domingo, 27 de noviembre de 2022

Making 04

Lo que debía ser una performance se nos había venido abajo; el festejo se resolvería con una cena y la presión se aligeró. A finales de verano, tomando una cerveza con Julio en el Paleto, hablamos del privilegio que había supuesto hablar de teatro con uno de los mejores directores que ha dado Europa, pero no fue hasta mucho después cuando fui consciente de que todos, Cayetana, Jordi, Juanjo, Julio y yo, habíamos sido intrusos de una master class impagable. A decir verdad, Caye lo tuvo presente desde el primer día, de ahí, sospecho, que fuera la única de nosotros que no aventurara ninguna propuesta, que asistiera a las reuniones sabiéndose un escollo. No, no era falta de imaginación. Una mujer que acude a un debate en TV3 vestida de amarillo en plena fiebre lazi no puede más que andar sobrada. Era pudor. El mismo que a nosotros nos faltó para no 'tutear' a Boadella, para reprimirnos a la hora de lanzarle ideas que, por pura compasión, desdeñó sin más. Sólo se detuvo en la de Jordi, que consistía en una tertulia sobre Arcadi conducida por un presentador que debía azuzar a los invitados sobre sus 'fracasos' ("Sí, sí, todo esto está muy bien, Arcadi, pero Ciudadanos está en vías de desaparición"). Yo propuse que escenificáramos un juicio a Arcadi, con la particularidad de que el juez fuera Dios, que iría desgranando las causas que lo han convertido en nuestro primer apestado: Cataluña, el feminismo, Raval, Camps... No habría ninguna posibilidad de que Dios lo declarase inocente, entre otras razones porque el acusado escribe su nombre en minúscula inicial, pero sí de que tuviera que atender a sus argumentos, expresados mediante la lectura de algunos de sus textos: el 'testigo' Melero leería sobre Raval, Sostres sobre gastronomía, Pericay sobre el catalán...  Sea como sea, hubo instantes en que, sin llegar al debate, incurrimos con Boadella en un intercambio de pareceres que tal vez hablara más de nuestro entusiasmo que de nuestra osadía. Y lo que aún me conmueve no sólo es la finura con que acomodó el atrevimiento, sino que por esos días andaba ultimando un libro que trataba precisamente sobre la disolución del saber, encarnada en un estudiante que se cree 'apto' para conversar con él en plano de iguladad. "No, mire, aquí no venimos a debatir. Yo hablo y usted aprende." El mundo de Sofia pero sin melindres. Hay algo más: la gran mayoría de las apreciaciones de Boadella no eran titiriteras, a lo "a esto le falta alma", "hay que ser más subversivo" o "¿de qué queremos hablar en realidad?". No, eran técnicas. "Ante un discurso, el umbral de atención del espectador medio no pasa de 10 minutos". 

La lista de invitados fue creciendo tanto que Caye, que negociaba los detalles con Marian, emperatriz del Tabanco Verdejo, puso un tope: Seríamos 45, ni uno más.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Making 03

Para lo segundo que dijo Boadella no hacía falta ser un dramaturgo de prestigio. O sí. Su oficio, al cabo, tiene que ver con aplicar la inteligencia a la artesanía, y a menudo alcanza recovecos sin aparente jurisdicción: “Imagino que al homenaje a Arcadi Espada no le vamos a llamar ‘Homenaje a Arcadi Espada’, que nos complicaremos algo la vida”. Aún no habíamos previsto el título, ni siquiera que lo hubiera, pero Boadella hizo bien en poner esa baliza para conjurar la molicie, la eventualidad de que todo cristalizara en una ‘Noche de fiesta’ para la que, por lo demás, no faltarían tuiteros que la interpretaran como una majestuosa, ‘inteligente’ ironía. Yo mismo, que voy siempre con el hierro cargado, habría alegado que se trataba de un guiño jocoso a los nombres de los restaurantes de los hermanos Adriá.

Cuando no fluían las ideas, o unas se oponían a las otras sin que se avistara una síntesis, o las que había nos parecían un tanto extravagantes, desviábamos el orden del día a las listas de invitados.

Fue lo más divertido. Como quiera que el proyecto original era una especie de festival valenciano en una macrodiscoteca, salíamos a miles. Quitando a los muertos, los enfermos, los tullidos y los malhumorados, el suflé se quedó en 400; menos, quizá.

En ese punto se nos vio el cartón. El mío fue el más ostentóreo: una legión de mujeres bailongas a las que me apetecía ver y sobre todo tocar. No hubo ningún reproche. Lo que pasa en ‘Arcadiana’ se queda en ‘Arcadiana’ y, qué coño, tampoco dije yo nada cuando alguien sugirió invitar a Alfonso Guerra, rey, como es sabido, del reguetón enfadao.

Pero no pudo ser. 

