jueves, 31 de diciembre de 2015

Para la cinta

La CUP viene cosechando el elogio de ciertos opinadores que, aun estando en las antípodas de dicha formación, la consideran un dechado de coherencia, rectitud y honestidad, por cuanto cumple escrupulosamente aquello que promete. "Se podrá o no estar de acuerdo con lo que dicen", claman los colegiados, pero "en modo alguno se les puede acusar de falta de integridad". Estrangulando el argumento, no conozco político más íntegro que Hitler. Se podrá o no estar de acuerdo con lo que hizo, pero fue lo que dijo que haría. Y lo cumplió, claro, coño si lo cumplió: ni con el enemigo a las puertas cesó en el exterminio de judíos.

Acaso convenga recordar que el objeto de tan pulquérrima asamblea no era otro que votar la forma en que había de violentarse el orden constitucional. En este sentido, me produjo verdadera vergüenza ver cómo la prensa (burguesa, claro está) asumía la jerigonza #ANECUP de los cuatro puntos, lo que equivalía a higienizar el pensamiento legañoso de los 3.000 coreanos que allí se daban cita. El hecho de que, además, la mayoría de los medios narrara el acontecimiento a la manera del carrusel deportivo, esto es, remedando la retórica amigable del penalti en Las Gaunas, ilustra hasta qué punto el reaccionarismo forma parte del mainstream. Y evoca a aquel García, ay, que hace 35 años retransmitió el tejerazo. Eso sí, con la congoja del que intuía que en ese intento nos iba algo más que la décima.


En cualquier caso, niego la mayor respecto a la presunta pulcritud de la asamblea, pues, por las informaciones que han ido aflorando, fue más bien un apaño plagado de anomalías. Empezando por los 60 asambleístas que aterrizaron mediada la segunda votación, siguiendo con una agrupación (que se sepa) que envió más delegados que votantes tiene la CUP en la localidad, y acabando con Enric Marco, cuya espectral asistencia vino a recordar, siquiera por ósmosis, que la democracia que ahí acontecía era una absoluta ficción. Después de todo, y al igual que el ex presidente de Amical Mauthausen, qué es la CUP sino una turba de falsos represaliados.


Libertad Digital, 29 de diciembre de 2015

lunes, 28 de diciembre de 2015

Patinadores en Montjuich


Cursé EGB en el colegio Bosque de Montjuich, en la montaña del mismo nombre, una suerte de pulmón al que Barcelona trataba de someter desde hacía un siglo, y que, pese a los sucesivos embates urbanizadores, conservaba intacto su carácter feraz, tan propicio para toda clase de fantasías. A mediados de los setenta, en las inmediaciones de la escuela se levantaba un poblado chabolista cuyos habitantes, familias gitanas venidas del Somorrostro, eran más bien amigables. No ocurría lo mismo con los calés del Parque de Atracciones, de quienes se decía que eran los más encallecidos navajeros de la ciudad; más certeros con la faca, si cabe, que cualquiera de los Jodorovich o Correa. Fantasías, ya digo, rebozadas en fantasías; aventis de intemperie que cada generación legaba a la siguiente no sin antes haber vertido las suyas. La primera lección de escritura que me impartió la vida fue que no siempre una capa más engrandecía el relato. Las más de las veces, de hecho, la porfía en los detalles sólo suponía un poco más de aparatosidad, casi siempre en detrimento de la verosimilitud y, ay, del misterio, y es que ninguna leyenda que mereciera la pena tenía más ingredientes que unos puntos suspensivos. Así la de los quinquis karatecas, una banda de salteadores que aguardaba a sus víctimas en las copas de los árboles que silueteaban los senderos, y caían sobre ellas como ardillas voladoras; o la del hombre del hacha, un vagabundo con malas pulgas y acento francés que escondía un hacha ensangrentada bajo el abrigo; o la de la curva de la muerte, cuya superioridad respecto a las anteriores era su existencia misma.

La curva de la muerte, también llamada de la Rosaleda por el parque contiguo y del Etnológico por el museo en torno al cual despliega su arco, es un viraje de 180 grados en mitad de una de las pendientes más pronunciadas de Montjuich. Cerrada sobre sí como una espiral interminable, la trazada por el borde interior (esto es, según se desciende, pues la vía es de doble sentido) resulta casi suicida debido al desnivel, al punto que ceñirse en exceso al seto que cierra la calzada es arriesgarse a caer de bruces. Así, en bajada, es como solían encarar la curva las motos y los bólidos que, durante buena parte del siglo XX, retumbaron a 150 metros sobre el nivel del mar. Entre 1932 y 1986, en efecto, Montjuich fue, además de una rara excrecencia en el sky line de la Ciudad Condal, un autódromo semipermanente donde llegaron a disputarse grandes premios de motociclismo y Fórmula 1. Las carreras comenzaban en la Recta del Estadio, que, treinta años después de la última competición, sigue conociéndose por ese nombre, Recta del Estadio, en lugar de por el de Avenida del Estadio, que es el que le corresponde oficialmente. La recta culmina, al llegar al coliseo olímpico, en un cambio de rasante tan vertiginoso que, según decían las crónicas de antaño, los autos planeaban como aviones. Tras el aterrizaje, una curva a la izquierda los escupía hacia la curva de la muerte, de la que sólo se salía ileso aminorando la velocidad hasta casi detener el vehículo.

Quienes no pulsaban el freno eran los skaters que a principios de los ochenta, se retaban en descensos a tumba abierta desde el Fonoaudiológico, el Fono. A semejanza de los quinquis karatecas o el hombre del hacha, nadie los había visto salvo por la vislumbre que propician las fábulas. En uno de aquellos corrillos colegiales, Foschini llegó a asegurar que en la curva'la-muerte (cedimos a la economía del lenguaje para aligerar el complemento, nunca para elidirlo) acostumbraba haber restos de sangre al día siguiente de las justas de monopatín: probablemente había muertos a docenas, y si no eran noticia era porque los supervivientes ocultaban los cadáveres en las inmediaciones del castillo, en lo alto de la montaña.

En el umbral de los años ochenta, y como quiera que nuestro lenguaje se nutría de la tele, pusimos en práctica la palabra 'psicofonía'. Si había cadáveres, obviamente, tenía que haber espíritus. Ciertamente, la grabadora de Michavila no parecía el artefacto más adecuado para aprehenderlos, pero bastaba con guardar silencio, concentrarse y escuchar atentamente para distinguir, entre el fragor del bosque, el gemido de ultratumba de los patinadores suicidas.

Los viernes, en el autocar que nos trasladaba del colegio a la piscina (la única instalación de la que carecíamos en un colegio que, por lo demás, disponía de millones de campos de fútbol, todos ellos superpuestos); de camino a la clase de natación, decía, la bulla se interrumpía de cuajo cuando el chófer entraba en nuestra curva y la niebla, o lo que a nosotros nos parecía niebla, se adueñaba del día para disiparse como por ensalmo en cuanto, al avistar de nuevo la recta, volvíamos al redil de los vivos.

Hoy, vencidas la juventud y la adolescencia, ya en esa edad equívoca, puramente ilusoria, que da en llamarse madurez, suelo subir a Montjuich a correr, que no es sino una forma de recordar. Con el afán, no siempre vano, de zambullirme en la curva y renovar las ganas de seguir recordando, que no es sino una forma de habitar el mundo.


Club Pont Grup Magazine nº 10; 21 de diciembre de 2015 

Argumentario para un acuerdo PP, PSOE y C's

La reina maga, la continuación de la guerra civil en el callejero, "Lávese la boca, señor Rivera, antes de decir 'sí se puede'", Barcelona se suma a la declaración de ruptura del Parlamento de Cataluña, Navarra echa al Rey de la ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Viana, "San José es republicano y la virgen socialista y el niño que está en la cuna es marxista-leninista", "El PP y el PSOE son criminales a los que vamos a desahuciar del Congreso", "Orgull, orgull!", Pablo Iglesias rompe a llorar en el mitin central de Podemos, "Es preocupante que no podamos diferenciar entre unas declaraciones de Susana Díaz y unas de Esperanza Aguirre", escrache de la PAH a las sedes de PSC, PP y Ciudadanos, con pintadas de "nazis" en la oficina electoral de estos últimos, "Si Podemos gana las elecciones generales, habrá un referéndum en Cataluña", "Mejías fue concejal y diputada del PP durante 11 años y Girauta se presentó tres veces en las listas del PP", "Se ha fallado en estructurar a mucha gente que no ve otra salida que inmolarse", "Madrid qué bien resiste, mamita mía, los bombardeos", "Noté a Rivera como sobreexcitado, como eso que a veces te pasa, que has hecho algo y estás como muy excitado...", "Empezamos lanzando una piedra en el estanque...", "Somos una máquina de amor...", "Y entonces dijo el colibrí...", "Para navegar no hay que cortar tablas ni trazar mapas; para navegar hay que crear anhelo de mar en las mujeres y los hombres...", "No hay un lugar en España donde se respire más amor que en esta plaza", "Como gritábamos en los 20-N de antaño, nazi de día, de noche policía", "All Cops Are Bastards", "¿Te acuerdas de aquel compañero de instituto, no especialmente listo, que no pudo ni ser policía y se hizo segurata? Pues ahora te puede detener", "Lo que se ha votado es un cambio de sistema, el fin del turnismo entre PSOE y PP", "Váyase a casa, señor Rajoy", "Ada Colau llamó criminales al PP y al PSOE, sí, pero en tono dulce y amable, como es siempre el tono de Ada Colau", "Yo presento un programa que luego se vende a Irán o a quien quiera", "¡Adiós 1978, hola 2016!", "Los ojos de Pablo Iglesias dicen la verdad".


