miércoles, 24 de junio de 2020

Little cosmic kite, which planet did you come from?


Por el centro corre Burruchaga a modo de falsa liebre; un zaguero de Inglaterra intenta encimarle previendo que el pase de la muerte acabe por buscar sus botas. Por la izquierda galopa Valdano, que es el delantero que, libre de marca, se halla en mejor disposición para reventar la red. De hecho, se trata del enésimo aluvión tridentino que la Albiceleste pone en práctica en la fase final. Un despliegue canónico, perfectamente reconocible, donde el ‘tomá’ y la devolución son un imperativo moral. Tal vez por ello, al llegar al vestuario, Maradona farfulla una excusa para la historia: «Me fue imposible dártela, Jorge, cada vez que levantaba la cabeza me salía un inglés». Años después, Valdano seguía sin salir de su asombro: «¡El tipo se estaba merendando a media Inglaterra y además me veía subir por el segundo poste! No sé con qué parte me veía, pero vi la secuencia mil veces y puedo descartar que fuera con los ojos».

En lo más alto del anecdotario permanecen esculpidas las palabras del Negro Enrique: «Con el pase que te di, Dieguito, como para haberla fallado”. También Valdano apuró su ‘parte de los ángeles’: «Maradona metió la pelota en la portería, cierto, pero yo la recogí. Algún mérito debe de tener eso, ¿no?».

Valdano, en efecto, rescató el balón de la portería con el partido encarrilado. Cuando le preguntaron por qué dejó al descubierto una humildad sospechosa, como lo es, en general, la literatura: “Me pareció indecoroso echarme encima de Maradona. El gol que marcó era tan sumamente individual, tan suyo, que pensé que abrazarle estaba de más, que era una forma de restarle protagonismo; así que no se me ocurrió otra cosa que ir para la puerta y recoger la pelota. Eso fue todo”.

Un muchacho del Barça marcó un gol parecido veintiún años después y Maradona volvió a cuadrar el universo: «Cuando haga eso mismo en los cuartos de un Mundial en lugar de hacerlo contra el Getafe, me lo comparan ¿ok? Hay algo más: mi gol fue útil y el suyo no, y eso también cuenta». Siempre me pregunté hasta qué punto la locución de Víctor Hugo Morales, casi un microrrelato, fue decisiva para asentar la leyenda. Hasta que se me ocurrió ver el vídeo con la locución atribulada, melancólica, airada del perdedor. Y si no es el mismo gol se le parece bastante.

The Objective, 24 de junio de 2020

sábado, 20 de junio de 2020

En el nombre del Bola

Cuando Pablo Iglesias le soltó a Iván Espinosa que lo que de verdad pretendía Vox era dar un golpe de estado, sabía perfectamente de lo que hablaba. Él mismo se ha desdoblado en un sinnúmero de ocasiones para, en el patético intento de venderse como estadista (título que en España se abarata por momentos; véase el caso de Albert Rivera, que fue investido como tal por su afición y hoy pretende ejercer de ex presidente sin haber consumado el acto, jarrón de los chinos); en el empeño, en suma, de proyectar de sí una imagen de político aplomado, fiable, posibilista, etc., acabar desvelando su agenda oculta.

El día 19 de marzo defendió las caceroladas contra el Rey que habían convocado las extensiones neuronales de su propio partido (esa trama asociativa “por la salvaguarda de lo público” a la que nuestro primer tautólogo llama lagente) puntualizando que, si bien su opinión sobre la monarquía era de sobra conocida, él estaba allí como vicepresidente del Gobierno. Como si debiéramos agradecerle que se abstuviera de quemar la efigie de Felipe VI, cual es costumbre en Cataluña para conmemorar las derrotas, sin que importe cuál. Ahora, en otro de sus alardes de bifidismo (“hombre blanco hablar con lengua de serpiente”, cantaba su idolatrado Javier Krahe), ha declarado que como secretario general de Unidas Podemos está a favor de desmilitarizar la Guardia Civil pero como vicepresidente segundo no se puede pronunciar. Donde desmilitarizar, no vayamos a confundirnos a estas alturas, es un eufemismo de desmantelar.

A nadie extrañen esas reiteradas escisiones entre deseo y simulacro, máxime en un individuo que para justificar la ley contra el maltrato infantil invoca nada menos que al Bola, un personaje tan ficticio como las emergencias en que se funda su ideario. Ah, tipificar como delito el odio a los pobres.

Miren al trasluz. De lo que se trata en realidad es de naturalizar la inquina a “los ricos”. En ese punto, no obstante, advierto un escollo. Cuál de los dos Iglesias prohijará esa reforma, ¿el antiguo Vecino de Vallecas o el propietario del chalé de Galapagar? 

The Objective, 20 de junio de 2020