Por razones personales, hubimos de cambiar de local y rebajar los invitados a 40. “Añadimos a L.” “Joder, vamos un poco pilados.” “Añadimos a L.”.

viernes, 25 de noviembre de 2022

Making 02

A finales de julio llamó Jambrina. Yo me había lesionado jugando a ser boxeador y no podía más que caminar por el Retiro, oficina outdoor que, con el descubrimiento de la biblioteca Eugenio Trías, sería Indoor. Días antes Valdeón me había propuesto “hacer algo” y Jambrina lo concretó en un manifiesto. Yo era reacio por varias razones. La más obvia tenía que ver con lo infructuoso del intento, con que todo se resumiera en un ejercicio eminentemente higiénico, en una flexión virtuosa que, antes que denunciar la censura, ensalzara la intachable moral de los denunciantes. Un manifiesto, me dije, no debe ser un desahogo estilístico de vocación melancólica, sino la marca perpetua de hasta dónde llegaron las aguas, una suerte de instrucción cívica que opere a modo de hemeroteca y de observatorio, y que incorpore un colofón (subtexto) que sugiera: “No ha habido más inundaciones como aquella”. Por eso se me ocurrió que, más que de escribir manifiestos, había llegado el momento de manifestarse. Hubo unanimidad. Sería un homenaje en un local público y, dado Madrid, postinero. El modelo que Valdeón tenía en mente fue el tributo a Boadella en el Muñoz Seca, pero con algo menos de vuelo, por razones técnicas. También podría valernos el acto de Libres e Iguales en el Calderón, o un programa de variedades salpicado con intervenciones grabadas de Pinker, Rushdie, Dawkins… ¡Y todo culminado con la lectura de... un manifiesto! (Alguien lo dijo, estoy seguro, y me temo que fui yo.) Ninguno de nosotros habló de la posibilidad de un Femen o un Tunick, omisión que, mal me está decir, nos honra. Por entonces Bernal ya se había incorporado a los preparativos, pero en lo sustancial seguíamos siendo un comité de festejos más bienintencionado que fructífero, así que enredamos a Boadella y a Cayetana. Una subcontrata de talento. Una vez que supo de nuestras intenciones, Boadella se abrió de capa: “Lo que hay que evitar es que esto tenga un aire necrológico”. Quien más claramente asintió fue Cayetana.

Por decirlo todo, mi principal objeción para no divulgar un manifiesto al uso era el probable deslizamiento 'ad hominem'. La herida estaba fresca y le dije a Jambrina y a Julio que no planteáramos nada que no pudiera firmar Rafa. Nada que salpicara al amigo, que al fin y al cabo fue quien quiso tener con él a Arcadi en La Brújula, y que había experimentado de la manera más injusta posible lo que supone alzar el vuelo con plomo en las alas. Julio (sobre todo Julio, nuestro enfático Julio) y Juanjo cerraron filas. Tal vez de ahí (es indemostrable) llegara la solución. Hay manifiestos que se utilizan para 'retratar' a quienes no lo firman, y este no debía ser el caso. Ni siquiera merecía la pena que los compañeros de Arcadi en Onda Cero sufrieran un vahído o asistir al impagable espectáculo de las objeciones sobrevenidas, o al del saltataulells que te pregunta: "¿Podría pasarme la lista de firmantes?". Salvo John Müller, un galáctico, todos los contertulios hicieron gala de su proverbial cobardía porque, como ya cantara Joan Baptista Humet: "Hay que vivir, amigo mío, hay que vivir, y ya va haciendo frio". 

jueves, 24 de noviembre de 2022

Making

Me escribió una noche de primavera. Igual fue antes; más que dormir, lo mío es un vivac a regañadientes.

-¿Pero usted no ha oído esto? Es más, ¿cómo puede hacer otra cosa que no sea dedicarse a la chacona del Perrate?

Arcadi y Antonio España tenían grabadas entrevistas con flamencos que llevaban 40 años en un cajón inexplicable. Verónica Puertollano las transcribió con una fidelidad fuera de lo común, esto es, admitiendo entre corchetes que “esto no se entiende”, y yo me ocupé de que aquello pareciera un libro. Que el libro sea importante no tiene nada que ver conmigo.

Esto del Perrate, decía, fue por primavera.

“Usted me descubrió Al cantar a Manuel de Mayte y yo a la chacona. Estamos empatados.”

A Arcadi, como buen planiano, le incomodan las deudas. Si alguien como él te dice 'empate' es que ha perdido, pero dejémoslo ahí. Es el modo en que los ganadores admiten su derrota. 

Le dije que sí, que era un hallazgo. 

Y empecé a llevar conmigo al Perrate de paseo por el Retiro. De mi tontería debió de percatarse la camarera galante del Estanque. "Más de cuarenta putas / huyendo de Barcelona. / Y la fama lo pregona. / A la vida, vidita bona, vida, vámonos a chacona”.

La chacona no es un sarao, sino un horizonte, una promesa desquiciada, tan imprevista como el amor o el desamor. Un derroche melancólico e intersecular, como sugiere la Bulería de la base: “El bordón vibra igual en tus manos, que en mi voz tu promesa de amar / Vuelve a tocar Johnny Guitar, Johnny Guitar”. Lo del Guitar lo sabía por la Fernanda y la Bernarda, dos modernas.