Libertad Digital, 25 de diciembre de 2015

La piña

Ciudadanos tenía el viento de cola, lo que en España se traduce en el beneplácito del gran empresariado, el favor de Prisa y el sobe de Pablo Motos. Y ni por ésas. Acaso fiado al "peor es meneallo", Albert Rivera optó por una campaña monocorde, anodina y frívola. La imagen que mejor sintetiza la propuesta de C's es esa piña que sus dirigentes gustaban de formar al término de cada mitin, haciendo de la política un foro de vendedores tupperware. 

Ciudadanos fue, en su origen, una osadía intelectual, la respuesta de un puñado de hombres libres al yugo nacionalista. En su ideario se entreveía, antes que el melindro de la Segunda Transición, la vigorosa Tercera España. En otras palabras: la urgencia histórica de Ciudadanos nada tenía que ver con el contrato único, que a mí, por decirlo a la manera de Umbral, me importa muy poco.

La forma en que Rivera orilló la cuestión catalana (al punto de decir que "entendía" a los independentistas, a todos y cada uno de los dos millones de independentistas) o el modo como trató de unir su destino a la llamada nueva política (esa complicidad, ay, tan corporativista, tan de la vieja política) prefiguró la deriva de C's del centro a la equidistancia. Los escuálidos 5 diputados de Cataluña, cuando todas las encuestas, cuando menos un mes antes, apuntaban a C's como ganador en la comunidad, dan la medida de su insignificancia.

La comparecencia en televisión, cuando se empezó a tener noticia de la debacle, de José Manuel Villegas, arquitecto, junto con Fernando de Páramo y Fran Hervías, de la estrategia de Ciudadanos, no dejó lugar a dudas. "Las nuevas fuerzas sumamos", dijo el vicesecretario del partido, hablando también en nombre también de Podemos y haciendo buena la impresión de que Ciudadanos es, antes que clamor de piña, estruendo de piñazo.


Libertad Digital, 20 de diciembre de 2015

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Yo también estuve (en el Muñoz Seca)


El homenaje que Libres e Iguales tributó anoche a Albert Boadella en el teatro Muñoz Seca alimentó una incógnita: ¿se inspiró Jordi Pujol en el cómico para entregarse al delito? Quien aventuró esa posibilidad, al hilo de la coincidencia entre el estreno de Ubú president y el despegue de la carrera criminal del segundo, fue Arcadi Espada. Según su aviesa especulación, la obra de Boadella fue tan retorcidamente profética que, de hecho, bien pudo instigar el delito a fuer de prefigurarlo. Al cabo, y como es fama, la naturaleza imita al arte, y la boadelliana de Espada fue, ante todo, una sobrecogedora teoría sobre el arte. Minutos antes, Cayetana Álvarez de Toledo, que calificó a Boadella de "español ideal" (por oposición al tan cacareado "catalán ideal"), había excitado el paladar del público leyendo algunos de los insultos de que había sido objeto el dramaturgo catalán. Tan sólo eché de menos el sonoro "hijo de puta" que el crítico teatral Joan de Sagarra evacuó en la Monumental una tarde de mediados de los noventa, a sabiendas de que Boadella estaba en uno de los tendidos. La omisión, no obstante, es comprensible. El (pertinaz) antiboadellismo también ha arraigado, ay, en la tradición oral, y Cayetana atendió únicamente a la escrita; así, de su retahíla de hostilidades quedaron excluidos el vocerío y los sprays; también, necesariamente, los odoríferos. Cuando, en diciembre de 2005, Boadella presentó en Gerona el manifiesto de la plataforma cívica Ciutadans de Catalunya, un grupo de nacionalistas tomó el vestíbulo del hotel que acogió el acto y uno de ellos (asaz viscoso, asaz hermafrodita, y que hoy debe de ser secretario de juventudes o director general de Aculturaciones) roció a Boadella con uno de esos aerosoles. Como si fuera una cucaracha, en efecto. En este punto, Espada recordó que, de los tres diputados electos por Ciudadanos en las primeras elecciones a las que concurrió el partido, Antonio Robles, José Domingo y Albert Rivera, sólo el primero se hallaba entre los casi 300 espectadores que arropábamos a Boadella en el Muñoz Seca. Domingo, entiéndase, fue la torna de Rivera, desatento, en general, con los intelectuales que alumbraron el camino, y hostil, en particular, al legado de Arcadi Espada. De la glosa del oficio se ocupó Ramon Fontserè, que resucitó, además de a Daaaaaaalí y a Pla, a Ubú, un Ubú achacoso, decrépito y, sobre todo, contrariado. ¿A santo de qué esta ciudad, una ciudad que le había investido (¡a él!) con el título de Español del Año, se rendía ahora a un torracollons como Boadella? El amor lo puso Dolors Caminal, a quien soy incapaz de ver sin el matamoscas con que su marido la celebró en Adiós, Cataluña, en un pasaje que tengo por la más prodigiosa muestra de veneración a una mujer que jamás haya leído:

¡Pataplás! ¡Plas! Con el matamoscas que tiene siempre a mano, acaba de eliminar dos ejemplares molestos, en una nueva demostración de pericia, esta vez, con taza de café en la mano. Su habilidad en la caza del bicho invasor es prodigiosa: los liquida en los lugares más peliagudos sin causar estragos colaterales. Puede realizarlo sobre la pantalla de una lámpara, en el borde de un jarrón, en la cabeza de una estatuilla o en mi propio brazo. Lo que asombra de su gesto es su precisión, sin apenas precipitación, y empleando nada más que el esfuerzo exacto para poner fuera de combate al insecto, pero sin desperdiciar ningún sobrante de energía, cosa que, además, podría afectar a la integridad del objeto.

En ese mismo libro proclamaba el Bufón su deseo de fundar un partido donde él mismo -uno y trino- encarnase al presidente, al secretario general y al disidente. En la réplica al agasajo, Boadella satisfizo en parte esa vieja querencia, pues se escindió en Albert, el complaciente Albert, y Boadella, el desabrido Boadella. En un duelo interpretativo que apuraba ese otro gran leitmotiv del teatro de Joglars, la esquizofrenia, el primero agradeció el inmerecido homenaje conforme a la untuosidad retórica de, pongamos, los premios Goya o Max, y el segundo, ferviente defensor del orden público, se quitó la faja: "A mí lo que me gusta, sépanlo ya, es sentarme frente al televisor y ver cómo la policía carga contra los alborotadores; eso y los homenajes que, por supuesto, merezco". En el tira y afloja se impuso Albert con un argumento irrebatible: "Para que tú y yo comamos, Boadella, también hace falta que unos cuantos progres pasen por taquilla".

A modo de cesura, un documental de José Luis López-Linares (la clásica tarjeta plagada de dedicatorias) dio voz a Alfonso Guerra, Paco Mir, Félix Ovejero, Salvador Sostres, Xavier Pericay y hasta una treintena de boadellistas que dejaron su afecto en prenda. También hubo carcajadas: Bernat Jansà, hijo de la primera pareja de Dolors Caminal, contó cómo de niño Boadella trató de curar su irredento malhumor disfrazándolo de nazi y paseándolo por los alrededores de la casa nova de Pruit, para pasmo de los barceloneses que andaban de excursión. Y se vino arriba el Muñoz Seca como se viene arriba el Falla en los carnavales de Cádiz.

Entre las personalidades que ocuparon las primeras filas figuraban Esperanza Aguirre, Nico Redondo Terreros, Mario Vargas Llosa, Toni Cantó, Joaquín Leguina, Hermann Tertsch, Federico Jiménez Losantos… La caverna, en fin, en felicísima comunión. El despiporre llegaría con la posterior cena en El Pimiento Verde, que reunió, entre otros, a la propia Esperanza, Daniel Gascón, Aurora Nacarino-Brabo, Luca Costantini, Laura Fàbregas, Verónica Puertollano, Juan Arza, Carina Mejías, Patricia Jacas… Y, claro está, un Albert cada vez más abrumado y un Boadella cada vez más hosco, más huraño, un Boadella que no dejaba de tentarse la ropa, que es un modo como otro de calibrar el malentendido.

El 24 de octubre, un correo de Cayetana a Verónica había dado el pistoletazo de salida a los trabajos de preparación del homenaje. Un mes, veinte días y dos horas después, el homenaje rendía su último aliento. Había que celebrar el milagro y Arcadi, disfrazado de Espada, cantó "Esta noche me emborracho", su tango fetiche. Por la mañana, en Barcelona, habían atacado la sede de Ciudadanos y, ya en la calle, tuve ganas de cantar, con Silvio Rodríguez:


Soy feliz, soy un hombre feliz,

y ruego que me perdonen

los muertos en este día
por mi felicidad.


Libertad Digital, 15 de diciembre de 2015

Coetáneos

Uno de los tics más sonrojantes de la llamada nueva política es su terco afán autorreferencial. En el talent show del lunes por la noche, los dos concursantes adscritos a dicha corriente no dejaron de subrayar su presunta condición de novísimos. Lo hicieron, además, prefigurando una suerte de alianza cuyo único requisito de pertenencia es precisamente ése, la novedad. Así, Pablo Iglesias selló por triplicado su complicidad con Albert Rivera ("Podríamos entendernos en el asunto de las puertas giratorias"; "Estoy de acuerdo con las propuestas que ha hecho Albert"; "Estoy de acuerdo [con Albert] con que se puede reformar el Senado") y Albert Rivera, aunque no se prodigó tanto como Pablo Iglesias, fue más incisivo que éste a la hora de delimitar la frontera entre unos y otros: "Esto Pablo y yo lo hemos hablado y estamos de acuerdo, y espero que los viejos partidos se quieran sumar a los nuevos".

