martes, 30 de abril de 2019

El falso nueve

A Carlos Henrique Raposo le atrajo el bamboleo medio profeta medio quinqui, con que los futbolistas más pintones de su Río natal se paseaban por las boites. Y se propuso ser uno de ellos. Literalmente, además. En un tiempo sin internet, su levísimo parecido con el delantero Renato Gaúcho (Gremio, Flamengo, Fluminense,…) y una jeta de cemento armado le abrieron las puertas de los grandes templos de la noche carioca, donde se daba al más desaforado donjuanismo. Hasta que Gaúcho, al que empezaban a endilgarle juergas homéricas que jamás se había corrido, dio con él en un reservado y… quedó prendado de su simpatía. Empotrado en el clan de Gaúcho, Raposo llevó el trampantojo un poco más allá y, mediante favores, recomendaciones y sobornos, se fue enrolando en equipos profesionales. No le bastaba con parecer futbolista; además, ansiaba su propia parcelita de gloria y, qué demonios, cruzeiros a espuertas. Sólo había un inconveniente: percibía el balón como una amenaza y lo trataba en consecuencia: a coces. Y ni siquiera el apodo con el que se autoinvistió, Kaiser (por el único que hubo, Beckenbauer), logró disimular esa carencia; antes al contrario, la hacía más ominosa. Pero era Río y eran los ochenta, y a donde no llegaban los enchufes lo hacía su gracejo, con el que encandilaba a entrenadores, compañeros, directivos, magnates… Consciente de que en caso de ser alineado saldría a relucir su pavorosa ineptitud, fue fingiendo lesiones más o menos verosímiles: ora un desgarro, ora un tirón, ora una torcedura… Nada que pudiera detectar la tecnología de la época. En contrapartida, en las concentraciones reinaba el buen humor, y en los desplazamientos no faltaban las prostitutas, de cuya contratación y acomodo se encargaba personalmente nuestro hombre. Hasta que en el club cundía el hartazgo y había de emigrar en busca de otros incautos.

En el documental sobre su vida, Kaiser, recién estrenado en Movistar, varios compañeros (entre los que encuentran Bebeto, Rocha, y el ya fallecido Carlos Alberto) atestiguan su nulidad futbolística entre risotadas y una sombra de melancolía. En los 20 años que duró su ‘carrera’, Carlos Henrique Kaiser Raposo formó parte de las plantillas de Botafogo, Flamengo, Bangu, Fluminense, Vasco de Gama, América, el Puebla mexicano y el Independiente argentino. No es un historial exento de impurezas. En algunas biografías, por ejemplo, en esa lista figura también el Gazélec Ajaccio, de Córcega, un segunda francés. Él mismo cuenta ante las cámaras cómo el día de su debut los hinchas le llevaron en volandas, y entregó un ramo de flores a la mujer del presidente, e incluso habla de lo muy identificado que se sintió con los corsos, tan indómitos, tan auténticos. Pero, como el film desvela amargamente, Kaiser jamás pisó Córcega. Sencillamente, se hizo hacer unas fotos con una camiseta del Gazélec y echó a rodar el cuento con la complicidad de un amigo, al que presentaba como testigo de su paso por Francia. El efecto de la verdad es perturbador, al punto que el pícaro deviene un impostor devorado por la impostura, una suerte de Enric Marco del balompié que ya no sabe en nombre de quién fabula: si de Káiser o del hombre que cree serlo.

