sábado, 21 de junio de 2014

Principios elementales de la tertulia catalana



Hace ya años que de cuando en cuando comparto mesa y mantel con un hombre que, aparentemente, está en mis antípodas (habrán de perdonarme por la apropiación, siempre indebida). Él no se reclama nacionalista y yo no me reclamo españolista, así que, mediado el vino, obramos el milagro de jibarizar Cataluña y derretir España.

Ayer, entre guisantes, hablamos de las terceras vías, que no existen. A decir verdad, casi todo lo dijo él: "En la tertulia de TV3 siempre hay tres independentistas, ya se trate de nacionalistas de primera hora o charnegos agradecidos". "Sí, llevas razón, a menudo se desmarcan con una Esperanza García o un Toni Bolaño, pero, en cierto modo, éstos también computan como independentistas; vienen a ser el reverso de la fuerza, algo así como la prueba de que la emancipación es necesaria, dada la existencia de opinantes como ellos. Desde este punto de vista, aunque no únicamente, dos independentistas y un españolista acaban sumando tres independentistas". "Es verdad que hay personajes absolutamente incapaces de vertebrar una opinión al margen de la tensión España-Cataluña, pero también se da el caso del individuo que, haciendo de la necesidad virtud, trata de ahormar sus planteamientos a esa dicotomía, lo que casi siempre redunda en una depreciación del discurso, siquiera porque lo binario y lo simple suelen ir de la mano".

Trajeron las carnes.


"No es un fenómeno exclusivo de TV3, en absoluto; ten en cuenta que en la tertulia del 324 participan los mismos tertulianos que en la de 8TV o Barcelona Televisió, lo que sume el debate en una suerte de monocultivo: no más de quince o veinte individuos dándole vueltas a la misma cuestión en todas las televisiones". "A mí me dejaron de llamar, sí, debieron de considerarme un tibio, y, para más inri, un tibio sin filiación, sin una adscripción partidista clara, con lo cual no sólo no les interesaba lo que decía, pues los claroscuros y el share son raramente conciliables, sino que tampoco les era útil para justificar las cuotas que, con más o menos disimulo, las teles asignan a los partidos". "Como teoría general, cuanto más estrecho es el vínculo con el partido, más grueso es el trazo de las apreciaciones". "Obviamente, que no cuenten conmigo no supone ninguna tragedia; sobre todo, y como sabes, porque jamás he vivido de esto. Ahora bien, lo que sí lamento es que, más o menos por las mismas razones por las que se tiende a excluir a individuos como yo, se prive a la audiencia de lo que piensan gentes como Josep Maria Bricall, con su clarividente ironía".

Ese instante en que uno ya no sabe si pedir postre o pasar directamente al whisky.



Libertad Digital, 19 de junio de 2014


Contra el bilingüismo


Alrededor de 25.000 personas se manifestaron el sábado en Barcelona contra el bilingüismo en las aulas. Contra el bilingüismo, sí; o, por ser más precisos, contra el uso del castellano como lengua covehicular en la enseñanza; o, por ajustar aún más el tiro, contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que ordenaba al Departamento de Enseñanza asegurar a ocho alumnos el derecho a recibir el 25% de las clases en castellano.

No se trataba, como voceó la prensa local haciendo suya la propaganda de los manifestantes, de una "marcha multitudinaria en defensa del catalán", sino del enésimo intento de coaccionar a la Justicia por parte del Gobierno autonómico, parapetado al efecto en Somescola, uno de esos conglomerados asociativos tan del gusto de los nacionalistas. En él, y bajo la indisimulada tutela de Òmnium Cultural, se encuadran 43 entidades que, convenientemente limadas, quedan en cuatro: familia, escuela, sindicato y esplai.

Aunque TV3 no se halla formalmente inscrita en el movimiento, es, sin duda, uno de sus puntales. Ese día, a las 8.30 de la mañana, los servicios informativos de la cadena entrevistaban en directo a la presidenta de Òmnium Cultural y portavoz de Somescola, Muriel Casals, que, al igual que la presidenta de la ANC, Carme Forcadell, ejerce funciones de paraconsejera en el Gobierno autonómico. Así, a la labor de retransmisión (conexiones en directo, etc.) la televisión pública sumaba, desde ‘ben d’hora, ben d’hora’, la de ‘entidad convocante’. Y aún habría de prestar un último servicio a la causa, pues el conductor de las variedades que siguieron a la manifestación no fue otro que el televisivo Quim Masferrer, cómico de guardia en ausencia de Toni Albá. Hay banquillo.

