No es fácil decirle a un viejo cómo tendría que haber vivido. El año pasado me ocupé de contener las memorias del arquitecto Miquel Ponsetí. Cada quince días, atravesaba la tarde y me reunía con el autor para navajear las infancias, segar las adolescencias y lamer las madureces. El ruido estilístico tendía a cesar con la senectud. Había en esa obra, Trossos de ma vida, una descripción de un infarto que me recordaba en alguna muesca el que narrara Josep Pla. Al igual que el ampurdanés, Ponsetí no explotaba los quejidos ni los de-prontos, sino que se daba a esa ruda objetividad con que suelen emplearse los supervivientes. De ningún infarto se debe decir que es vívido.
Con el tiempo, Ponsetí me dejó toquetear algunos de los libros que, como teórico de la arquitectura, había firmado. Una tarde, cuando ya todo rodaba cuesta abajo, me abalancé sobre la recia estantería de su despacho y me hice con Cascarrulles, que glosaba con prurito de diseniadó las obras de su autor. Supe entonces que ese hombre engorrado de 88 años había reformado los Baños Orientales y había proyectado el Club Natación Barcelona. Le mostré el libro abierto, el dedo índice señalando trémulamente la playa Libre: no le dio importancia. ¡Íba a dársela! ¡Iba a desaguar 40 años de arquitectura en una playa infecta! Seguí pasando páginas y reconocí el cine Novedades, templo de mis correrías acnésicas. Pocos, muy pocos recuerdan ya el salón de billares que había en el entresuelo, el que regentaba el cambista Barrilete. Te daba ocho monedas de veinticico y te preguntaba: "¿Y tú ya has follao?". Quince años; el bozo reventando en el labio superior y el lavabo a cal y canto.
Después de las sesiones de enmienda y alicatado de la biografía de Ponsetí, regresaba a casa por aquello de salvar mi matrimonio. Lo hacía, justo es decirlo, con relativísima urgencia. Al cabo, y ya por aquellos entonces, atendía al principio de realidad y quién sabe si al de resignación. Hoy, Miriam, la secretaria de la Escuela de Escritura del Ateneo Barcelonés, me ha dicho que Ponsetí había dejado una nota para mí:
Sr. Albert de Paco:
Tengo la satisfacción de comunicarle que el Sr. Bohigas tendrá la delicadeza de presentarme el libro (¡aprobado por usted!) Trossos de ma vida. En la mesa estarán H. Barrera (que me ha prologado el libro), J. A. Solans (el ex director de Urbanismo) i el Sr. Moisés Broggi.
Espero su asistencia (y la de sus discípulos) al acto (previamente le enviaré el libro y la invitación).
Iré, por descontado. No es fácil decirle a un viejo cómo tendría que haber escrito.
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