas va cobrando estatus de tertuliano.


Libertad Digital, 17 de mayo de 2016

Arniches en Sol


–A: ¿Y dónde lo anunciamos?
–P: En el Congreso; hay que dar una imagen institucional, de orden; que nadie piense que somos jemeres rojos o algo así.

–A: No, si ya, lo que pasa es que el Congreso está como muy visto, ¿no? El Pacto del Abrazo, el Acuerdo del Prado... Necesitamos un marco más creíble.
–P: Ahí te doy la razón.
–A: Pensemos.

–P: (...)
–A: (...)

–P: ¿Y si lo hacemos en Sol, ahora que se cumplen cinco años del 15-M?
–A: ¿Cómo, a culo vivo? ¿Sin photocall ni nada?

–P: Atiende: pongamos que tú bajas por Preciados y yo salgo de Arenal, tralará, tralará, en eso que nos reconocemos a lo lejos, caminamos el uno hacia el otro, tralará, y al encuentro nos damos un abrazo. Ya veo el titular: "El Abrazo de Sol".
–A: ¡Impresionante, qué cabeza!
–P: [Mira al vacío melancólicamente y emite un leve suspiro] ¡Lo que yo podría ser si no tuviera que salvar España!

–A: De todos modos, para quién nos damos el abrazo; quiero decir, ¿quién nos va a ver? Porque se trata de que nos vea alguien, ¿no?
–P: Claro, nos verá...
–A: ¡Espera, no me lo digas! ¡La gente! ¡Nos verá la gente!
–P: La gente, en efecto, pero para que nos pueda ver mucha, lo retransmitiremos por Periscope.

–A: Hum. Pero a ver, si yo bajo por una calle y tú bajas por otra, hay uno que no sale... ¡Ya me estás tangando! A ver si Gaspar va a tener razón.
–P: Que no, tontorrón, que haremos un montaje en paralelo.
–A: "Un montaje en paralelo"... No sé cómo ha podido IU sobrevivir tantos años sin ti.
–P: Céntrate: en la cuenta de Twitter de IU te vemos a ti avanzando y hablando: que si hay que sumar, que lo vamos a petar, que si patatín, que si patatán... Y al mismo tiempo, en la cuenta de Podemos aparezco yo, también avanzando y petándolo... hasta que nos abrazamos. Luego montamos las imágenes y listos.
–A: Acojonante.

–P: Y algo más: en el momento del abrazo, la gente que en ese momento esté en Sol se percata del momentazo, de que están siendo testigos de algo muy bestia y megahistórico, y entonces, de forma espontánea (ya traigo yo una peña de la Complu que lo borda, no te preocupes), arranca a aplaudir y a jalearnos.
–A: Vale, pero que no griten "Sí se puede", que griten otra cosa.
–P: Bueno, eso ya lo iremos viendo.

–A: ¿Y decimos algo?
–P: Bien visto, sí, habrá que decir algo.
–A: Tipo qué.
–P: Bueno, pues eso, que salimos a ganar y tal.
–A: Eso lo dice Rivera.
–P: Es cierto, el muy jodío.
–A: Pensemos.

–P: (...)
–A: (...)

–P: Lo tengo: citaré a Hannibal.
–A: ¿El estadista cartaginés?
–P: No, otro Hannibal. La peña flipará, verás.
–A: Por cierto, no tendrás nada contra los jemeres rojos...
–P: Eso también lo iremos viendo.