El espectáculo incluyó la actuación del payaso Tortell Poltrona y el conjunto infantil Macedònia. Después de todo, se trataba de una manifestación plagada de niños, algunos de los cuales venían participando, desde semanas atrás y en sus respectivas escuelas, en talleres de construcción de cabezudos, en su mayoría auspiciados por Òmnium Cultural. Algunos de esos niños llegaron a Barcelona por tierra, en los más de cien autocares fletados para la ocasión, y que partieron desde localidades catalanas y de la Comunidad Valenciana. Otros llegados de las Baleares, lo hicieron por mar y aire.

En la cabecera de la manifestación, con ese aire de ‘Libertad guiando al Pueblo’ del que se halla imbuida últimamente, sobresalía la consejera de Educación, Irene Rigau, arropada por representantes de CDC, UDC, PSC, ICV, ERC y CUP, más el habitual consejo de notables: Mikimoto, Joel Joan, Marta Ferrusola, Carme Forcadell, Jaume Cabré, Quim Torra... La sociedad civil, en fin.

Una manifestación esencialista, cuyo objetivo era impugnar el derecho de ocho escolares a recibir la enseñanza en las dos lenguas cooficiales de la comunidad: catalán y castellano (¡y en una proporción del 75-25 favorable al catalán!). Una manifestación que perseveraba en la cruzada de limitar la identidad de los ciudadanos de Cataluña a un relato único. Una manifestación convocada por entidades progubernamentales, esto es, gubernamentales. Una manifestación concebida, hasta el último detalle, para que ‘canten los niños, que alcen la voz’ (niños cuya presencia sería decisiva para que, al día siguiente, diarios como El País o La Vanguardia se permitan hablar de marcha ‘masiva’). Una manifestación para la que, una vez más, el Gobierno instrumentalizó a la televisión autonómica (o acaso sea ya la televisión autonómica la que instrumentaliza al Gobierno). Una manifestación que constituye un contradiós gramatical; no en vano, es el Gobierno autonómico quien, a mitad de camino entre la psicosis y el narcisismo, se manifiesta para exhortarse, a sí mismo, a desobedecer las leyes.

Le llaman cohesión social, pero, sin duda, ha de tratarse de otra cosa.


Zoom News, 16 de junio de 2014

Los últimos de Nicaragua


La dimisión de Navarro como primer secretario del PSC deja la imagen de un partido en desbandada, sin más horizonte probable que quedar reducido a escombros. A semejanza de lo ocurrido en el PSOE después de que Rubalcaba anunciara su marcha, ninguno de los dirigentes de mayor rango ha mostrado la menor disposición a capitanear la nave. Antes al contrario: como hiciera Susana Díaz respecto a la secretaría vacante en el PSOE, quienes se supone que están llamados a competir por la jefatura del PSC han pretextado la dedicación a sus respectivas aldeas para quitarse de en medio.

En este sentido, resulta singularmente llamativo el caso de Jaume Collboni, que ha invocado con gravedad obiolsiana su compromiso como alcaldable por Barcelona, ciudad donde apenas saben de su existencia las asociaciones de paquistaníes. El primer secretario por Tarragona y alcalde del lugar, Josep Félix Ballesteros, también ha recurrido a la cláusula Díaz: "mi única pasión es Tarragona y repetir como alcalde". Y a Collboni y Ballesteros han seguido la alcaldesa de Hospitalet, Nuria Marín, para quien su "prioridad" es la política municipal, y el alcalde de Lérida Ángel Ros, que ha manifestado, asimismo, que su "prioridad clara" es "la ciudad de Lérida y las próximas elecciones municipales". (La hecatombe de los socialistas catalanes no sólo es mensurable en sufragios; también da cuenta de ella el escaso pedigrí -excepción hecha de Ros- de esos dirigentes; o ese chico, Javi, con el que concurrieron a las europeas.).

No creo que haya otra forma de explicar el desistimiento de los Collboni, Ballesteros o Marín que el afán de bunquerizarse en los ayuntamientos, que fueron el principal bastión del PSC y, a lo que se ve, serán su último reducto. Eso, el mantenimiento del cargo, parece ser el único objetivo de los mandantes de Nicaragua, en el sobreentendido de que no habrá otro modo de arrimarse al poder y, por consiguiente, de eludir las rigideces del mercado laboral. Esa resuelta "pasión municipalista" recuerda en algo la conclusión del mandato de José Montilla. Como es sabido, el entonces presidente apuró hasta el descuento la firma del decreto de convocatoria de elecciones. Aquel Gobierno tieso, amortizado, cuyos integrantes incluso habían abjurado de la posibilidad de volver a coaligarse. Y Montilla agotando los plazos con el hierático desdén de los cuadros de largo recorrido. Ingenuo de mí, llegué a preguntarme si no habría en dicha dilación una argucia táctica, un estertor vaticanista. Entonces retrocedí unos pasos y observé el paisaje en su majestuosidad. Eran nóminas. Sólo nóminas. Muchas bocas que alimentar y dos meses más cobrando.