Cuando Arcadi anunció que le apartaban del programa de Rafa y le anulaban la colaboración con Alsina, pensé en La torna, redondeo catalán. Me alegré de que Rafa le hubiera propuesto la sección.

Lo de Alsina, Mejide con ínfulas, no sé si fue por complejo de inferioridad o porque Arcadi había sido el único de los tertulianos que no le saludaba con un resto de pleitesía. Si Alsina supiera que Arcadi, mientras se suponía que debía estar  atento a los sofisticados análisis de la niña Morodo, hablaba conmigo de las gafitas de Benzemá. 

jueves, 10 de noviembre de 2022

Salvado

B. tenía invitaciones para el teatro. Una obra un poco especial, me advirtió. Tan especial que me sugirió que llevara a las niñas, que les chiflaría. B. hablaba así: acariciaba una blusa de 300 euros en el atelier más espartano del Borne y musitaba “me chifla” sin que el mundo se agrietara. Pertenecía a esa clase de mujeres que tienen ‘algo de jaqueca’ y se hallan 'indispuestas', sí, pero que no escatiman extravagancias de otro orden; urbanitas salidas de una película francesa que tras confesarte que hace una tarde magnífica para morir, te arreglan el cuello de la camisa, sonríen y te preguntan: “¿Adónde me llevas hoy a cenar?”. En cierto modo las define su carácter inasible, la imposibilidad de etiquetarlas como pijas sin más. Y fue así, por el deslizadero de ir simpatizando con sus rarezas, como mis hijas y yo nos vimos una tarde de  julio en el gallinero del Tívoli,  fingiendo atender una función de Jorge Javier Vázquez. Biográfica, para más cojones: el mariquita de Badalona al que la realidad le es hostil, y que va superando adversidades mientras canturrea coplas para, al cabo, poner rumbo a Madrid. Al parecer, JJV había elogiado la Gran Novela de B. en Sálvame y, luego del preceptivo intercambio de agradecimientos, aquél le había enviado unas entradas. Como todo podía ir a peor, tuvimos que ir a saludarlo al camerino para que constara que B. había hecho acto de presencia. Pero ahí no acabó todo.

JJV.- ¿Qué os ha parecido?

B-. Una agradabilísima sorpresa.

(La muy jodida tiraba de frase promocional de best seller con una facilidad deslumbrante.)

JJV.- ¿Y a ti?

“Ti” era yo.

P.- Jamás había presenciado un ejercicio tan admirable de valentía.

Los celos de B. por mi ‘fajín’, obviamente superior, no remitieron hasta los postres.

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Jugar como se vota

Existen. Y lo digo sin curarme en probabilidad. No es que deba de haberlos,  no, es que nada explica que los jugadores del Madrid, el Barça o el Alcoyano sean inmunes a la estadística. Basta reparar en los porcentajes que extiende la realidad para afirmar (¡para denunciar!) que en la esfera pública sigue habiendo empotrado un armario. También la poética me da la razón. ¿No habíamos convenido en que el fútbol era una metáfora de la vida? Ay, esos trasvases. El quiasmo de que se vive como se juega y se juega como se vive lleva la firma de Valdano pero se diría exudado por Zapatero. No, el reflejo del que hablo, o más bien su ausencia, tiene que ver con lo que ya se imaginan a estas alturas. Me refiero, en efecto, a la intolerable invisibilidad que viene sufriendo, en ominoso silencio y clamorosa democracia, un colectivo perfectamente normalizado en otros sectores de actividad. Se me dirá que el público que llena los estadios es bronco. Y que cualquier fondo sur es un monstruo de mil cabezas (entre las que sobresaló, never forget, una de cerdo catalán), ante el que no conviene presumir de según qué. Ni por esas. Es inconcebible que la arquitectura tipo Wanda no haya conformado un marco de civilidad para que un hombre admita, declare y aun se enorgullezca de su más éxtima condición. El campo de juego está resultando igual de inclinado que el tablero, ahora sí, de la vida. En la balanza de la izquierda, sea cual sea su modalidad, pesan Valdano, Sócrates, Breitner, Cortabarría, Del Bosque, Caszely, Fowler, Illarra, Oleguer, Infante (qué hacía un genio como vos pastando en Segunda B), Cantoná, Thuram, Maradona... ¿Y en la de derechas? Donato alardea en Brasil de votar a Bolsonaro y Romário encabezó una lista conservadora. Con Pepe Reina, campana y se acabó. Todos, eso sí, proclamaron sus convicciones una vez jubilados o al borde de la jubilación. En Despeñaperros sólo lo hizo aquel Salva, el nueve alferez. No hay noticias de ningún homosexual, es cierto. Una anomalía tan reprochable como que el único crack abiertamente ayúser sea Piqué, que ayer se retiró.