Voz Pópuli, 30 de abril de 2019

sábado, 27 de abril de 2019

Ciudadano

“Buscábamos un nombre que sintetizara nuestra pasión por el deporte; que fuera, además, emocionante, inolvidable, y que estuviera cargado de adrenalina. Y ese nombre estaba ahí, en los campos y canchas de toda España: ‘¡Vamos!’. Un grito de guerra. Nuestro grito de guerra”. Con esta locución, Movistar daba a conocer en septiembre de 2018 su nuevo canal #Vamos. El anuncio, protagonizado por el cómico David Broncano, tenía como colofón un cameo de Rafael Nadal en el que éste deslizaba con suave ironía la sospecha del plagio. Al fin y al cabo, no hay ¡Vamos! con más pedigrí que los suyos. No es casual que sea precisamente un jugador de tenis el que haya popularizado el uso de ese bramido a modo de autoestimulación. ¡Vamos! es lo que le diría a Nadal un compañero de equipo, pero en el tenis, salvo en los partidos de dobles y los de la Davis, no hay compañeros de equipo. Y además, el reglamento no permite que el técnico-preparador arrope al jugador y le dé consejos en las pausas (En Open, las fabulosas memorias de André Agassi, esa soledad se halla cosida a una imagen tan recurrente como pavorosa: la del niño André dando mandobles a las bolas que le dispara, desde el fondo de la pista, una suerte de dragón automático ideado por el padre). En tal tesitura, cómo no animarse a sí mismo, y enroscarse en la primera persona del plural para, en un brote de multiplicidad, autoconvencerse de que la bocanada de ánimo proviene de un tercero.

La adopción como lema por parte de Ciudadanos de ese mismo sortilegio, ¡Vamos!, resume a la perfección a su presidente, Albert Rivera, cuyo único legado reconocible es haber trasladado a la política la fraseología más ramplona del mundo del deporte. Salimos a ganar, habrá remontada, daremos la campanada. Al término del debate de Atresmedia, imbuido de la certeza de que disputaba una semifinal, le faltó poco para emular a Cristiano con un ‘uuuuuuuh’, si bien el efecto que produjo al apretar los puños y palmear a su coach no fue muy distinto. No era para menos. A esa hora ya había consumado el enésimo fichaje de campaña (ventana de primavera). En esta ocasión, se hacía con los servicios de un político de cuarta herido en el orgullo y ávido de venganza, que no hace un mes tildaba a Ciudadanos de tontos útiles de la izquierda, cuñados, veletas…  Un tránsfuga, en suma, que no procurará a C’s un solo voto, pero que habrá propiciado que durante dos días se hable casi exclusivamente de su cambio de chaqueta. Más titulares, más minutos, más clicks, un nuevo golpe de efecto de un partido que vive por y para el efectismo, y que empieza a hacer buena la caracterización que de él ha efectuado el periodista John Müller: populismo de centro, incluidos pucherazos irresueltos. El reflujo cada vez más infrecuente de un tercerismo de serie, un revuelo naranja donde lo único que no parece provisional es el mesianismo cool de su presidente-entrenador-ariete.

(Coda. “Algunos futbolistas viven en una realidad paralela y hay una razón: ninguna de las personas que les rodean tiene sentido crítico. Elogiar asegura mejor el puesto de trabajo que reprobar.” Jorge Valdano.)


Voz Pópuli, 27 de abril de 2019

lunes, 22 de abril de 2019

Esplendor y gloria de la vieja política

Después de ver a Rivera ejerciendo de encantador de perros (dado que la defensa de la tauromaquia ya no rinde beneficio ninguno y la caza es un coto privado de Vox, tratemos de raspar algún voto animalista), a Sánchez disfrazado de runner o a Iglesias emulando a Bolt en la portada de Marca, que Cayetana exhiba su tronío en un mercado municipal de Cornellá es prácticamente revolucionario. De su mano, las nimias, recatadas concesiones al populismo de la propaganda al uso no sólo son disculpables, sino ennoblecedoras. Para empezar, porque la propia candidata tiene plena conciencia de que estrecharle la mano a un tendero es una costumbre penitencial, el precio ineluctable (menos irrisorio que risible) de figurar como cabeza de lista, y eso, créanme, facilita bastante las cosas. De hecho, es muy probable que durante esta contienda no haya pasado por un apuro más comprometedor que aquel “nuestra Messi” que le dedicara Pablo Casado, una hipérbole, por cierto, que a medida que transcurren los días va cobrando visos de fundada justeza. 

