En la celebración de Junts Pel Sí
(JPS) no se vio una sola bandera catalana. Las cuatribarradas que
allí ondeaban, lucían la estrella sobre fondo azulado o amarillo, en
lo que parecía todo un indicio del cambio de paradigma que han supuesto
estas elecciones. La muerte del catalanismo político, no obstante,
ha de situarse en pie de igualdad con el extraordinario resultado de
C's. Por primera vez, en efecto, la oposición se halla liderada por
un partido declaradamente antinacionalista. De hecho, y si hemos de
ser rigurosos, C's no sólo es el primer partido de la oposición en
Cataluña; es el primer partido de Cataluña. El manifiesto por el
que en 2006 quince intelectuales llamaron a la constitución en
Cataluña de un partido no nacionalista recogía en su último
renglón la necesidad de restablecer la realidad. Bien, esa realidad
ha quedado, cuando menos en parte, restablecida.
Así y todo, el horizonte es cualquier
cosa menos halagüeño. El magma CDC+ERC+CUP está incapacitado,
aritmética y moralmente, para seguir promoviendo un proceso tan
traumático. Y está por ver qué clase de gobierno nos aguarda,
dadas las trifulcas en que habrá de resultar lo que, a fin de
cuentas, no es sino un nuevo tripartito. Con más boato que el
anterior, si se quiere, pero con idéntica querencia por el
desconcierto, como evidencia la larga lista de desencuentros entre
sus cabecillas, que hace que, a su lado, l'entesa PSC, ICV y ERC no
parezca la broma que fue. Sus integrantes, al menos, eran políticos
profesionales, lo que no se puede decir de éstos. ¿Hemos de esperar
que Lluís Llach, el Pare Manel y Miquel Calçada administren Cataluña? Por
de pronto, es bastante probable que la carrera política de Artur Mas
haya tocado a su fin si, como se prevé, la CUP exige su
defenestración. Y esto es sólo el comienzo.
En cuanto a Catalunya Sí Que es Pot (CSQEP),
el otro gran perdedor, junto al plebiscito, de estas elecciones,
llama la atención la calculadísima ambigüedad de la alcaldesa de
Barcelona, Ada Colau. Ésta, en virtud de su flamante elección,
tenía en su mano dar a Rabell el necesario espaldarazo para su despegue electoral. En cambio,
ni participó en ninguno de los mítines de la campaña ni
comprometió públicamente su voto a esta plataforma. A diferencia,
por cierto, de algunos de sus más cercanos colaboradores en el
Ayuntamiento y en Barcelona en Comú, que llamaron a votar tanto
a CSQEP como a la CUP. Sin duda, otro restablecimiento.
Libertad Digital, 28 de septiembre de 2015
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