Libertad Digital, 10 de mayo de 2016

jueves, 12 de mayo de 2016

Tras la estela de Don Paco

El ingeniero barcelonés Francisco Bultó Marqués, fundador y propietario de Montesa y Bultaco, edificó su leyenda sobre la convicción de que 'el mercado seguía a la bandera de cuadros', esto es, de que el éxito en las carreras se traducía invariablemente en un aumento de la demanda en el concesionario. En la España menesterosa de mediados del siglo pasado, en que la televisión era aún un artefacto quimérico y la palabra márketing, un encantamiento en ciernes, la máxima de Don Paco, como se le conoció popularmente, tuvo algo de profético. Nacido en 1912 en el seno de una familia burguesa dedicada al textil, Bultó se sintió atraído desde muy joven por el mundo del motor, del que le sedujo, además de la adrenalina de la competición, la entretela mecánica. Renuente a convertirse en un mero continuador de la tradición paterna, nada más finalizar los estudios de ingeniería pone en pie Fundiciones Industriales, una pequeña fabrica de pistones para motores de combustión interna. En sus ratos de ocio, cada vez más imbricados con sus planes de negocio, participa en cuantas pruebas amateurs se le ponen a tiro. Uno de los certámenes a los que no suele fallar es la Subida de la Rabasada, la carretera que une Barcelona con el municipio de Sant Cugat del Vallés, un angosto culebreo al que sólo Montjuich superaba en peligrosidad.

Inmerso en el frenesí que distingue a todo precursor, en 1944 construye su primer prototipo, donde todo, desde el carenado hasta el último tornillo, lleva su firma. De ese mismo año data la casualidad que propiciará su despegue definitivo como empresario. Su cuñado Jasu (acrónimo de Josep Antoni Soler i Urgell), que trabaja como jefe de taller en una fábrica de gasógeno del Ensanche barcelonés, le presenta al dueño de la sociedad, Pedro Permanyer, que lleva tiempo rondando la idea de armar un motor de dos tiempos, precisamente el mismo en que se basa el ingenio de Bultó.

El acuerdo entre Bultó y Permanyer, según evocaría Ignacio Bultó, hijo de nuestro protagonista, en un documental de TVE, se selló aproximadamente en estos términos: "Yo sé cómo hacer motos y tú, Pedro, tienes la industria para fabricarlas: unámonos". El 31 de diciembre de 1945 nace Montesa, en la que constan como socios Pedro Permanyer y su padre, Marcelino Permanyer, con una participación de poco más de 600.000 pesetas, que supone el 89% del capital, y Francisco Bultó, con alrededor de 80.000 pesetas, el 11% restante (andando el tiempo, las sucesivas ampliaciones de capital llevarían a la familia Bultó a hacerse con el 30% de la sociedad). Tras un año inicial al ralentí, en que se venden tan sólo 22 velomotores de 95 centímetros cúbicos, la apuesta de Bultó por los campeonatos de velocidad empieza a dar fruto, y Montesa logra inscribir su nombre en el palmarés de algunos de los más prestigiosos torneos internacionales. Tal como Bultó había previsto, la repercusión de esas victorias en los noticiarios de la época dispara las ventas, lo que permite a Montesa producir, a principios de los 50, su primer gran vehículo, una 125 de dos tiempos, con el cárter separado del motor, y un volante magnético situado bajo una cubierta circular. Es la célebre Brio 80, un hito de su tiempo, y de la que se fabrican 12.000 ejemplares. A rebufo de los dividendos que proporcionan los sucesivos modelos de la Brio, la empresa amplía sus intalaciones y se plantea objetivos aún más ambiciosos. Muchos años después, Bultó recordaría aquellos años como una época dorada: "Pedro Permanyer y yo formábamos un buen matrimonio, donde Permanyer era el sentido de la organización y la economía, y yo, la osadía".