Con cada una de sus intervenciones Cayetana ha desnudado a sus adversarios (entre los que cabe contar a los periodistas, que la tratan como si fuera una criatura de feria, como explorando los límites de su paciencia, véase Basté), al tiempo que proyectaba una luz abrasadora sobre la llamada nueva política, que por efecto de su inteligencia y de su audacia se ha ido tornando en un mustio catálogo de frases hechas, donde “los de abajo y los de arriba” y el “régimen del 78” compiten en decrepitud con “la derechita cobarde” y “la veleta naranja” o “ni rojos ni azules” y “no tenemos mochilas”. Ya no digamos con el “No es no” o el “Como decíamos ayer…” (aun admitiendo que el packaging del PSOE, y en particular la foto de Carlos Spottorno, es soberbio). En el enésimo suceso de una campaña para la historia, el Día de Sant Jordi a las 13 horas presentará en el Colegio de Periodistas la edición conmemorativa del vigésimo quinto aniversario del clásico de Andrés Trapiello Las armas y las letras, junto con el autor y Félix Ovejero. Una afrenta, claro, para sus rivales, que pocas veces se habrán sabido tan agrupados en el resto.

Voz Pópuli, 22 de abril de 2019

domingo, 14 de abril de 2019

Un brindis por la libertad

Le pregunto si tiene datos, alguna encuesta, y responde, con afilado regocijo, que las encuestas nunca le han importado demasiado. Ni siquiera la primera que le confió el partido, que más que encuesta parecían las constantes vitales de un moribundo: “Nos dan entre 0 y 1.” Les había pedido la verdad y se la habían servido sin aderezos. Pas mal. Cayetana Álvarez de Toledo y su asistente, Pilar Marcos, han llegado al restaurante con una hora y media de retraso. Vienen del acto de S’Ha Acabat en la UAB, en el que ellas y otros constitucionalistas, entre los que se contaban Maite Pagaza y Rafael Arenas, han sufrido la acometida de un escuadrón de Arran.

En el vídeo que circula por Twitter desde hace hora y media se aprecia cómo a CAT la zarandean, le tiran del pelo, la insultan. Y cómo CAT, tras franquear el pasillo, ya en lo alto de la escalera, clama libertad, libertad, libertad. “Por un momento he tenido la impresión de estar en Venezuela.” Los cinco comensales que tratamos de arroparla (¡maldita la falta que le hace!) asistimos al relato en silencio, como si en lugar de escucharla la estuviéramos leyendo. La suya es una crónica tan urgente como sobria: “Desde el primer momento lo tuve claro, y así se lo dije a los mossos: ‘No entraré por la puerta trasera’. Es lo que ellos me aconsejaban por una cuestión, decían, de seguridad”. Pronúnciese ‘seguridad’ como si en realidad fuera una vaina bajo la que palpitara ‘rendición’. Al punto, CAT recrea para nosotros su racial determinación; lo hace graciosamente, con el prurito de teatralidad que propicia el paréntesis entre amigos: “Los demócratas no podemos entrar por ninguna otra puerta que no sea la principal”.

Entretanto, se suceden las menciones en las redes. La de Meritxell Batet, por ejemplo, que condena “los incidentes que han tenido lugar en la UAB durante la visita de @cayetanaAT”. Bien es verdad que 'los incidentes’ acaso refiera un suceso atmosférico, pero CAT celebra sinceramente, casi con alivio, el mensaje (se trata, por cierto, de la única muestra de solidaridad que reciba por parte de los candidatos que compiten con ella en Barcelona. Del resto, incluida Inés Arrimadas, nada. Tampoco ha recibido llamadas. Ni de sus adversarios más directos ni de ningún otro político).