Respecto a Iglesias, sobra decir que, antes que lo nuevo, es el nuevo. No en vano, representa un mundo que, en las últimas semanas, en Argentina y en Venezuela, ha rendido (¡nuevamente!) sendos tributos de rebosante vejez. Por lo demás, que cite a Churchill erróneamente o asegure que los andaluces votaron algo parecido a seguir perteneciendo a España (ante el inquietante silencio del resto de los contendientes, lo que prueba que lo que aconteció no fue un debate, sino una demostración de contorsionismo verbal); tales desatinos, en fin, resultan menos reprobables por su futuro como político que por su pasado como docente. En este sentido, ocurre otro tanto con Manuela Carmena: no es tan preocupante que sea alcaldesa cuanto que haya sido jueza, y no una cualquiera.

En cuanto a Rivera, justo es decir que rebatió todos los argumentos humanamente rebatibles. Tanto es así que incluso se rebatió a sí mismo, y de modo retroactivo, al sugerir que había que "comprender" a los dos millones de independentistas catalanes que quieren romper España. Tan sólo miró para otro lado cuando Soraya Sáenz hizo ademán de quitarse la zapatilla: "Como se nota que no estaban ustedes aquí hace cuatro años". Se entiende, no obstante, que en ese punto callara como una ramoneta, pasando por alto el detalle de que lleva diez años en esto. Que su novedad, por decirlo en su jerga, es ya una novedad de rancio abolengo.


Libertad Digital, 8 de diciembre de 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

La Bataclán


Al poco de que sucediera, me pregunté si sería muy tarde para llamar a mis hijas; finalmente, me contuve: tampoco habría sabido qué decirles ni si tenía que decirles algo. Se me ocurrió que no tardaría en conocer a alguien, algún amigo o conocido, que relatara cómo él y su pareja habían cancelado a última hora el fin de semana en París, y aun un musiquero que diera cuenta de un concierto memorable en Bataclán. Tras los atentados en las Torres Gemelas, un compañero de trabajo fue contando, con raro alivio, que tres meses antes había estado en Nueva York y había visitado el World Trade Center. Andando el tiempo, los tres meses pasaron a ser una semana, quizás menos, y de no haber mediado la suspicacia de una muchacha de la redacción que estaba en todo, a saber si nuestro turista no se habría mimetizado en superviviente. Esa misma propensión al protagonismo, a fingirnos en el lugar en que la Historia, más que transcurrir, se cierne sobre nosotros hasta (casi) engullirnos, es la única acepción admisible del Je suis. También yo, claro, busqué este sábado mi lugar al sol, evocando para quien quisiera oírme los días del instituto en que, al salir del 55, en el paseo de San Juan, pasábamos por delante del bar Butyklán, en la calle Aragón, y masticábamos el nombre ruidosamente, admirados de la mera existencia de un garito con ínfulas de boite, hechuras de puticlub y ecos de longaniza hindú. También yo, en fin, encontré un atajo para ser, siquiera por unas horas, un ciudadano francés (¡un afrancesado!). Casualmente, al día siguiente había quedado para comer con unos amigos en un restaurante indio y, tal como había soñado, uno de ellos había estado en la Bataclán ("la Bataclán", dijo, elidiendo la palabra sala, a semejanza de ese reducto de extravagantes que en Barcelona solía decir "la Zeleste"). Su mujer parecía cansada y se lo hice notar. "He dormido poco, estaba preocupada por un amigo que tengo en París. De hecho, creía que al final no quedaríamos porque, claro, quién tiene ganas de nada después de lo de ayer". Estuve a punto de reponer: "¡Eso es precisamente lo que quieren los terrroristas, que dejemos de darnos el gusto!", pero me pareció que podía interpretarse por una ironía un tanto alambicada y lo dejé correr. (No pude sino sonreírme ante la posibilidad, ciertamente ridícula, de que comer pollo tandoori en compañía de seis amigos fuera un desafío al ISIS, y de pronto recordé la película Milou en mai, de Louis Malle, con Michel Piccoli promoviendo el mayo francés... ¡en la mansión familiar!) Ya en casa, cada vez que leía una noticia sobre la matanza tildaba mentalmente la palabra Bataclán, que rara vez venía como aguda. Lo había estado haciendo durante todo el día, y sólo en ese instante me percaté de que también esa tilde era un jesuis, una forma como otra de hacerme pasar por vivo.


Libertad Digital, 18 de noviembre de 2015

lunes, 16 de noviembre de 2015

La jefa

ILUSTRACIÓN: 
"Una andaluza de Jerez de la Frontera defiende la autonomía catalana frente al embate soberanista". Semejante titular, plausible donde los haya, merecería haber visto la luz entre la fronda de noticias que estos días se han ocupado del drama que acaece en el Parlament. Jon G. Balenciaga

Inés Arrimadas, en efecto, se ha constituido en azote de Artur Mas y su patulea, entre la que incluyo a la CUP y aun a CSQEP. Cuando, el pasado 3 de julio, y coincidiendo con su trigésimo cuarto cumpleaños, se convirtió en candidata a la presidencia de la Generalitat por Ciudadanos, el recelo se apoderó de quienes creíamos que la amenaza nacionalista aconsejaba, casi exigía, que Albert Rivera se embutiera en el traje de Superman y compareciera en la contienda. Arrimadas, a qué engañarnos, no inspiraba confianza, ya fuera por su inexperiencia en grandes lides, por su aparente fragilidad o por esa ronquera que parece preludiar una fatal afonía.

A mediados de julio, entrevisté al eurodiputado Juan Carlos Girauta para el libro Alternativa naranja (Debate), que firmo con el periodista Iñaki Ellakuría. Preguntado por Arrimadas, Girauta me aseguró que estábamos ante una de las figuras más prometedoras del panorama político español. "Inés", prosiguió, "no sólo es brillante; además, es una de las personas más perseverantes que he conocido; en las reuniones de la ejecutiva, por ejemplo, defiende sus puntos de vista con un empeño extraordinario; y créeme, como rival puede llegar a ser terrible, agotadora. A mi juicio, Artur Mas tiene un problema. Además, el hecho de que sea mujer le va a dificultar aún más la papeleta, porque conociendo a Mas, no va a saber qué trato dispensarle para no ser descortés. En definitiva, un problema; si no, al tiempo".

Ciertamente, Girauta no se equivocaba, pero es probable que ni siquiera él sospechara entonces que Arrimadas se desempeñaría con el aplomo con que lo viene haciendo. Sus andanadas de cordura han restituido la dignidad del cargo de jefe de la oposición, que Oriol Junqueras degradó hasta lo inverosímil durante la pasada legislatura.

Por lo demás, basta imaginar en qué se habrían convertido las sesiones del Parlament sin las intervenciones de la gaditana para aquilatar debidamente la influencia de Ciudadanos en la vida pública catalana, una influencia que, a mi modo de ver, se resume en la certidumbre de que España es hoy, diez años después de que quince intelectuales divulgaran el manifiesto fundacional de la organización, un país mejor. Cuando menos, sigue siendo el país que era en 2005.

Asimismo, la proyección de la figura de Arrimadas sobre los veintitrés años anteriores a la emergencia de C's explica a la perfección por qué algunos comentaristas tildamos la autonomía catalana de "régimen", dicho sea no en el sentido de ausencia de democracia, sino en el de falla clamorosa en la calidad de la misma. ("¡El régimen del 78!", vocea el podemismo con ánimo de denigrar la monarquía parlamentaria, sin percatarse de que el único régimen que se tiene en pie en España es, precisamente, el catalán).

No en vano, entre 1980 y 2006, el PSC, abducido por el complejo ancestral de la izquierda, esto es, la identificación de progresismo con nacionalismo, nunca osó cuestionar los cimientos doctrinales de CiU, a saber: la perversa equiparación entre lengua, cultura e identidad, de la que se deducían el llamado "hecho diferencial" y su no menos perverso corolario: los privilegios diferenciales. En cuanto al PP, tan solo Alejo Vidal-Quadras levantó la voz, con el resultado de sobra conocido: su defenestración. And all the rest was silence.

Hay quien ve en el no tranquilo de Antonio Baños a Artur Mas una descarga contra el nacionalismo desde el flanco antisistema, como si la CUP no fuera más que la avanzadilla quinqui del movimiento. Como si la CUP, en suma, no fuera lo que niega ser: nacionalista.

Las negociaciones entre la CUP y JpS son a cara de perro, sí, pero no mucho más que las que se producen entre directivas y representantes cuando lo que está en juego son apenas unos flecos. Y el repudio que se prodigan ambas fuerzas (para Mas, la CUP no deja de ser una turba mugrienta y para la CUP, Mas es un burgués al que convendría desposeer de los medios de producción); ese mutuo desprecio, en fin, no impide que converjan en un horizonte en el que los catalanes no nacionalistas no tenemos cabida. En eso, en definitiva, consiste el nacionalismo: en el despojo del derecho de ciudadanía a quienes no profesan la fe en el mismo Dios.

En cierto modo, la CUP y JpS han convenido en expulsar del rectángulo de juego a quienes, conforme al credo que profesan, no ameritan el estatuto de jugadores. El sentido abrazo entre Artur Mas y David Fernández al término del 9-N es solo una ínfima evidencia de hasta qué punto los nacionalistas restringen a su mismidad la categoría de adversario. El resto somos una caterva anómala que, incomprensiblemente, ha escapado a su ingeniería social. Así, el tira y afloja entre burgueses y ¿neofranciscanos? no desvía un milímetro el punto de mira del procés.