Sin embargo, el Plan de Estabilización de finales de los cincuenta, con el que Franco pretendía enterrar la autarquía que, hasta ese momento, había lastrado el crecimiento español, redunda en el freno de la producción industrial. En esa tesitura, Permanyer, que cuenta, recordemos, con la mayoría del capital, resuelve liquidar la división de competición, en la que, en el fondo, nunca había creído, al punto de considerarla un capricho de Bultó... inasumible en tiempos de crisis. Don Paco, para quien la máxima de que el mercado seguía a la bandera de cuadros no había perdido un ápice de vigencia, abandona Montesa y, junto con un puñado de ex empleados afines, funda la Compañía Española de Motores (Cemoto), precursora de Bultaco, que en pocos meses tiene a punto su primera 125, la mítica Tralla 101. El nombre de Bultaco (apócope de Paco Bultó) se le ocurre al propio Bultó (es, de hecho, el que utiliza como dirección de telégrafos); suyo también es el logotipo: un puño enguantado con el pulgar hacia arriba, señal de que todo marcha bien. En los años que siguen, la pugna comercial entre Montesa y Bultaco, cada una con sus respectivos partidarios e incondicionales, da alas al sector en España.

No satisfecho con la hegemonía en la velocidad, Bultó se lanza al dominio del trial, empeño que se acaba traduciendo en la imbatible Sherpa-T, probablemente el modelo más conocido de Bultaco. Para popularizar la modalidad de montaña, Don Paco se hace con los servicios del piloto irlandés Sammy Miller, quien, a lomos de la sherpa, conquista los títulos más importantes de Europa.

Con la crisis de los setenta, la mayoría de las firmas españolas desaparecen o son absorbidas por pujantes multinacionales japonesas. Tal es el caso de Bultaco, adquirida en 1983 por Honda (que se había hecho con Montesa dos años antes) conforme a una reestructuración dirigida por el Ministerio de Industria. Antes de ultimar la venta, y en lo que parece un efluvio romantico, Bultó pide a la dirección de la nueva compañía los derechos mercantiles del logotipo y la marca de Bultaco, alegando que para Honda carecen ya de valor. La cesión de dicha propiedad, obtenida de forma gratuita, le permitirá, quince años después, cerrar un acuerdo con la casa Derbi para resucitar la marca. En el otoño de 1998, dos meses después de su fallecimiento, salen del taller las nuevas Bultaco, en lo que fue la hazaña postrera de un gigante.



Club Pont Grup Magazine nº 12, 10 de mayo de 2016

sábado, 7 de mayo de 2016

Wonder

La conductora del programa le preguntó qué es lo más fuerte que le pasa a uno en la vida, y ella, en lugar de entornar los párpados y rebuscar en su interior una respuesta prodigiosa, que es lo que habría hecho cualquier escritor profesional, se deshizo en una risa lunática, como si de pronto hubiera recordado que tenía el coche en doble fila o la sartén en el fuego. Una vez extinguida la carcajada, y tras un ademán de seriedad, contestó: "Yo creo que enamorarse es bastante fuerte, ¿no? Ay, no sé... Sí, enamorarse. Es que es muy fuerte, enamorarse, ¿no crees?". En sucesivas entrevistas, Milena Busquets iría poniendo de manifiesto que sólo tenía respuestas para las grandes preguntas. Su insolencia, en cualquier caso, no era sobrevenida; antes al contrario, parecía venir de muy lejos. Al poco de aquello, cenando con un amigo y su mujer, conversamos animadamente de su novela, También esto pasará. Uno de los méritos del libro es, de hecho, que suele dar pie a conversaciones de lo más entretenido. Más si conoces a la autora, como era el caso de mi amigo, al que la evocación de la obra le fue dibujando una sonrisa entre plácida y piadosa. Era su forma de decir que a él, intolerante a la ficción, le había gustado. Le pedí sin mucho afán que me presentara a Milena y, confirmando su fama de juguetón, a las 24 horas me envió un wpp: "El sábado cenamos con Milena. A las 21 en el Xemei".