Libertad Digital, 12 de junio de 2014

jueves, 12 de junio de 2014

Pasa la vida


Entre mediados de los ochenta y hasta el fallecimiento del dibujante Ramón Tosas, Ivá, en 1993, El Jueves cumplió escrupulosamente con el cometido de las revistas de su género, esto es, levantar a la actualidad por las solapas y, a golpe de ingenio y gamberrismo, sacudirle el boato. Antes de acostumbrarnos a El País, nos acostumbramos a aquel colorín arrugadizo que desarbolaba a los periódicos no sólo por el flanco de la sátira, sino también por el del relato de la vida cotidiana. En El Jueves se hablaba del Rey, de Roldán, de Conde, de Ruiz-Mateos... pero también del apogeo de la Lambada, de la eclosión de la metrosexualidad o de la dictadura de las camisas de paramecios.

Un historiador que pretendiera abarcar la vida cotidiana en España durante las postrimerías del siglo XX se vería obligado a consultar todos y cada uno de los números de El Jueves de esa época. Ninguna otra publicación le revelaría, con idéntica fiabilidad, cómo vestíamos, cómo hablábamos, cómo bailábamos, qué bebíamos e incluso cómo follábamos. No en vano, la mayoría de los autores que por entonces firmaban no cedió jamás en su empecinamiento semanal (y seminal) de ahormar el lenguaje, en el afán de hincarle la pluma a eso que, parafraseando a Rafael Mainar, que definió el periodismo como ‘la historia que pasa’, bien podríamos llamar ‘la vida que pasa’.

Ivá, por ejemplo, penetró en los arcanos del habla quinqui de la mano de un filósofo metido a chorizo que atendía por Makinavaja. Feísta por derecho, sus criaturas, últimos mohicanos de una Barcelona al borde de la extinción, aparecían representadas como cabezudos aplastados por un bocadillo por el que discurría, deprisa deprisa, la jerga del maleante: maco, pico, gusa, talego, mojá, fusca, hierro, mata, muere. Hablo de historias visualmente intolerables, de una espesura blanquinegra en la que había que adentrarse con machete, de una aventura gráfica que había de disfrutarse a contrapelo, con el mohín avinagrado con que se disfruta la absenta. Aquellas cajuelas atestadas de letronas lo eran todo menos una licencia retórica: además de librar un pleito con el espacio, Ivá era un hombre sin tiempo y al amigo del Maki lo llamó Moromierda.

Su otra venerable criatura, el sargento Arensivia de Historias de la Puta Mili, vino a enseñarnos que los militares no son sino quinquis con ínfulas, y que a eso apunta la tralla cuando la envuelves en una bandera. El peso de Ivá en aquella orquesta de virtuosos fue tan grande y específico que, tras su fallecimiento, siguieron publicándolo durante meses a modo de revival, una decisión que tal vez contribuyera a aliviar la economía de la revista, pero que se antojó un despropósito para cuantos gozábamos con sus historias. Después de todo, no había nada más contrario a Ivá que ir viendo, miércoles tras miércoles, a Maki sirlando en el vacío, sin padre, concierto ni leyenda.

También apreciaba en mucho el trabajo de Óscar, quien se sacó de la manga a un sociólogo de bata blanca, el profesor Cojonciano, para diseccionar los usos y costumbres de los españoles. Una de mis boutades más recurrentes consistía en comparar a Cojonciano con Josep Pla. No en vano, en aquel desternillante retablo de ‘escenas de cuñado’ palpitaba la misma agudeza viejoverdista que destilan los artículos del escritor ampurdanés. En abrevio: fue en un pase de pecho de Cojonciano, en la cúspide de una historieta dedicada a la procacidad masculina o, qué sé yo, la llegada del verano, donde vi a una de esas mujeres-bombón erguida sobre sus talones e interpelando al lector: “¡¿Y qué me dice de las miradas al coño, eh, qué me dice?!”.

Y Kim y su Martínez el Facha, y la Mamen de Mariel y Barceló, y el ¡Dios Mío! de José Luis Martín (que fue juzgado en 1984 por ultraje a la religión, a cuenta de un cómic titulado, ji, La Biblia contada a los pasotas), y Azagra y su Pedro Pico y Pico Vena, prodigioso tablón de anuncios por el que nos enterábamos del concierto punki del viernes que seguía a la publicación.