Los cupaires aspiran a desahuciar a Mas para pescar en el caladero de CSQEP, y JpS aspira a mantener a Mas para no perder el favor de la clase media. Les hermana, no obstante, la semántica: tanto unos como otros se reafirman en la necesidad de "seguir ampliando la base social del soberanismo", aunque ello implique admitir que no disponen de quórum.

En caso de que alcancen un acuerdo, no faltarán la foto de familia (el sentido abrazo) ni los agasajos recíprocos, que incluirán, cómo no, exaltaciones de la "madurez (democrática)", la "visión de país" o "la generosidad (democrática)". La principal artífice del pacto, sin embargo, será Inés Arrimadas, y la expectativa, en absoluto descabellada, de que en caso de que se celebren otras elecciones seguiría ampliando, ella sí, su base social. La base social de la democracia.


El Español, 14 de noviembre de 2015

jueves, 12 de noviembre de 2015

Cup d'etat


Ha sido una lástima que los diputados del PP enarbolaran las banderas catalana y española para escenificar su rechazo a la sedición, porque hasta ese instante las cámaras de televisión mostraban el hemiciclo dividido en aproximadamente dos mitades: a la izquierda, la bancada golpista; a la derecha, la demócrata. (Y entre ésta y aquélla, el seráfico promedio, ay, entre golpismo y democracia). La imagen, no obstante, se ha hecho trizas en cuanto Albiol y los suyos han convertido el Parlamento en una suerte de fondo norte, ignorando, una vez más, que al hooliganismo no se le combate con hooliganismo, y que la rojigualda no es, no puede ser, el gato de Los Suaves. Cuánto más eficaz habría sido el desprecio a los facciosos si las señorías del PPC se hubieran limitado a puntuar la algarada del modo como lo han hecho los representantes de Ciudadanos y del PSC: aguantando el chaparrón entre sofocos. Sofocos, sí: el pleno ha ilustrado hasta qué punto el celebrado prestigio de la política catalana ha sido una superchería. Véase Anna Gabriel, la diputada de la CUP, quien, tras su "bon dia a tothom" (buenos días a todo el mundo), ha creído necesario aclarar que con tothom aludía a hombres y mujeres ("Homes. Dones", ha puntualizado enigmáticamente), quizás porque la fórmula "señoras y señores" no le parece suficientemente revolucionaria. A esta oclusión, necesariamente intestinal, han quedado reducidas las ínfulas europeas de Cataluña. Entre las razones que han movido a Gabriel a declarar obligatoria la felicidad destacaban, como es habitual en esta clase de soflamas, las estrictamente literarias. Así, antes de llegar al minuto 1 de su intervención, la cupaire ya había recurrido dos veces al sintagma "sufrimiento-del-pueblo-catalán" (cómo habrá de ser ese sufrimiento que ha acabado por convertirse en un siniestro ritornelo, en una muletilla sin más sentido que el de su reverberación en el púlpito: cintorismo, en fin, en sede parlamentaria). En esa vorágine (re)creativa, la realidad apenas ha devenido en orificio donde clavar la pértiga: "[sic] Aquellas niñas que iban a trabajar a la fábrica y se subían a una caja de madera para poder llegar al telar, esas mismas niñas a las que en la escuela les decían que el catalán era una lengua que no merecía ser hablada ni pensar en ella, y estas niñas que no entendían que la lengua en que las quería su madre (tan cansada de tanto trabajar) pudiera ser tan pisoteada [sic]". El carácter netamente escolar, como de taller de Semana Cultural, de la lectura de Gabriel, se ha hecho patente asimismo en la paráfrasis de Jaume Sisa y su grácil Qualsevol nit..., si bien la incontinencia más llamativa es la que le ha llevado a decir, de los "torturadores" de Vía Laietana, que eran unos "sádicos", sin sospechar siquiera que los estaba ennobleciendo. Gabriel, en fin, ha confirmado punto por punto una sentencia de Juan Domingo Perón que, sin ser tan célebre como su geografía del ridículo, es igualmente instructiva. "Nada peor", esculpió el mandatario argentino, "que un bruto con inquietudes". Con todo, 337.794 votos neutralizan, en estas horas infaustas, cualquier asomo de sonrisa.


Libertad Digital, 9 de noviembre de 2015

La suspensión era esto

En el florido pensil del nacionalismo catalán se halla desde tiempos inmemoriales el artículo 155 de la Constitución, que establece la posibilidad de que el Gobierno adopte las "medidas necesarias para obligar [a la autonomía que no cumpla con las obligaciones que le impone la Carta Magna] al cumplimiento forzoso de dichas obligaciones". (Me percato ahora de la enternecedora sobreactuación que supone "obligar al cumplimiento forzoso", fruto, sin duda, de los usos sintácticos de la Transición). Para el nacionalismo, venía a decir, el solo hecho de que en España rija una ley que prevea esa clase de medidas demuestra que España es un Estado de naturaleza opresora, lo que avala la necesidad de desgajarse del mismo. Se trata, por supuesto, de una justificación tan falaz como la que resultaría de proclamar que, puesto que la iglesia castiga el pecado, qué mejor que fundar otra iglesia; otra iglesia, claro está, donde unos pocos decidieran qué es pecado y qué no lo es, empezando por el 3%.

Los orates del nacionalismo solían vincular el artículo 155 con la suspensión de la autonomía, sintagma que, en el humedal de sus sueños, les evocaba ríos de tanques agrietando la Diagonal, el secuestro de TV3 a manos de la Guardia Civil y aun el fusilamiento del ou com balla. De hecho, y desde que se restableciera la democracia, no ha habido día en que los partidos hegemónicos en Cataluña no hayan tratado de demostrar que, en efecto, España sangra cuando se la pincha. La paradoja recuerda cómo, en el cenit de la crisis económica, quienes alertaban de la inminencia de un estallido social eran en verdad quienes llevaban siglos alentándolo.

Es fama que el nacionalismo ha ganado la batalla del lenguaje. Entre otras razones, porque no ha tenido más contendiente que un puñado de particulares. La sigue ganando, acaso llevado por la inercia. No en vano, no existe el menor riesgo de que la autonomía catalana sea suspendida: ya lo ha sido. Los ejecutores de la suspensión no han sido los gobernantes españoles, como presagiaban las ficciones al uso, sino los gobernantes catalanes. La suspensión, en suma, no pasaba por Tejero y sus memes, sino por Mas, Forcadell y Baños. Y, sobre todo, pasaba por los votantes catalanes, esto es, por la pasmosa alegoría de un pueblo suspendiéndose a sí mismo.



Libertad Digital, 3 de noviembre de 2015

martes, 3 de noviembre de 2015

Entrevista a Raúl Tamudo


Raúl Tamudo fue uno de los últimos goleadores suburbiales del fútbol español. El 27 de mayo de 2000, en Mestalla, vio a su ex compañero Toni toquetear el balón y olió sangre; luego de que el guardameta lo botara con aire funcionarial, se lo rebañó con la cabeza y anotó el gol más granuja de la historia. Su repertorio, sin embargo, no se ciñe al oportunismo: los metió buenos, bonitos y baratos, aunque su especialidad fueron los cruciales. Otro de sus calambrazos despejó el camino al Espanyol para hacerse con su segunda Copa del Rey, y su afán depredador aún le daría para arrebatarle una Liga al Barça ante 90.000 espectadores (el célebre Tamudazo) y salvar al Rayo de un descenso seguro. La mayoría de esos tantos los marcó con arreglo al manual de Hugo Sánchez, esto es, a un toque. Por lo común se los fabricaba él solito a base de buscarse la vida como un zahorí del extrarradio, mas nunca fue tan dichoso como cuando tuvo a Iván de la Peña de proveedor. "'Tú corre, que yo ya te la pondré', me decía. Era la hostia porque daba igual donde estuviera; yo me metía en el área entre mil defensas y de repente me giraba y tenía el balón pegado a la bota." En el bar de la Rambla del Raval en el que conversamos, el tintineo de la tragaperras pone banda sonora a su carrera. Con ustedes, Raúl Tamudo Montero.


Jot Down Smart, 1 de noviembre de 2015

miércoles, 28 de octubre de 2015

Presentación de 'Alternativa naranja' en Barcelona


Programa de gobierno

Inés Arrimadas habita la misma foto que el resto de los diputados pero no el mismo mundo. Ni siquiera su cruzarse de brazos se ciñe a lo que el diccionario le tiene reservado, ese 'abstenerse de obrar o intervenir en un asunto' que, sin duda, no es el caso de Inés. Antes al contrario, ella parece concernida por todo lo que en esta hora de España debe concernir a una mujer en sus cabales. También la geometría obra en su favor: mientras que los peones contemplan el vacío fieramente alineados, Inés se ha ladeado como llevada por un rumor de invierno y aguarda, con tanta mala hostia como civismo, a que cese la cacerolada. A la querencia del nacionalismo por las vísceras Inés antepone el mentón, que es el lugar donde se aloja la dignidad. Basta, asimismo, con apartarse unos pasos para percibir, en una segunda mirada, la sutil simetría que compone respecto al rostro de Inés el de Fernando de Páramo: están rodeados, en efecto. Por lo demás, me alegra que ni ellos (ni Carrizosa ni Alonso) hayan bosquejado la menor mueca de asco o disgusto; que se limiten (es un decir) a mirar a los cantantes de tú a tú. Es probable (y, dadas las exigencias del guión, incluso deseable) que no los desprecien; lo que es seguro es que no los respetan, bien entendido que, en Cataluña, el respeto no ha sido más que un grosero circunloquio para nombrar el miedo. Veinticinco diputados no son muchos, pero sumados a los 11 del PP pueden dar al menos para que quienes tengan que rozarse con ellos empiecen a sentir, por una vez, que ellos son los diferentes.