También esto pasará narra el duelo de Blanca por la muerte de su madre. Blanca es Milena y la madre de Blanca es la madre de Milena, la editora Esther Tusquets. Y los ex maridos, los hijos, las amigas y los flirts de Blanca son los ex maridos, los hijos, las amigas y los flirts de Milena. Una novela en clave, sí. Con la particularidad de que no hay clave ni novela. Salvo por los nombres de los personajes, apenas hay elementos que operen como máscara de nada. Y no parece que Milena mienta más de lo que se miente en unas memorias. ¿Por qué, entonces, una novela? Es probable que Milena se haya sentido más cómoda siendo Blanca que siendo Milena; que la perspectiva de una voz biográfica, factual, rigurosa, le achatara la escritura. O que en el instante en que se sentó a escribir no le encontrara mucho sentido a 'contar su vida'. O que ni se lo planteara. También esto pasará narra el duelo de Milena por la muerte de su madre. 

 Se trata de un duelo un tanto particular, que en lugar de acallar el ansia de la protagonista, la excita, lo que resulta en un frenesí de sensualidad que se manifiesta tanto en los escarceos amorosos como en el disfrute del vino blanco, la adoración a los perros o la fascinación por el mar. No es que la frivolidad desaloje a la tristeza o se produzca una alternancia de instantes gozosos e instantes de pesadumbre, sino que ambos estados se confunden en un todo indisoluble, de modo que Milena está triste y alegre a un tiempo, como si del duelo, insisto, extrajera la inspiración para afirmar sus querencias. De algún modo, Milena es una suerte de prisma que descompone la luz negra en un fulgor incontenible, y ahí, en el hecho de que una mujer de luto se entregue a la celebración de sí misma radica gran parte del encanto de la novela. No, Milena no viste de negro, pero lleva consigo el espectro de su madre, a la que invoca en segunda persona de forma vibrante, conmovedora (en las antípodas de la mortecina letanía de Cinco horas con Mario). La otra parte del encanto de la novela tiene bastante que ver con lo cerca que esa ceremonia está de la sinrazón. Una mujer libre deambulando por Cadaqués con el fantasma de su madre; la loca del pueblo, diríamos, si no fuera Milena.

El sábado 23 de mayo, víspera de las elecciones municipales que darían la alcaldía de Barcelona a Ada Colau, el Xemei, un italiano heterodoxo encaramado a Montjuich, era uno de los restaurantes de moda en la ciudad. La novela de moda era También esto pasará y su autora, Milena Busquets, llegó con media hora de retraso. No me habría contentado con menos. Nos contó que estaba abrumada por el éxito, pero que ella seguía siendo la misma, que había dado de baja la cuenta de Facebook porque había empezado a recibir peticiones de matrimonio y claro, no era plan, y que la siguiéramos por Twitter siempre y cuando, claro está, quisiéramos hacerlo; que le llovían las ofertas para colaborar en prensa, que se había entrevistado con tres directores de periódico y algún que otro jefe de sección, y que se sentía muy halagada, sí, pero no tenía claro si aceptar porque tampoco le ofrecían mucha pasta (me llamó la atención que empleara esa misma palabra, pasta). En cualquier caso, tenía tiempo de pensárselo, o de esperar que las proposiciones fueran de verdad indecentes: los americanos (eso dijo, 'los americanos') le acababan de comprar los derechos de su novela, que se estaba convirtiendo en una gran fuente de ingresos. De hecho, su principal ocupación en esos días (aún lo sigue siendo) era atender a la prensa. "Este lunes precisamente tengo una sesión en Cadaqués con una revista holandesa." Y sí, también había recibido la propuesta de convertir la novela en una peli, pero de momento no le apetecía. "¿Yo, la prota? Jajajajaja... No sé, no sé, ¿quieres decir?" "Todo muy bien, de verdad, pero yo sigo siendo la misma." Todavía se me llevan los demonios cuando recuerdo la torpeza que cometí no bien trajeron los primeros, y que consistió en poner cara de Iñaki Gabilondo y preguntarle: "¿Cuándo te diste cuenta de que tenías entre manos algo importante?". Por suerte para mí, Milena apartó la pregunta de la mesa con un gracioso pestañeo y mi amigo y su mujer, en un alarde de discreción, fingieron no haber oído nada.