De vez en cuando claudico y me hago con algún Jueves con la esperanza de hallar en sus páginas una brizna de talento. Pero no. La dosis habitual: Paco Alcázar, Mauro Entrialgo, Pedro Vera... Más allá, un erial. Tíos malos. Malos de cojones. Debió de haberlas, pero no recuerdo una portada entre 1985 y 1993 que motivara algo parecido a una controversia nacional. No la recuerdo porque, en cierto modo, cada viñeta era una ‘portada’ y nunca hizo falta meter un petardo en cubierta (¡La monarquía contada a los podemos!) para tangar al lector.

De vez en cuando claudico y me hago con algún Jueves con la esperanza de tener de nuevo 20 años. Pero no.


Zoom News, 9 de junio de 2014  

El Gran Campechano


No conozco a nadie que sostenga con algo más que su risueña extravagancia que la monarquía, cualquier monarquía, es buena para el hombre. Por decirlo a la manera de Janet Malcolm: cualquier individuo que no sea demasiado estúpido o demasiado vanidoso sabe que la monarquía es moralmente indefendible. Proclamarse monárquico siempre me ha parecido una oposición vicarial al trono, una erupción declarativa que, de puro grotesca, sólo admite disculpa en los niños, los viejos y Jaime Peñafiel. Lo más cerca que he estado de ese círculo virtuoso fue en un almuerzo con otros periodistas en Casa Paloma, hará unos tres años, y en el que mi muy querido Salvador Sostres propuso un brindis por la reina de Inglaterra. El resto de los comensales (a excepción de Àngel Duarte y Xavier Fina, objetores sobrevenidos) alzamos la copa con él. No niego que Sostres albergue una honda convicción respecto a la bondad de la institución monárquica (ahí están sus hits en El Mundo para corroborarlo), pero mucho me da que lo que pretendía, más que celebrar la realeza, era torpedear el almuerzo de Maruja Torres, que se sentaba en una mesa contigua. (No en vano después de brindar por la reina de Inglaterra brindamos "por la Reina Madre", y a este brindis siguió otro "por el Estado de Israel").

Sin embargo, y a pesar de que los principios que informan lo monárquico son una reliquia, la figura de Juan Carlos I siempre me ha inspirado simpatía. Sus declaraciones a la prensa, en las que casi siempre asomaba una brizna de contento, de desparpajo, solían dibujarme una sonrisa, y me agradaba de veras que se dijera de él que era un "cachondo". De algún modo, la inopinada alternancia entre la vida floja y el envaramiento protocolario me instalaba en la certeza de que, bajo su égida, estábamos a salvo. Ojo, no me refiero a que estaba a salvo el parlamentarismo o la democracia, que también, sino a algo remotamente parecido al bienestar, al porvenir, a la diseminación entre la ciudadanía de una porción de ese mismo desparpajo. A la felicidad, sí, por qué no decirlo. El Rey, con su inviolabilidad a cuestas, con su aura de última frontera, representaba una suerte de gozne moral. Por muchas y variadas que fueran las insensateces de nuestros gobernantes, detrás había un rey, un buen rey, un hombre cuya conducta, hasta donde alcanzaba la vista, no era susceptible de incendiar Twitter. Es fama que hubo un día en que la vista alcanzó hasta Botsuana.

En la hora de su abdicación, parece brotar en España un conato de republicanismo que, paradójicamente, se sustancia en el pedigrí, en lo cool. Así, y frente a la evidencia de que, de la mano de Don Juan Carlos, España ha vivido el más largo periodo de prosperidad de su historia, los sedicentes partidarios de la República te rocían con su agua bendita: "Es que yo soy republicano"; sortilegio cuyo subtexto no parece ser otro que: "A diferencia de ti, que no eres sino un súbdito".

Que el denominado Procés no es un mal catalán, sino enteramente español, se aprecia estos días en las plazas de toda España; ahí donde, envuelto en banderas tricolores, el pueblo clama dignidad como lo haría un ejército de tunos enamorados de sí mismos.