(Curiosamente, el autor de la fotografía, Jordi Borràs, es conocido por una obra, Plus Ultra, donde sitúa en pie de igualdad los desfiles neonazis de Montjuich y los actos de C's, PP o Sociedad Civil Catalana. Es de celebrar, en fin, que incluso él haya atisbado, siquiera accidentalmente, en qué consiste la objetividad.)

(Coda. "La dirigente de Ciudadanos Inés Arrimadas, ahora jefa de la oposición, se ha estrenado hoy en su nuevo papel. Es cuidadosa cuando habla catalán, pero hoy ha escuchado Els Segadors de brazos cruzados, cosa que ha levantado comentarios". Lluís Bou, en El Món.)

(Coda bis. "Me sorprendió su mirada y apreté el obturador. Sólo me dio tiempo a hacer dos disparos, pues el Che regresó de inmediato a su lugar". Alberto Korda.)



Libertad Digital, 27 de octubre de 2015

No te lo digo en plan mal

Albert Rivera suele decir que uno de los motivos por los que el nacionalismo es hegemónico en Cataluña (y, en cierto modo, en España) tiene que ver con el marco, esto es, con el hecho de que, desde la restauración democrática, siempre se haya jugado con su tablero, sus fichas y sus reglas. O, por utilizar una metáfora más precisa, al hecho de que la baraja siempre la pusiera el nacionalismo. Una baraja, claro está, marcada. Así, Rivera actuó desde primera hora como el jugador que, en cuanto toma asiento en la partida, pide cartas nuevas. Si el nacionalismo le recriminaba que hablara en castellano en el Parlament, Rivera respondía que, después de todo, no hacía sino hablar la lengua que más se habla en la calle, y puesto que el Parlamento representa al pueblo, qué mejor que representarlo también de ese modo; si el nacionalismo abogaba por el derecho a decidir, Rivera también lo hacía, pero reivindicándolo para los ciudadanos de toda España y no unicamente para los catalanes; y si el nacionalismo le afeaba que participara en tertulias españolas, Rivera replicaba que son las únicas tertulias a las que suelen invitarle. Así, a base de salirse del marco, él y su partido han ido construyendo una alternativa al nacionalismo en Cataluña y se disponen a gobenar España.

El pasado domingo, en Salvados, Rivera también se salió del marco. Tanto que llegó hasta Venezuela. Como ya deben de saber, cuando Pablo Iglesias le advirtió de que Alfonso Rojo, Esperanza Aguirre, Isabel San Sebastián y Arcadi Espada le perjudicaban, él replicó: "Y a ti Maduro". En su afán por apabullar al líder de Podemos, no reparó en que, con esa respuesta, estaba asumiendo que Rojo, Aguirre, San Sebastián y Espada son malas compañías. Obviamente, Rivera no cree que lo sean. Ahora bien, entre la verdad y el zasca, eligió el zasca; entre exhibir sus convicciones o exhibir sus reflejos, eligió exhibir sus reflejos, acaso persuadido de que la carrera por La Moncloa no admite sutilezas, subtextos ni prisioneros. Se trataba, en suma, de que Iglesias mordiera el polvo, y a fe que así fue. A mi modo de ver, no obstante, Rivera debería aprender a sacrificar el share en beneficio de los hechos; creo, además, que es precisamente ese rasgo lo que define la política, que no es, no puede ser, un mero pleito deportivo. Porque, a todo esto, el del bar del tío Cuco no fue el debate sensato, asertivo y ponderado que exige una democracia, sino un simulacro. Entre otras razones, porque los candidatos siempre fueron tres.


Libertad Digital, 21 de octubre de 2015

INEM

En un mundo algo menos disparatado, Antonio Baños no sería el hombre de moda en España, sino dependiente de la FNAC. Un dependiente eficaz que, en ocasiones, no duda en exhibir su hastío, dando así a entender que está ahí porque las circunstancias le han obligado a ello, y que, en cualquier caso, se trata de algo temporal, una mera escala técnica en su imparable camino hacia el premio Nadal. De hecho, hay momentos en que te mira como si ya lo tuviera en la vitrina; que sea un perfecto desconocido nada tiene que ver con su talento, sino con la mezquindad de un sistema que ya sólo valora el conformismo. En el chaleco (un chaleco, por cierto, como los que viste nuestro Baños) lleva prendida una chapa con la frase "I would prefer not to", no fuera a ser que la barba y las gafas no denoten el suficiente grosor intelectual. Quién iba a decir que ese aire de filósofo en horas bajas acabaría por rendir a la chica que vende los Apple, que no ve el momento, ay, de dejarse caer por la sección de librería y tentar a Antonio, el áspero y ocurrente Antonio, con una cervecita en el Glaciar.

En un mundo algo menos disparatado, Ada Colau sería monitora de comedor escolar, o mediadora intercultural, o bedel de universidad, o naturópata, o taquillera del Macba, o auxiliar de clínica en Nostra Senyora del Remei, o telefonista de Intermón-Oxfam, o cartera en Hospitalet, o camarera en un vegetariano, o payasa sin fronteras.

En un mundo algo menos disparatado, Artur Mas sería presentador de TV3, uno de esos presentadores que llevan en la cadena desde el primer día, y que han pasado ya por casi todos los departamentos de la casa, incluidos Castells, Deportes y Bolets. Ciertamente, ya no es aquel locutor al que bastaban un pestañeo y una leve, levísima sonrisa para rendir a las televidentes, pero aún conserva cierto charme. De hecho, esta misma semana ha recibido la propuesta de presentar el tiempo, lo que, sin duda, supone un digno colofón a su carrera. Ya se ve describiendo atardeceres en la Franja de Ponent y diciendo "calamarsa" como si la palabra fuera masticable. No es un destino que desagrade a su esposa, aunque claro, para ella no hay nada que se iguale a aquel "Tot esmorzant amb l'Artur i la Mari Pau". Y tiene razón, qué demonios, ¡eso sí que eran programas, y no lo de ahora!

En un mundo algo menos disparatado, Oriol Junqueras nos atendería en un colmado de la calle Fernando, cual mancebo de bata reventona que gusta de adular a las clientas. Su establecimiento, uno de los últimos del género ultramarinos que quedan en el barrio, ha resistido el embate de las grandes superficies, pero Oriol, el afable Oriol, observa preocupado cómo se le va avejentando la clientela. No hay más que ver al no menos afable señor Margallo, con el que, por lo demás, tanto disfruta conversando sobre historia. Un tipo instruido, este Margallo; español, sí, pero instruido.


Libertad Digital, 14 de octubre de 2015

De tú a tú

(A Verónica Puertollano)

Convengo, con la literatura, en que de izquierdas son las causas y de derechas, las consecuencias; de izquierdas el ambiente y de derechas, el gen; de izquierdas la resaca y de derechas, la jaqueca; de izquierdas el destape y de derechas el estriptís. Tampoco tengo reparo en aceptar que el tiquitaca sea de izquierdas y la pegada, de derechas; o que el hambre sea de izquierdas y la gazuza, de derechas; o que el ser sea de izquierdas y el estar, de derechas; o que el orgullo sea de izquierdas y la honra, de derechas. Ahora bien, ignoraba que la cortesía fuera de derechas y la insolencia, de izquierdas.

Bien es cierto que la izquierda, en su viaje a ninguna parte, ha llegado a menospreciar valores como la disciplina, el mérito o el talento. Y que, en el mismo pack en que adocena la renuencia a la agresión y la deferencia a la respuesta, se halla el desdén por la realidad. Pero jamás, hasta hoy, la izquierda había reivindicado, en el modo como lo ha hecho la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, la mala educación.

Porque el problema, obviamente, no es que Carmena no sepa que el presidente de El Corte Inglés se llama Dimas Gimeno. El problema es que se ufane de ello. Del mismo modo que, en el caso del Ayuntamiento de Barcelona, el problema no fue que el equipo de gobierno resolviera retirar el busto de Juan Carlos I, sino que convocara a la prensa para convertir el trámite en la capitulación de Pichincha.

En cualquier caso, si la derecha se ha especializado, con resultados francamente admirables, en tender señuelos que desvíen la atención de lo sustancial, no parece que la izquierda le vaya a la zaga. No hay más que atender a las palabras con que Carmena envolvió el desprecio a Gimeno:

¡Qué hubiera sido de la historia del mundo si no hubiera habido comercio! No me quiero extender en calificaciones que todos conocemos y que quizás nos olviden hablar [sic] de lo que es verdaderamente importante. Pero sí me gusta recordar que en este momento yo creo que vivimos una gran sensación. Y que si los dioses grecorromanos que impulsaron en cierta medida esa especie de áreas de actividad tienen algún sentido, yo les diría que hoy en día estamos más cerca de Marte o de Mercurio que de Júpiter o de Zeus.

Y es que, con ser bochornoso el tuteo al presidente de El Corte Inglés, más lo es el tuteo a la ciudadanía.

(Coda: Manuela Carmena: "Al interventor... a la persona de El Corte Inglés, verdad, no me acuerdo [de] tu nombre"; Enrique Tierno Galván: "¡Rockeros! El que no esté colocao que se coloque y al loro").