Durante los meses en que he estado pensando si escribir o no escribir sobre aquel día, lo único que iba teniendo claro es que la frase que debía organizar el relato tenía que parecerse a la que el periodista Jacinto Antón dedicó a la actriz Angelina Jolie: 'Hermosa hasta hacer daño'. La hermosura de Milena, a la que tenía sentada justo enfrente, estaba localizada en su caída de ojos, que acompañaba de una leve inclinación de la cabeza, un ladeo a medio camino entre la reverencia y el vacile. Como si a un tiempo me despreciara e intentara enamorarme. Me entusiasmó que prosiguiera con la función cuando, de hecho, en el minuto 1 era ya su muñeco. Ella lo sabía y sabía, además, que yo sabía que lo sabía. Y en ese tiqui-taca se nos fue la noche.

En los días que siguieron me fue viniendo a la mente todo lo que no le dije. No dejaba de pensar, por ejemplo, en la paradoja que suponía que la muerte de su madre hubiera galvanizado su carrera. Que sólo en su ausencia hubiera podido mostrar al mundo su talento, ese que, en vida de Esther Tusquets, había estado agazapado, quién sabe si por la admiración que le tributaba, esa misma admiración que la había llevado a sacralizar la palabra 'escritora'. Como ella misma contaba en un artículo reciente (acabó aceptando la oferta de El Periódico, pero, rebuscada como es, antes escribió para La Vanguardia, El País y no sé si alguno más; también habrá película -insistieron, 'los americanos'); después de años de titubeos, decía en su columna, hoy ya responde 'escritora' cuando le preguntan a qué se dedica. Su osadía, no obstante, es ya una bendita redundancia: También esto pasará ha sido traducida a más de 30 idiomas, algunos ciertamente exóticos. Y el boom sigue, sigue y sigue: nunca un título había desplegado tanta ironía. Poco después de la velada en el Xemei, me la crucé casualmente por la Catedral y fui a su encuentro, pero llevaba un paso tan ligero que resultaba imposible darle alcance sin darle un alarido. El caso es que me descubrí siguiéndola sin pretenderlo y, por curiosidad, acomodé la marcha a su ritmo. Su estela me llevó a la plaza Real, donde supuse que había quedado con alguien porque durante el trayecto no había dejado de sonreír y teclear mensajes. Mensajitos. Entró en el bar Ocaña y se detuvo frente a un tipo no mucho mayor que ella con aspecto de haberse vestido para la ocasión. También el beso que se dieron parecía nuevo. Tras tomar un par de cervezas, atravesaron la plaza en dirección a la calle Fernando. Les dejé junto a San Jaime. Él se iba parando cada dos por tres a besarla, y en una de esas veces la miró muy de cerca, como si de pronto hubiera visto algún detalle de su rostro hasta entonces desconocido (puede que sus pecas, tan diminutas). Y volvía a besarla. Y otra. Y otra vez. Y otra. Otra.

Por un lado pensé: qué cabrón; por otro, jódete.

viernes, 6 de mayo de 2016

Animal

"Mi agüita amarilla" sonó por vez primera en el aula magna de una universidad madrileña. Pablo Carbonell no recuerda si en la Autónoma, en la Complutense o dónde, tan sólo que se trataba de un recinto universitario atestado de "juventud ansiosa". La canción, en puridad, no existía como tal, era el eco de un garabato que Carbonell llevaba en su cabeza, y que en lugar de cuajar en un dibujo había cuajado en dos versillos: “Y creo que he bebido más de cuarenta cervezas hoy / y creo que tendré que expulsarlas fuera de mí”, un estallido verbenero que inspiraría a su autor la creación del combo Los Toreros Muertos. El artículo no es baladí: pretendía desactivar cualquier probable connotación ofensiva, tipo ¡Toreros, muertos!’.