Libertad Digital, 4 de junio de 2014

miércoles, 11 de junio de 2014

De qué hablamos cuando hablamos de centro social


Lo que sigue es el programa de Can Vies correspondiente a 2013, esto es, el diario de a bordo de sus okupantes en ese año. Las anotaciones se hallan extraídas del blog 'Can Vies. El barrio en pie de guerra', y han sido traducidas al castellano y liposuccionadas para la ocasión. Por lo general, los posts de ese blog cumplen la función de agenda informativa; son, si se quiere, una suerte de encefalograma aproximado de lo que, en el lenguaje okupa (¡y en el lenguaje de la prensa de referencia!), se presenta bajo el marchamo de 'actividades de centro social'. Los autores utilizan el género femenino para referirse a colectivos que, obviamente, incluyen hombres. Lo hacen en virtud de una sobreactuación (postureo, por decirlo en castellano férreo) que trata de neutralizar la tradición y quién sabe si la vida. Sea como sea, las aberraciones gramaticales (y, por consiguiente, morales) del blog, aparecen seguidas de un [sic], esto es, de un suave descargo de responsabilidad.

27 de enero. Proyección de la película Operación Garzón, que versa sobre lo que los portavoces del Centro Social Autogestionado Can Vies (CSA) denominan “razzia contra el independentismo catalán”, ordenada en 1992 por el magistrado Baltasar Garzón, y en la que fueron detenidas unas 60 personas presuntamente vinculadas a la organización terrorista Terra Lliure.

29 de enero. Comunicado por el que el CSA Can Vies se congratula de la sentencia judicial favorable a los trabajadores de Transportes Metropolitanos de Barcelona Saturino Mercader y Josep Garganté, a quienes la empresa había denunciado por injurias. 27 de febrero. Muestra fotográfica de arte agitativo [sic] “Can Vies no se toca”.

1 de marzo. Comunicado por el que el CSA se congratula de la sentencia que obliga a Transportes Metropolitanos de Barcelona a readmitir a Andreu de Cabo, que había sido despedido en 201214 de marzo.Cuarta sesión del ciclo de cine de temática feminista/lgtbi/queer, organizado por el grupo de mujeres de Can Vies y La Fondona.

27 de abril. Charla sobre la historia y el desalojo del gaztetxe Kukutza, en el barrio de Rekalde, en Bilbao, con presencia de “compañeros que participaron en el proyecto”. Presentación de la campaña en apoyo de “las detenidas” durante el desalojo, que lleva como lema “Ni ere egon nintzen” ( “Yo también estuve”)

25 de mayo. Comienzo del ciclo de cine “kinki”, que incluirá la proyección de las películas Perros callejeros; El pico; Yo, el Vaquilla y Navajeros.

28 de mayo. A las 17 horas, manifestación solidaria con los huelguistas del 29M; a las 20 horas, presentación de la campaña “Ni precintos ni silenciamientos”; a las 20.30 horas, charla sobre espacios disidentes con el antropológogo Manuel Delgado; a las 22 horas, concierto sin licencias [sic] y música hasta las 2.

3 de octubre. Jornada de apertura “Octubre trans” (vermutillo, taller de autogestión del glamour, presentación de actividades, cenador, karaoke y dj’s).

4 de octubre. Kafeta Antifa. A las 19.30 horas, proycción del documental “La lucha antifascista en Grecia”; a las 22 horas, cena a base de pinchos; a las 23 horas; karaoke antifa.

9 de octubre. Convocatoria de la concentración contra el 12-O bajo el lema “Paremos el fascismo”.

15 de octubre. A las 20 horas, charla-debate sobre el proyecto de almacenamiento de gas Castor. Seguidamente, cena a base de butifarra negra de arroz y vino de la Terra Alta, y concierto, con la actuación de los conjuntos Jon y el cojo de las chin-che y Música ebrenca.

18 de octubre. Kafeta Antiparlamento. 19 horas. Explicación, novedades y debate en torno al caso 15-J (el asedio del Parlamento catalán, y en el que participaron colectivos de okupas e indignados); a las 21 horas, cena a base de pinchos; a las 22 horas, concierto, con la actuación de los conjuntos Cacas Blankas y Pedro Batalla.

22 de octubre. A las 12 horas, tienda gratis en la calle: “Deja lo que no utilices; llévate lo que necesites”. Después, vermut.

28 de octubre. Comienzo del taller de muay thai.

29 de octubre. Kafeta Gaztetxe. Pizza casera, birras y tienda gratis.

31 de octubre. A partir de las 21 horas, fiesta de la castañada, con castañas y vino moscatel, amenizada por los conjuntos Rage to Antonio Machine, Mateolika, PD Sesión Skatalítica. Hasta las 2 de la madrugada, música no comercial [sic].

6 de noviembre. A las 20.30 horas, explicación de la situación del edificio okupado La Carboneria por parte de compañeras [sic] de este centro. Después, pinchos, cantautora y música hasta las 2.