Libertad Digital, 6 de octubre de 2015

martes, 29 de septiembre de 2015

Ahora que el mundo no nos mira

La prueba de que los nacionalistas no se dieron por vencedores el 27-S fue que en mi barrio, de mayoría cejijunta, no hubo cohetes ni ninguna otra modalidad de fuegos artificiales. Y créanme si les digo que vivo rodeado de catalanes de gatillo fácil. No hay victoria del Barça, final de Gran Hermano o entierro de la sardina que no merezca una sonora andanada de pólvora. "¿Cómo va a ser menos esta vez?", me dije poco antes de que cerraran las urnas. Pues no. Ni siquiera la irrealidad que envuelve el procés, en que todo, desde la guerra de secesión del 14 a los ataques contra la lengua, pasando por el "España nos roba", es una burda mentira; ni siquiera, decía, la fantasmagoría en que viven instalados los procesistas les condujo a derrochar un gramo de rauxa.

También esperaba ver un magno despliegue de TV3 (en puridad, no habría hecho falta, pues la nostra se halla permanentemente desplegada, tal que fuera un ente de resabios trotskistas); presagiaba, en fin, un macrofestival con conexiones con todas las plazas de pueblo del país, incluido, por supuesto, su pueblo más grande. Pero nada de eso hubo. Salvo por el retén habitual de la Plaça del Vi, en Gerona, las calles estaban razonablemente despobladas. Ni siquiera se oyó una mísera cacerolada, costumbre muy del agrado de los barceloneses, que desde que la pusieron en práctica para protestar contra la guerra del Golfo siempre han encontrado el modo de, al menos una vez al año, salir al balcón a aporrear la sartén. Las últimas de las que guardo memoria, precisamente, fueron a propósito de la prohibición, por parte del Tribunal Constitucional, del reférendum del 9-N. Las últimas, digo, porque se sucedieron durante varias noches; concretamente, desde el martes 4 de noviembre hasta el domingo 9, día en que tuvo lugar el simulacro. Aquí, insisto, se celebra todo; entre otras razones, porque la agitación soberanista es indisociable del imperativo verbenero.

Y sin embargo, semejante frigidez resulta comprensible. Setenta y dos escaños y menos de la mitad de los votos dan para tratar de engañar al prójimo, pero no para engañarse a uno mismo. Para cruzar esa frontera se requiere una suspensión de la incredulidad rayana en lo psicótico, y a esos extremos, por cerca que estemos, aún no hemos llegado.

(PS. Ah, pero esta Cataluña es inasequible al desaliento. No hacía ni una hora que había enviado el artículo cuando el vecino de enfrente ha empezado a golpear la barandilla del balcón con lo que parecía un cucharón -por un momento, me ha recordado a los locos de los chistes de Eugenio-. Al punto, una decena de insurrectos -¡uno de ellos en batín!- se ha sumado al atronar de aldabas. Protestaban, en un remedo crepuscular de aquel apoyo callejero a Jordi Pujol, por la imputación de Artur Mas).



Libertad Digital, 29 de septiembre de 2015

lunes, 28 de septiembre de 2015

El primer partido de Cataluña

En la celebración de Junts Pel Sí (JPS) no se vio una sola bandera catalana. Las cuatribarradas que allí ondeaban, lucían la estrella sobre fondo azulado o amarillo, en lo que parecía todo un indicio del cambio de paradigma que han supuesto estas elecciones. La muerte del catalanismo político, no obstante, ha de situarse en pie de igualdad con el extraordinario resultado de C's. Por primera vez, en efecto, la oposición se halla liderada por un partido declaradamente antinacionalista. De hecho, y si hemos de ser rigurosos, C's no sólo es el primer partido de la oposición en Cataluña; es el primer partido de Cataluña. El manifiesto por el que en 2006 quince intelectuales llamaron a la constitución en Cataluña de un partido no nacionalista recogía en su último renglón la necesidad de restablecer la realidad. Bien, esa realidad ha quedado, cuando menos en parte, restablecida.

Así y todo, el horizonte es cualquier cosa menos halagüeño. El magma CDC+ERC+CUP está incapacitado, aritmética y moralmente, para seguir promoviendo un proceso tan traumático. Y está por ver qué clase de gobierno nos aguarda, dadas las trifulcas en que habrá de resultar lo que, a fin de cuentas, no es sino un nuevo tripartito. Con más boato que el anterior, si se quiere, pero con idéntica querencia por el desconcierto, como evidencia la larga lista de desencuentros entre sus cabecillas, que hace que, a su lado, l'entesa PSC, ICV y ERC no parezca la broma que fue. Sus integrantes, al menos, eran políticos profesionales, lo que no se puede decir de éstos. ¿Hemos de esperar que Lluís Llach, el Pare Manel y Miquel Calçada administren Cataluña? Por de pronto, es bastante probable que la carrera política de Artur Mas haya tocado a su fin si, como se prevé, la CUP exige su defenestración. Y esto es sólo el comienzo.

En cuanto a Catalunya Sí Que es Pot (CSQEP), el otro gran perdedor, junto al plebiscito, de estas elecciones, llama la atención la calculadísima ambigüedad de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Ésta, en virtud de su flamante elección, tenía en su mano dar a Rabell el necesario espaldarazo para su despegue electoral. En cambio, ni participó en ninguno de los mítines de la campaña ni comprometió públicamente su voto a esta plataforma. A diferencia, por cierto, de algunos de sus más cercanos colaboradores en el Ayuntamiento y en Barcelona en Comú, que llamaron a votar tanto a CSQEP como a la CUP. Sin duda, otro restablecimiento.


Libertad Digital, 28 de septiembre de 2015

La tontería

Hay una corriente de analistas que, en el afán de razonar el auge del independentismo en Cataluña, no puede resistirse a la tentación intelectual, esto es, a vincularlo con factores resueltamente complejos, tal que la crisis económica, el agotamiento del Estado de las autonomías o, qué sé yo, la decadencia de Occidente. Sin embargo, y con independencia del rigor con que se expongan esas y otras causas, ninguno de esos analistas tiene en cuenta lo que, a mi juicio, resulta determinante en el caso catalán: la tontería. La tontería, en efecto, es el estado mental en que viven cientos de miles de catalanes, una suerte de hechizamiento presuntuoso por el que la realidad se cifra en un puñado de sobrentendidos, entre los que destacan, como es fama, 'La culpa la tiene Madrit' y 'España nos roba'.

El principal vector de inoculación de la tontería ha sido TV3, que es, antes que una televisión autonómica, la primera red social de Cataluña. No hay programa que no presente un resquicio para que los televidentes exhiban un fragmento de sus vidas. Joan y su cesta de rovellons, Felip con su nueva equipación del Barça, la familia Planasdemunt al completo bailando la cançó de l'estiu... No se trata, claro está, de una práctica ajena a otras televisiones. Sin embargo, lo que en cualquier canal convencional resulta en un sonrojante cuadro de costumbres, en TV3 asemeja un muro de Facebook que tuviera como titular a Cataluña. Así, y análogamente a las normas de la cadena, que desprecia de forma explícita el uso del castellano, el muro dispone un filtro para quien pretenda asomarse a él. El folclóre es un salvoconducto, sí, pero sobre todo hay que parecer estúpidamente feliz; cuanto más bobo, mejor, bien entendido que ese júbilo, por inopinado que sea, también forma parte de la superioridad moral respecto a España, país de cejijuntos de mal café. Estar rodeado de niños igualmente imbéciles es de una gran ayuda. Y tararear alguna de las sintonías de la casa, asegura un trato reverencial.

El hecho de que haya tantas similitudes entre las manifestaciones de la Diada y los macrofestivales infantiles del Estadio Olímpico, los maratones navideños o el Día de Sant Jordi tiene que ver, en última instancia, con el libro de estilo que los ha tallado. Y en cuyo frontispicio se lee: Cataluña será cursi o no será. (Que, de puertas adentro, esos rasgos pasen por inteligentes, refinados y, en suma, europeos, sólo evidencia hasta dónde han llegado los sobrentendidos. O, más precisamente, el malentendido.)


Libertad Digital, 22 de septiembre de 2015

sábado, 26 de septiembre de 2015

Nación sin legado

Al día siguiente de que muriera Carmen Balcells, El País escenificó la (falsa) disputa por su legado en sendos artículos del secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, y el consejero de Cultura de la Gencat, Ferran Mascarell. Lassalle recalcaba de esta guisa el deseo de Balcells de que el archivo viajara a Madrid. "Escuché de fondo, como si cayeran desde el cielo, unas palabras de advertencia que ahora atraviesan mi corazón como un recordatorio: 'Mira que quiero que mis papeles los tengas tú, ¿eh? Que me llamen, que hay que verlos y llevarlos a Madrid. José María, no te olvides…". Que el secretario utilizara el obituario para amarrar el catálogo de la gran matriarca del libro, me pareció, por decirlo suavemente, algo tosco, pero no tanto como que tratara de disolver ese afán en un parloteo ditirámbico con el más allá, arrogándose de paso los papeles de albacea, confesor y aun ventrílocuo. Por lo demás, la alusión al problema soberanista ("Querías que tus papeles estuvieran todos juntos y en manos del Estado porque no te reconocías en aquella Cataluña que gritaba en la calle que quería vivir separada de España"), aun siendo pertinente, suponía un ruido indeseable, precisamente en el único rincón del periódico que debía estar presidido por el recogimiento.

De Mascarell tan sólo cabía esperar una decorosa faena de aliño, siquiera porque la Generalitat tenía el legado fuera de su alcance. Sin embargo, ya de buen comienzo manifestaba su renuencia a que las administraciones compitieran "por ver quién se queda los bienes documentales de la agencia" ('Carmen no merece ese espectáculo', parecía rezar el subtexto). En castellano férreo: Balcells había dejado dicho que el Estado se quedara el archivo (entre otras razones, porque el nacionalismo le provocaba urticaria), y Mascarell pretende que es él, con su generosa actitud, quien propicia que no haya polémica. Pero la cosa no había de quedar aquí. Siendo inaudito que el consejero renuncie a lo que no le corresponde, más lo es el sustrato, digamos filosófico, en que se funda su presunta magnanimidad: "Son los herederos los que tienen derecho a decidir". Derecho a decidir, exacto. Carmen no merece el espectáculo de dos administraciones forcejeando por su legado. Pero sí que su esquela aparezca pintarrajeada con la reivindicación (desagradablemente perifrástica) de la independencia de Cataluña. .

viernes, 18 de septiembre de 2015

«La diferencia entre un nacionalista y un patriota es la sangre. El patriota suele ponerla.»