Tras disiparse la excitación, la molestia que CAT notaba en la pierna se convierte en dolor. Se descubre entonces una raspadura, producto de un golpe. Pero hay que comer. Y además, qué demonios, el viernes verá al fin a sus hijas después de varios días sin tenerlas con ella. Sus hijas. Un silencio. ¿Habrán visto las imágenes? “No, no creo, apenas ven la tele” (Aún no he descartado la posibilidad de que nos estuviera tranquilizando a nosotros). "Y ahora, brindemos."


Voz Pópuli, 14 de abril de 2019

sábado, 6 de abril de 2019

Teresa Giménez Barbat

La exclusión de la eurodiputada Teresa Giménez Barbat de las listas de Ciudadanos al Parlamento Europeo exige replantearse la relación de este partido con valores como la aptitud, el mérito o el talento, de los que sus dirigentes gustan de hacer bandera e incluso llenarse la boca. En sus cuatro años en el Parlamento Europeo (Giménez Barbat suplió a Fernando Maura, que abandonó la Eurocámara para presentarse al Congreso por Cs) ha contrarrestado un sinnúmero de intentos del nacionalismo catalán de desacreditar a España, labor en la que, aunque parezca increíble, ha sido una pionera, pues nadie hasta su llegada había asumido como parte vertebral de su agenda la desactivación de las mentiras que los Tremosa, Terricabras y compañía diseminaban (diseminan) en el corazón de Europa.

Convencida de que no bastaba con replicar, sino que había que adoptar una actitud proactiva, de ella partieron iniciativas como la conmemoración en la Eurocámara del trigésimo aniversario del atentado de Hipercor, la conferencia de la delegación de Empresaris de Catalunya, en que éstos alertaron acerca de la debacle económica que el 'procés' había desencadenado, o el acto en que, acompañado de Elvira Roca y Pedro Insua, el genetista Maarten Larmuseau disertó acerca de la inexistencia de trazas genéticas españolas en la población belga, refutando así la leyenda (negra) que identificaba a los tercios con una recua de depredadores sexuales.

Pero ni esas empresas ni la puesta en marcha y consolidación del programa Euromind, un foro que promueve el encuentro entre ciencia y política (para legislar con arreglo a los hechos en lugar de a los prejuicios) han servido para persuadir a Albert Rivera, administrador único, de la idoneidad de contar con ella.

Hace un año y medio Teresa me propuso que fuera su asesor de prensa y, ciertamente, ha sido uno de los desempeños más gratificantes de mi vida laboral. Fundamentalmente, porque uno no siempre tiene la posibilidad de admirar a su jefa, ni de tratar con gigantes como Steven Pinker, Richard Dawkins o, sin ir más lejos, Bjorn Lomborg, El ecologista escéptico, que pondrá el punto final, el próximo día 10 de abril, a las sesiones de Euromind. Porque de no mediar, en efecto, un giro de guión de ultimísima hora, la exclusión de Giménez Barbat supondrá también la muerte del programa Euromind por asfixia presupuestaria.

También de ello será responsable la actual cúpula de Cs, que ha fiado sus expectativas de voto a una insólita política de fichajes, según una estrategia que pone el tracking por encima de las convicciones, y que vacía de sentido el discurso, ya de por sí hueco, sobre la ‘vieja política’: no en vano, ninguno de esos políticos a los que están atrayendo tenía futuro en sus antiguos partidos; cuando menos, remunerado. La salida de Giménez Barbat supone, asimismo, la rotura del último vínculo de Cs con el grupo fundacional, del que formaba parte; máxime tras el más que probable abandono de la política por parte de Xavier Pericay, al que la Ejecutiva no arropó como habría sido deseable en las primarias de Baleares. “Es política, qué quieres”, me dice un amigo. Exacto. Contra esa forma de hacer política nació Ciudadanos.

Voz Pópuli, 6 de abril de 2019