20 de noviembre. Jornadas y varietés para la eliminación de la violencia de género contra las mujeres [sic], y que incluyen, entre ese día y hasta el día 26, una marcha en bicicleta, la proyección de la película Te doy mis ojos, una marcha de antorchas, dos charlas debate, un pasacalles y un almuerzo 5 de diciembre. Kafeta Músicos De Can Vies, con la actuación de los conjuntos Animales de Kostumbres (versiones punk) y los DJ Clandestino Sound, DJ Sendo, DJ Cubero y DJ Juanma (ska y punk).

9 de diciembre. Difusión local [sic; muy probablemente el término ‘difusión’ aluda a una pegada de carteles] de las Jornadas Contra los Abusos de Poder (JCAP), que llevan por lema “De Pedro Álvarez a Juan Andrés Benítez. 25 años de impunidad policial”.

10 de diciembre. A las 18 horas, taller de serigrafía; a las 19.30, charla de los casos Bolan Kny, Hellín y CNT Cornellá.

11 de diciembre. A las 19 horas, charla “Relaciones de poder e impunidad policial en Cataluña”.

12 de diciembre. A las 19.30 horas, charla “Utilización del aparato legal como represión”.13 de diciembre.A las 18 horas, tarde de cine contra los abusos de autoridad; a las 22 horas, kafeta (pinchos veganos14 de diciembre.A partir de las 11 horas: mural, títeres antirrepresivos, teatro parodia.

15 de diciembre. A las 12 horas, homenaje a Pedro Álvarez. Ofrenda floral en el lugar en que fue asesinado [sic]; a las 17 horas, manifestación unitaria contra los abusos de poder.


19 de diciembre. Kafeta anticonsumista. Cata de vinos ecológicos.

28 de diciembre. Concierto, con la actuación de los conjuntos Butrón (punk grind barcelonés) y Defaite (punk rock gabacho).


Zoom News, 2 de junio de 2014

Nomenclátor


Centro social. Inmueble allanado por no más de una veintena de ultraizquierdistas, que establecen allí su guarida invocando el derecho a techo y desde donde difunden propaganda antidemócrata mediante asambleas, cinefórums y fiestas.

Modelo de ciudad (ausencia de). Sintagma al que aluden los allanadores para justificar su allanamiento, en el sobreentendido de que la ausencia de inmuebles desde los que irradiar propaganda antidemócrata mediante asambleas, cinefórums y fiestas es una provocación del sistema.

Desalojo. Desalojo.

Violencia. La quema de unidades móviles de televisiones, el apedreamiento de escaparates de comercios y el corte de calles con contáiners incendiados no es violencia, sino, al decir de los violentos, una expresión de violencia. Se trata, en fin, de asimilar el lenguaje del modelo de ciudad al del terrorismo etarra, que siempre tuvo el tiro en la nuca por expresión de violencia.

Pacífica. Dícese del cariz de la manifestación convocada por los allanadores en respuesta al desalojo ordenado por las autoridades, en la que se corean consignas contra la policía, la democracia (burguesa) y la prensa (burguesa).

Violencia 2. El monopolio de la violencia lo ejerce el Estado. Que un filoterrorista como David Fernández, el sandalio de la CUP, equipare la violencia de los Mossos a la violencia de los violentos; que este individuo, en fin, afirme sin inmutarse que un servidor del orden pueda equipararse al más gallardo levantador de piedras da cuenta del coladero que está siendo nuestra bendita democracia.

Vecinos. Uno de los rasgos que caracterizan a todo colectivo filoterrorista es la certidumbre de que no está solo, de que los vecinos y los lugareños y los ciudadanos les apoyan; de que el mundo, en fin, es aire de su aire. De hecho, el filoterrorista (ver Violencia) no es sino producto de una frustración que nadie hasta ahora se había atrevido a denunciar. El barrio entero, ay, clamaba por un concierto de La Polla Records, suspiraba por que cientos de punkies se mearan en los portales, pero, claro, hasta que los okupas no llegaron no hubo forma. Se mire por donde se mire, un inmueble okupado es, ahora y siempre, el jirón de un sueño.

Democracia. Democracia.