¿España roba a los catalanes más de lo que roba al resto de los españoles? ¿Debe tener límites la solidaridad de los catalanes con el resto de los españoles?
Cuando me dicen de un Estado que roba a sus ciudadanos o a una parte de sus ciudadanos, se me apareceel sheriff de Nottingham rapiñando monedas de oro entre conejillos desvalidos. (Puestos a simplificar, creo más bien que son los españoles —con sus catalanes— quienes roban a España —con su Cataluña—.)

¿Es viable social, política, cultural y económicamente una Cataluña independiente?
Por supuesto, no hay más que ver el caso de Portugal.

¿Es viable social, política, cultural y económicamente una España sin Cataluña?
Sí, no habría más que ver el caso de Cataluña.

¿A usted le importaría que el idioma catalán desapareciera? ¿Por qué?
En absoluto. En primer lugar, porque las lenguas no desaparecen como por ensalmo; aún no se ha dado el caso de nadie que, al despertar, no haya tenido modo de designar la realidad porque su lengua haya desaparecido durante la noche. Y, en todo caso, con la extinción de los hablantes de una lengua no se extingue el mundo que dejan de habitar. Yo entiendo que el nacionalismo, en su afán de adaptarse a los nuevos tiempos, pretenda conferir a sus querellas, que son estrictamente medievales, el rango de una crisis ecológica, pero el supremacismo, considerado seriamente, no tiene nada de moderno. Sin embargo, y ahora voy a contradecirme, el catalán sí entraña una visión del mundo. Es decir, el nacionalismo catalán, en su roturación del paisaje, ha ido cosiendo tantos valores a lo que solo es un vehículo para comunicarse que hoy en día es inevitable sospechar que quien te habla catalán es, además, independentista, antipepero, del Barça... El catalán, hoy en día, es  casi un corte de personalidad.

¿Y si el que desapareciera fuera el idioma español?
Bueno, pero algo habría que hablar, ¿no?

¿Y por qué no debería permitirse que los catalanes se independizaran si así lo desean mayoritariamente?
Por la misma razón por la que en Barcelona se acabó imponiendo el Plan Cerdá. Por nuestro bien.

¿A usted le gusta España? Suponiendo que se le permitiera vivir con su mismo nivel de vida actual en cualquier país del mundo, ¿escogería España?
Si quiere que le diga la verdad, no creo que mi vida hubiera sido muy diferente en Estados Unidos, por señalar una meca del progreso. No tengo la impresión, en fin, de que España haya supuesto un freno para mi realización personal, profesional, sexual... O lo que es lo mismo: sospecho que en Estados Unidos también habría fracasado por todo lo alto.

¿Por qué debería creerme que en una Cataluña independiente se respetarían los derechos de los españoles si en la Cataluña dependiente se ha multado a comerciantes por rotular su negocio en español?
Tengo un amigo, una buena persona, que cree que la independencia serviría, cuando menos, para acabar con las manifestaciones de la Diada, los aquelarres antiespañoles, los coros y danzas barcelonistas... Dado que Cataluña ya sería independiente, no habría lugar a todo ese folclore. Se trata, ya digo, de una buena persona.

¿Es España algo más que un ente administrativo puramente instrumental? ¿Qué, en concreto? ¿Lo es Cataluña?
Lo que es España lo dijo Arcadi Espada en un mitin por Ciutadans y no seré yo quien lo enmiende: una trama de afectos. Cataluña también debería serlo, pero lo es cada vez menos; sobre todo, por la
tensión campo-ciudad.

Los catalanes quieren emigrar de España pero sin moverse del sitio y sin soportar ninguna de las incomodidades asociadas a una ruptura traumática con su país actual. Rebátalo.
¿Los catalanes?

¿En qué cambiaría su vida si Cataluña se independizara? ¿Adoptaría algún tipo de decisión personal (por ejemplo mudarse o boicotear los productos catalanes o españoles)?
Mis dos hijas viven en Barcelona, así que a no ser que empiecen a pasar a cuchillo a gentuza como yo, seguiré en San Antonio, mi barrio. El boicot hace ya tiempo que lo practico: por ejemplo, evitando pisar el barrio de Gracia, o poblachones tipo Berga, Ripoll o Villanueva y La Geltrú.

¿Qué diferencia hay entre un nacionalista y un patriota?
La sangre. El patriota suele ponerla.

Los que por inmovilismo se opusieron en su momento a la Constitución se han convertido ahora en sus principales defensores, también por inmovilismo. Rebátalo.
Si la defensa de la Constitución es inmovilismo, pues viva el inmovilismo, qué le vamos a hacer. De todos modos, es aberrante que el constitucionalismo se identifique con lo reaccionario, y la voluntad de levantar una frontera, con lo moderno, lo guay, lo progresista. Lo que demuestra que los nacionalistas han ganado la batalla del lenguaje.

¿Qué argumento contrario a su punto de vista sobre la independencia se ve incapaz de
refutar racionalmente? 
«El victimismo ha cambiado de bando.»

En el hipotético caso de que el Gobierno de la Generalitat declarara la independencia, ¿cómo cree que debería responder el Gobierno central? Sea concreto.
Con la detención de quienes la declaren y la suspensión sine die de la autonomía catalana.

¿En qué se diferencia un español de un catalán?
Le daré los ochos rasgos diferenciales que suele invocar el dramaturgo Albert Boadella: 1) El catalán (que es un dialecto del castellano o viceversa). 2) La afición desmedida por los rovellons. 3) El pubill y la pubilla. 4) La mona de Pascua. 5) La inclinación a robar en el huerto del vecino. 6) El día de San Esteban. 7) La botifarra amb mongetes. 8) La rosa de Sant Jordi.

¿Pueden los catalanes tomar de forma autónoma una decisión que afecte de forma sensible al resto de los españoles? ¿Por qué?
No. Porque sería antidemocrático.

¿La de 1714 fue una guerra de sucesión o de secesión? ¿Y por qué debería importarnos en 2015?
De sucesión. Que importe no debiera ser un problema, al contrario. El problema es pretender vivir como se vivía antes de 1714.

¿Son los problemas de los catalanes diferentes a los del resto de los españoles? ¿Solucionaría la independencia alguno de esos problemas?
No. Hasta hace poco, se decía (es verdad que cada vez con la boca más pequeña), que en Cataluña no había «tanta» corrupción como, por ejemplo, en Andalucía. Hasta hace poco, ya digo. Con la independencia, obviamente, el problema de la corrupción se acabaría de cuajo. No solo dejaría de existir sino que nunca habría existido, y si quedara algún indicio por borrar, se achacaría a la legítima elusión de responsabilidades para con el Estado español.



Toreo de Salón 01

jueves, 17 de septiembre de 2015

Ni resignación ni carne de cañón

Al parecer, el número uno (que no se sabe si candidato a presidente) de Junts Pel Sí, Raül Romeva, fue acorralado en el programa Hardtalk, de la BBC, por el periodista Stephen Sackur. Al parecer, digo, porque (salvo por los tres minutos que publica El País), no he encontrado un solo medio en que el vídeo de la entrevista se reproduzca con subtítulos en castellano. Sí, ya sé que a la gran mayoría de los españoles no le hace falta la traducción, que el inglés elemental, en fin, cunde  milagrosamente entre nosotros. Así y todo, no habría estado mal que algún periódico español se hubiera tomado la molestia de rotular las imágenes. No ya por sacar de las tinieblas a ignorantes como yo, que también, sino para, al menos, simular que la democracia española se halla ante un instante crucial.

Estoy convencido de que si la ocasión se hubiera dado a la inversa, esto es, si el político abochornado, en lugar de Romeva, hubiera sido Rivera (o Albiol o Arrimadas) los vilawebs habrían subido el vídeo, convenientemente traducido a la lengua de Pompeu Fabra, en menos de lo que tardaron en subir las fotos de Màrius Serra a Ferran Toutain. Y es que si una virtud tiene el soberanismo es la porfía; en eso es imbatible, máxime teniendo en cuenta la molicie española. ¡Tanta murga con el novísimo periodismo y a ningún digital se le ocurre poner en solfa los aprietos del Lex Luthor del independentismo! ¡Tiene que hacerlo El País, decano de la prensa independiente de la mañana! Debe de ser, insisto, que en España somos ya bilingües y no me he enterado. O que para derrotar al nacionalismo basta con proferir, boina enroscada y bombo en alto: "¡Este partido lo vamos a ganar!", en el bien entendido de que las conjuras, como las comisiones del congreso, son la mejor coartada para no pegar sello.

Ocurre lo mismo con el famoseo. Mientras que el secesionismo ha presentado una lista trufada de vips, el unionismo (¡incluso la etiqueta se la debemos a ellos!) no ha sido capaz de librar una maldita firma. (Nuestro únicos vips, añado a posteriori, son... ¡Obama, Merkel y Cameron!) Hasta ahí llega, en efecto, ese nacionalismo español del que tanto hablan los separatas, y cuyo letrista oficial, no les digo más, es mi primo Joaquín. ¿Se imaginan un anuncio con, qué sé yo, Manolo García, Ferran Adrià, Josep Maria Pou, Jaume Sisa, Jorge Lorenzo (¡a punto he estado de escribir Juanjo Puigcorbé!)... Dicho de otro modo: ¿Se imaginan España?


