jueves, 3 de abril de 2014

Fisking Gabo

Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste, pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo. Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha. Tenían casi una hora de retraso en la rutina diaria, y ambas se veían cansadas después de una tarde casi soporífera con tres reuniones ejecutivas. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su casa y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas, cerró los ojos con la cabeza apoyada en el espaldar, y dio la orden de rutina:
-A la casa, por favor.

Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, tanto por razones de seguridad como por los nudos del tránsito. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el chofer lo conducía con un rigor cauteloso. La mejor alternativa de aquella noche fue la avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del anochecer estaba menos embrollado que de costumbre. Aun en los días peores hacían media hora desde las oficinas hasta la casa de Maruja, en la transversal Tercera N.º 84ª-42 y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras.


Gabriel García Márquez, Noticia de un secuestro



Antes de entrar en el automóvil miró por encima del hombro [mirar por encima del hombro: tener en menos, desdeñar] para estar segura de que nadie la acechaba. Eran las siete y cinco de la noche en Bogotá ["de la noche", anotado está]. Había oscurecido una hora antes, el Parque Nacional estaba mal iluminado y los árboles sin hojas tenían un perfil fantasmal contra el cielo turbio y triste [en un "cielo triste" hay poca tristeza. En cualquier caso, no olvidemos que el autor está hilando un relato veraz a partir de testimonios. ¿Hemos de creer que uno de esos testimonios le habló del "perfil fantasmal de los árboles sin hojas contra el cielo turbio y triste"? Hasta aquí, en efecto, llega la maligna influencia de Truman Capote], pero no había a la vista nada que temer. Maruja se sentó detrás del chofer, a pesar de su rango, porque siempre le pareció el puesto más cómodo ["se sentó detrás del chofer" refiere una acción que corresponde a un tiempo perfectamente delimitado, mientras que "porque siempre le pareció el puesto más cómodo" sugiere que Maruja acostumbra sentarse detrás del chófer]. Beatriz subió por la otra puerta y se sentó a su derecha ["la otra puerta". Imagino al buen Gabo meditando sudoroso la posibilidad de que, en caso de no especificar por cuál de las dos puertas entra Beatriz, el lector crea que lo hace por la misma que Maruja, gateando por encima de ella. Esta prosa como de instrucciones de la minipímer traducidas del chino resume a la perfección el descalabro gramatical que es Noticia de un secuestro]. Tenían casi una hora de retraso ["tener un retraso" suele referirse a la menstruación o al retraso en los pagos] en la rutina diaria [diaria la rutina es hartarse de balón], y ambas se veían cansadas después de una tarde casi soporífera [casi una hora, casi soporífera, casi, casi, casi…] con tres reuniones ejecutivas [tres reuniones ejecutivas casan muy mal con una tarde soporífera]. Sobre todo Maruja, que la noche anterior había tenido fiesta en su casa [¿"Había tenido"? ¿No sería preferible "había dado"? ¿Qué se fizo de la gran riqueza léxica del español de Colombia?] y no pudo dormir más de tres horas. Estiró las piernas entumecidas [las que no estaban entumecidas no las estiró, sólo estiró las entumecidas], cerró los ojos con la cabeza apoyada en el espaldar [ver "subió por la otra puerta"] y dio la orden de rutina [Rutina diaria, orden de rutina... ¿Por qué no lo dejamos en "habitual" y nos libramos, al menos, de una rutina]:

-A la casa, por favor. [Ese “por favor” es lo que se le dice a un taxista, no al chofer de un vehículo oficial. Ver Truman Capote]

Regresaban como todos los días, a veces por una ruta, a veces por otra, ["a veces por una ruta,  a veces por otra"; imposible, por lo tanto, hacerlo "como todos los días"] tanto por razones de seguridad como por los nudos del tránsito [esa pintoresca expresión, "nudos de tránsito", pretende designar lo que no es más que un atasco. Pero hay algo más. Imaginen que las razones que llevan a un concejal del PP en el País Vasco a elegir entre un itinerario u otro son el temor a que lo asesinen y los atascos. Así, en pie de igualdad]. El Renault 21 era nuevo y confortable, y el chofer lo conducía con un rigor cauteloso [cautela rigurosa, dice]. La mejor alternativa de aquella noche fue la avenida Circunvalar hacia el norte. Encontraron los tres semáforos en verde y el tráfico del anochecer [¿El anochecer? ¿No habíamos quedado en que ya había anochecido?] estaba menos embrollado que de costumbre. Aun en los días peores hacían media hora [mejor "tardaban", qué se fizo, etc.] desde las oficinas hasta la casa de Maruja [Sin duda, el autor ha querido decir "en los días mejores"; de otro modo, ese "aun" carece de sentido], en la transversal Tercera N.º 84ª-42 y el chofer llevaba después a Beatriz a la suya, distante unas siete cuadras.

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