Libertad Digital, 28 de mayo de 2013

Mesa para dos


Mujer y restaurante forman un binomio confuso, acaso gobernado por una desafección tan antigua como inmune al auge de la gastromanía. Ellas desprecian el comer (no la comida, ojo, sino el comer; hay un matiz), y nada, ni siquiera las tapas nitrogenadas y demás apoteosis de lo aéreo, logran persuadirlas de que no hay lugar más tremebundo que la mesa de un restaurante ni esparcimiento más siniestro que eso que en Cataluña llamamos ‘entaular-se’, cuyas connotaciones, siempre despreciables, carecen en castellano de una voz que las iguale. No en vano, ‘entaular-se’, de taula (mesa), remite a un encajonamiento casi estabulario, a una suerte de prisión pasajera y, por ello mismo, doblemente eterna. ‘Entaular-se’, en fin, es algo así como el reverso omnívoro de la ‘petite mort’, un paréntesis en el discernimiento entre el bien y el mal del que conviene guardarse. La aversión femenina al rito del yantar, ya digo, ha vadeado océanos de tiempo para llegar exultante a nuestros días, pasando por encima del cocktail de gambas, aguacate y salsa rosa, los volovanes rellenos de atún, las espumas de crema catalana, la tortilla deconstruida y el helado caliente. Lo que sigue es un decálogo para el tiempo en que todo era inocente y el restaurante competía de en pie de igualdad con el cine, los paseos o un concierto veraniego. Un decálogo, en efecto, perfectamente inservible, como cualquier poética o tratado que se precie de trascendente, y que aviva el recuerdo de aquel atardecer en que ella dijo “sí, claro, me parece estupendo”. Habían abierto un nuevo ‘gastro’ en el barrio y el tren de la modernidad pasaba por allí. Qué no sería yo si entonces hubiera sabido todo esto.

1) Cuando te dé a probar su tarta de chocolate, no cometas la insensatez de rebañar el vértice de la porción y ataca, preferentemente, la costra del perímetro. Ten en cuenta que el fin del ofrecimiento no es que paladees el chocolate, sino que mutes en tuneladora, que hagas de picador, ay, allá en la mina.

2) Deja que el vino lo sirva ella. Les chifla hacerlo; tal vez en su psique devenga una suerte de amamantamiento simbólico, algo así como un derrame consentido de maná.

3) Una de las formas que eligen para poner las cartas sobre la mesa son las sentencias del tipo “yo nunca he sido muy de bacalao”. Si tal fuera el caso 1) no trates de persuadirla con las virtudes del bacalao, 2) inclínate levemente hacia ella, y 3) escucha con un rictus de dulzura el trauma adolescente del que proviene esa desafección (y todas las que la noche vaya deparando, en plan ‘no sé si te he contado que el Licor 43 y yo somos incompatibles porque hubo un día en que se me fue la mano con la piña).

4) Nunca, bajo ningún concepto, comas menos que ella.

5) Resiste la tentación de abandonarte a la nostalgia freak, esto es, evita en lo posible que la mención del bacalao te aboque al aceite de hígado de ídem que denostaban los gemelos Zipi y Zape. ¿Cómo? ¿Que no recuerdas a los Zipi y Zape? No me entusiasmaban tanto como Anacleto o El botones Sacarino, pero debo admitir que los secundarios de la serie (Sapientín, Peloto o aun el mismo Pantuflo) conformaban una magnífica galería sociológica. De todos modos, mi serie predilecta era 13 Rue del Percebe. Había en la azotea un moroso al que acosaban los acreedores y que solía fortificar la puerta y que… Cuando llegues al tendero de la planta baja, la conversación será ya un soliloquio intolerable. Lo sabrás porque ella habrá dejado de servirte vino.

6) Fíngete intrigante. A mí, por ejemplo, una de las tretas que suele darme resultado es nublar la mirada y declamar: “Siempre se habla de la inutilidad de la última rebanada del pan bimbo; en cambio, nadie ha hablado jamás de la inutilidad de la primera”. Luego vuelvo en mí, pestañeo como si les acariciara los labios y exclamo: “Qué tontería, ¿no?”.

7) Hazte el atormentado. Si te pregunta: “¿Y esa cicatriz?”, responde: “Si no te importa, preferiría no hablar de ello. Al menos, no por ahora”. (He de admitir que este punto es mi flanco más débil. Mis “frecuentes indiscreciones”, como dice mi amigo A., se vuelven incluso contra mí.)

8) Drógala.

9) Si el jefe de sala o alguno de los camareros te brinda un trato especial, no estires la conversación para hacerle notar tu caché. Tratándose de hombres, el “cómo va todo” es una suerte de big bang que tiende al ordenamiento del mundo en grupos de Champions.

10) Cuando llegue el instante en que diga “ji, ji, ji… empiezo a sentirme un poco mareada”, sírvele otra copa. Ese gesto propiciará que ella siga columpiándose en el eufemismo del mareo en lugar de saberse borracha.