Libertad Digital, 15 de septiembre de 2015

El tour de la Poderosa


"La Poderosa Tours es, más que una agencia de viajes, un colectivo cuyo trabajo radica en que la exquisitez, la precisión y el lujo sean conceptos asequibles. Nuestros circuitos combinan el deleite de los variados paisajes de Cuba con el contacto íntimo de una parte de la historia de la Revolución, que generó una mística que aún perdura. Conforme a ese credo, haremos que su viaje sea una experiencia única, un recuerdo imborrable."

El párrafo anterior pasa por ser la publicidad de una agencia de viajes, pero en verdad es el enésimo coletazo de la leyenda del Che, y donde ‘enésimo’ bien podría mudar en ‘primero’. No en vano, Poderosa es como Ernesto Guevara y Alberto Granados apodaron la Norton 500 con que, en diciembre de 1951, partieron de Córdoba para explorar América del Sur, en un viaje de hechuras mitológicas que, en cierto modo, aún no ha tocado a su fin.

Cuando emprenden el trayecto, a Guevara, que cuenta 23 años, le faltan 3 asignaturas para acabar Medicina, y Granados, seis años mayor, es licenciado en Bioquímica. No parece que les mueva otro propósito que el de ver mundo. Un interrail a la sudamericana, si se quiere. Guevara todavía no es el apóstol del foquismo que sería años después, sino un pijo cordobés que gusta de jugar al rugby (deporte idiosincrásico de la alta sociedad) y que no pierde ocasión de quebrantar las normas por el placer fisiológico que, dado su temperamento, le procura la experiencia. La travesía por América, sin ir más lejos, supone un desafío a su padre, el rentista Ernesto Guevera Lynch, que no ve con buenos ojos que Ernestito se lance a la aventura sin haber concluido la carrera.  Las apetencias de Granados son algo más modestas que las de su amigo. “Mi idea”, le oiremos decir en Diarios de motocicleta, la road movie que recrea el periplo, “es cogerme muchachitas en todos los pueblos donde paremos”.

En los aledaños de una leyenda todo tiende a lo legendario. Granados jura que aplazaron la salida 24 horas, del día 28 al 29, para que los afanes de epopeya no quedaran en mera inocentada. En cualquier caso, había una razón más fundada para que la aventura se viera expuesta al contratiempo: el calamitoso estado en que se hallaba la Norton, que dejaba a su paso un reguero de aceite, estrépito y tornillería. La Poderosa acabaría expirando en el desierto de Atacama, mas no por causas naturales, como hacían presagiar sus quejidos, sino estampada contra una vaca, por lo que Guevara y Granados hubieron de proseguir el trayecto a pie, en tren, en autostop, en barco y aun en avión. Diarios de motocicleta, en efecto, es una sinécdoque.

En el libro que dio pie a la película, Notas de viaje, Guevara dejó escrito que ese “vagar sin rumbo” por la “Mayúscula América” le dotó de conciencia revolucionaria. “El personaje que escribió estas notas”, dice, “murió al pisar de nuevo tierra argentina. El que las ordena y pule, ‘yo’, no soy yo; por lo menos no soy el mismo yo interior”. Tan confusa reflexión da noticia de la metamorfosis que, por lo demás, disocia a cualquier viajero desde Marco Polo, y que consiste, grosso modo, en que el individuo que regresa nunca suele ser el mismo que el que se va. En este sentido, para Guevara fueron cruciales las estancias en la mina de Chuquicamata, la leprosería de San Pablo y el santuario inca de Machu Picchu.

En la explotación minera de Chuquicamata, en Chile, a la sazón propiedad de la compañía estadounidense Anaconda Copper, Guevara y Granados son testigos de las penosas condiciones de trabajo de la población local, de un inframundo tanto más indignante cuanto que son precisamente los indígenas quienes lo sufren. En la leprosería de San Pablo, donde permanecen 11 días trabajando codo con codo con las monjas que atienden a los enfermos, Guevara atisba un paralelismo entre la segregación de los pacientes, que malviven confinados en una ribera del Amazonas acotada al efecto, y la que, de alguna manera, aflige a los desposeídos de toda América Latina. La revelación definitiva respecto a la necesidad de desatar una revolución a escala continental llegará con la visita al Machu Picchu. Allí, frente al extraordinario complejo arquitectónico levantado por la civilización inca, Guevara concluye que si el Imperio Español logró conquistar a ese pueblo, no fue por su mayor grado de desarrollo, sino por estar más y mejor armados. Para que impere la justicia, se dice, será necesario tomar las armas y ejercer la violencia.

Los mimbres del pensamiento político de Ernesto Guevara dela Serna se resumen, así, en tres visiones elevadas a metáfora que no desmerecen ninguna de las anunciaciones marianas de la tradición católica.

Caracas fue la última estación del rito iniciático de Guevara y Granados. El primero prosiguió hacia el norte, en una suertede errar con brújula que le llevaría, en primer lugar, a la Guatemala de Jaboco Arbenz, y luego a México. Como es fama, allí trabó amistad con Fidel Castro y ambos se embarcaron junto con otros 80 expedicionarios en el yate Granma, que fondeó en las costas orientales de Cuba el 2 de diciembre de 1956, en lo que devino el pistoletazo de salida de la Revolución castrista.

(Granados, por su parte, se instaló en Venezuela, donde se casó con Delia, el amor de su vida, y en 1961 fijó su residencia en La Habana, adonde había viajado invitado por Guevara. Sus cenizas yacen esparcidas en Córdoba, Caracas y La Habana.)


viernes, 28 de agosto de 2015

Alfonso

A eso de las diez entré en la estafeta más cercana a mi casa. Me atendió un hombre que, tras depositar el bulto en la balanza, recibió el abrazo lacio, mudo, demorado, de una compañera de trabajo. Debió de notar mi impaciencia; la cabeza ligeramente inclinada y en la comisura una turbia doblez. 

-Perdona, es mi último día.
-[...]
-Hoy me jubilo. Bueno, hoy me jubilo de aquí, de esta estafeta. Dentro de tres meses me llega la jubilación definitiva; debo una propina en otra estafeta…  ¿Qué has metido en el sobre?
-Manuscritos.
-¿Manuscritos?
-Cinco copias; para un concurso literario.
-¡Vaya! Yo suelo escribir los domingos. Empecé escribiéndole poemas a mi novia y no lo he dejado.
-¿Los domingos?
-Alguno he fallado, pero lo normal es que me ponga después de comer. Oye, ¿y esto cuándo tiene que llegar?
-Mañana se cierra el plazo.
-¿Mañana? Pelín justo. Lo enviaremos por postal exprés. ¿Es importante ese concurso?
-Lo convoca el diario Marca. Y sí, es una pasta.
-No te veo convencido.
-Bah, me animó un amigo. Y mi mujer, que dice que tiene una corazonada.
-Lléname esto, es para la prueba de entrega... ¿De qué va? El libro, digo.
-Es algo así como un dietario.
-¿Un dietario? ¿Para el Marca?
-Un dietario escrito desde el fondo norte de un campo de fútbol.
-Ya.
-Raro, ¿no?
-Bah. Yo escribo los poemas oyendo el carrusel. No creo que haya mucha diferencia entre mis versos y tu dietario. Oye, ¿y el premio incluye la publicación?
-A los tres meses del fallo se publican la obra ganadora y la finalista.
-Antes has dicho 'raro' pero querías decir 'especial', ¿no es así? Prométeme que si tienes suerte me dejarás un ejemplar en la estafeta.

Tras darme la vuelta, me estrechó la mano con un leve temblor. Cuando ya estaba a punto de llegar a casa, deshice el camino y fui de nuevo a la oficina.

-Si tuviera suerte, ¿en qué estafeta le dejo el ejemplar?
-Me alegra que empieces a confiar en ti. 

Al punto, me tendió una cuartilla con una dirección.

-Me lo dejas en ésta.
-Pueblo Nuevo.
-¿Conoces el sitio? 
-Trabajé cuatro años cerca de ese cruce. ¿Por quién pregunto?
-Alfonso.

La mención de su nombre demolió un dique.

-Tengo una curiosidad, Alfonso: me decía que le escribe a su novia. 
-Nos casamos. 
-Y sigue escribiéndole poemas.
-Sigo escribiéndole, sí. Al poco de casarnos se los empecé a dejar en la cocina, al lado de la taza de café.
-Y ella, ¿los sigue leyendo como los leía al principio?
-Ella murió hace tres años.

Esta vez fui yo quien le estrechó la mano. 

Al cabo de tres meses, sobre las diez de la mañana, me llegué a la estafeta de Pueblo Nuevo y pregunté por él. Había salido a desayunar. A los 10 minutos, entraba rebosante de cautela, como si el hecho de mezclarse con los usuarios le expusiera a una afrenta insospechada. Me agradó contemplar su figura antes de tomarlo del brazo. 

-¿Me lo has dedicado? 
-Todavía no. 
-Hoy es mi último día, el último de verdad. Mientras recojo las cosas y me despido, piensa algo. 

Todos los domingos del mundo. 

Comimos un arroz donde La Mari, dándole la espalda al porvenir. A eso de las cinco nos sentamos en el borde del muelle, yo ya estaba borracho.


 -Tu dedicatoria, esta cosa de los domingos del mundo. 
-No te parece afortunada. 
-No, no es eso. 
-¿Entonces? 
-Lo importante no son los domingos, sino que cada lunes siga habiendo un poema en la cocina, al lado de la taza de café.