Sea como fuera, aquellas aguas menores acabarían anegando las pistas de baile de toda España y aun se derramaron por Colombia, Venezuela y México, engastadas en un repertorio que tan pronto recordaba a Madness como a la Orquesta Topolino. Todo ello lo cuenta Pablo Carbonell en el delicioso El mundo de la tarántula (Blackie Books), unas memorias que tienen mucho de antimemorias: sobre todo, por el desenfado con que relata sus muchísimos errores (baste una cata: una de las primeras decisiones que tomaron Los Toreros fue despedir al único integrante de la banda que sabía algo de música) o las incontables veces en que, a propósito de tal o cual episodio, él mismo aparece como un perfecto cretino, y sin que medie por su parte el menor disimulo; antes al contrario: cada vez que se pregunta si volvería a hacerlo, se dice que sí, que si volviera a tener 22 años y viviera de nuevo en el ojo de aquella bullanga, ¡por supuesto que volvería a hacerlo! Como al amigo de Bardem en Huevos de oro, a Carbonell le ha gustado follar y los cubatas.

El mimo, el teatro, la música, el cine o el reporterismo animal, que cultivó en tiempos de CQC (“¿Es éste su último libro?”, le preguntó a Antonio Burgos. Y después de que Burgos dijera que sí: “¿Lo promete?”), la tarántula, en fin, no ha sido más que un digno atajo para ponerse más a gusto que Dios y cepillarse todo lo que se movía. La de Carbonell es una vida sin aparato crítico vertida en prosa a granel. Para leer, ¿te acuerdas?, como bailando pogo.


The Objective, 5 de mayo de 2016

Regidores de plena dedicación

El suceso apenas ha trascendido, quién sabe si por la misma razón por la que nos habituamos al calabobos. La manifestación de la izquierda radical del Primero de Mayo se saldó con destrozos en algunos de los comercios de la avenida de la Puerta del Ángel. Entre los convocantes se hallaba la Coordinadora Obrera Sindical (COS), sindicato que se declara "al servicio de la clase trabajadora de los Països Catalans por nuestra liberación como personas, como clase y como pueblo"; Arran, remedo catalán de la extinta Jarrai, y la CUP, representada por los regidores María José Lecha y Josep Garganté, a quien vimos recientemente coaccionar a un médico para que modificara un parte de lesiones (se trataba, como saben, de que el documento reflejara que la Guardia Urbana maltrató a un mantero, y así seguir proveyendo de sentido a la que viene siendo una de las principales exigencias de la CUP a Ada Colau: el desmantelamiento de la Unidad de Antidisturbios de dicho cuerpo.)

Pues bien, este individuo y la tal Lecha participaron el domingo por la tarde en la 'mani' que, como digo, dejó a su paso aparadores rotos y fachadas pintarrajeadas. En este caso, difícilmente cabe achacar la violencia desplegada a agentes provocadores o infiltrados. Como evidencian los tuits, las organizaciones Arran y Endavant, tuétano de la CUP (la diputada Anna Gabriel, sin ir más lejos, pertenece a la segunda) justificaron y aun alentaron los ataques a establecimientos como Zara, Mango o McDonald's.





La propensión de la izquierda a tomar la calle ha rendido, desde los tiempos de Joan Saura (consejero de Interior de lunes a viernes y activista antiisraelí durante el fin de semana) episodios de lo más grotesco. Lo que hasta ahora no se había visto, al menos en Barcelona, es que dos ediles (que quizás fueran tres, pues es muy probable que la tercera representante de la CUP, Marta Rovira, formara parte del séquito) intervengan en una algarada. Y menos aún que la aprobación del presupuesto municipal dependa del pulgar de esos mismos ediles, como sucede en la Ciudad Condal. Ora reviento un escaparate, ora me siento en el salón de plenos. A esa doblez, sin duda, debe referirse el 'Amor'/'Odio' que Garganté lleva tatuado en los nudillos.


Libertad Digital, 3 de mayo de 2016