Unfollow, 26 de mayo de 2014

Todas las camorras del mundo


Una de las razones por las que Gomorra me pareció una obra fascinante es el punto de vista que adoptó Roberto Saviano para escombrar Nápoles. En algunos pasajes asemejaba un pintor callejero de mujeres soles; en otros, un imberbe deslumbrado ante la sórdida belleza del crimen, acaso un motorista licencioso al que, antes que el tráfico, incumbía el trémulo visillo de un ventanuco. Había en el Saviano de Gomorra una suerte de precursor de Jep Gambardella, el pseudobartleby de La gran belleza; un Gambardella, entiéndase, que aún no hubiera malbaratado sus sueños entre lingotazos de cinismo.

Aquel Saviano perplejo da paso, en CeroCeroCero, a un escriba recluido en el ancho mundo, lo que determina que la obra sea, antes que un reportaje, un informe; todo lo condimentado y embellecido que se quiera, pero un informe al fin y al cabo. Por eso, entre otras razones, carece de making of, si bien este rasgo no deja de constituir un alarde de coherencia: el making of de Saviano ya no es otro que la más ultrajante tiniebla. En este sentido, y como no puede ser de otra forma, la obra hurta al lector las condiciones en que se efectuaron las pesquisas, las entrevistas, los rastreos (aunque la mayoría de los capítulos, insisto, desprenden el inconfundible aroma a naftalina de los expedientes policiales). Hay una incógnita, empero, a la que no dejo de dar vueltas: ¿Consumió Saviano cocaína para elaborar su ensayo? No parece una cuestión irrelevante, máxime teniendo en cuenta esos apartes pseudopoéticos consagrados a la fisiología de la euforia.

Paradójicamente, el embozo del oficio abre la espita de la hinchazón retórica. En otras palabras: ante la imposibilidad fáctica de incrustarse en el relato (lo que no se puede decir, no se debe decir), Saviano estampa su sello en forma de absurdos tautológicos del tipo «México no se puede definir. Es solo México. Es México y basta», o prodigándose en el caracoleo sabihondo del que está de vuelta del infierno mismo, o abusando hasta la náusea de sentencias a lo 'tú, lector, que crees saber y no sabes un carajo…'. Las casi quinientas páginas de CeroCeroCero, en fin, dan para un cuaderno de agravios, entre los cuales habrían de figurar esa pulsión alucinada por la que cada mafia es más sanguinaria que la precedente, o el intento de anabolizar el texto con la especie de que el negocio de la coca no es sino una versión refinada (nunca mejor dicho) del capitalismo, o la insinuación de que el tráfico de cocaína por parte de las FARC es menos execrable que el que practican los cárteles, quién sabe si en virtud de una ignota derivada del «comercio justo»,  o la porfía en aseverar que la cocaína gobierna el mundo, sin que medie en tal aseveración el menor asomo comparativo con el sexo, el juego o la industria armamentística.

Lejos de mi intención aplicar a Saviano la reticencia que emplearía para recomendar o denostar el último bistró del Ensanche. Remedando al Semprún de La escritura o la vida, que se interrogó acerca de la presunta inmoralidad de que Buchenwald fuera susceptible de ennoblecimiento literario, me pregunté si no sería impertinente desenvainar el bolígrafo rojo con un autor que, al cabo, se juega algo más que la vanidad y los royalties.

Me dije que sí, que no habría peor desprecio que enterrar el reportaje en la clase de elogios maquinales que reservamos a los críos que adolecen de impericia.

También me dije que CeroCeroCero, aun siendo cautiva del personaje Saviano, es un portentoso mapeo del siglo, y que entre sus méritos ha de contarse su semejanza con Contra el cambio, de Martín Caparrós, para quien, obviamente, también el vector que regía el mundo no era otro que el de su negociado, en este caso, el cambio climático. No obstante, a diferencia de la multicrónica de Caparrós, Saviano se halla atrapado en un siniestro damero que no le permite más treguas que las de la magra nostalgia de futuro, la de aquellos días en que surcaba la bahía en una barquichuela y todo, incluso el prurito de estar vivo, se hallaba por delante.

No osaría decir que la lectura de CeroCeroCero debe ser una ordenanza cívica, pero estoy convencido (y ni siquiera firmemente) de que el progreso de la humanidad pasa por familiarizarse con el empeño de un hombre que, luego de sufrir la amenaza de la camorra, ha tomado la audaz resolución de retar a todas las camorras del mundo, cristalizando en pavorosa verdad la expresión «huida hacia delante», que a partir de ahora ya no podrá emplearse en vano.


Jot Down, 15 de mayo de 2014