El Mundo, 7 de octubre de 2017
sábado, 7 de octubre de 2017
Tiempo de joda en el Sant Jordi
En cuanto acabó My name is
Taburete, la primera de las canciones de la noche después del
intro, prendió entre el público el cántico 'Yo soy español,
español, español' y asomaron las primeras rojigualdas a modo de
mosaico deslavazado. Desde ese instante, y hasta el final del
concierto en el Palau Sant Jordi Club, las 3.500 personas que
colmaban, sin apreturas, el recinto, fundieron el pop pijo de
Taburete y sus mentores, Hombres G, con una (inédita) condición de
españolidad. A semejanza, por cierto, de las decenas y decenas de
conciertos que en Cataluña resultan impensables sin la estelada, el
'in-inde-independència!' o el 'No volem ser una regió
d'Espanya...!'. Por una vez, los hijos e hijas de quienes, a mediados
y finales de los ochenta, bailotearon el 'Sufre mamón' en Baccara,
Chic o Fibra Óptica, se soltaron el pelo (y el sujetador) por
España. Parte de esa desinhibición se explica por las
concentraciones improvisadas durante la semana en plaza Artós (lugar
habitual de concentración de hinchas del Español), y que se
diseminaban en forma de columna por Mitre, Balmes y Travesera. En
cierto modo, el petit Sant Jordi fue una prolongación de esas
movilizaciones, acaso una suerte de alto en el camino en espera de la
gran manifestación del domingo en Barcelona. Sara y Georgina (unos
veinte), bandera española a la cintura, cuentan que participaron en
la marcha que recorrió Balmes ("todo por wpp", aseguran) y
estarán el domingo en Urquinaona, que, según pronostican, "estará
a petar". Álvaro (23), que ha olido prensa y no ve el modo de
meter cucharada, dice saber de "muchísima peña que sube de
Valencia". "En plan pacífico, ¿eh? Esto tiene que quedar
muy claro, esta manifa no es una venganza contra nadie sino un grito
de rabia, un aquí estamos, qué pasa". Para Julio (17), será
la primera manifestación de su vida. "¡Ya era hora de que
despertáramos, joder!". La cerveza más pequeña cuesta 3,50, y
hay que pagar el vaso, que son otros 2 euros, pero no parece que los
precios disuadan a nadie, pues las cuatro barras funcionan a pleno
rendimiento. En el front stage (a 65 palos la entrada) un grupo de
universitarios con aire de tunos lleva un buen rato intentando que
Bárcenas Jr. coja una bandera española, pero no hay modo. Y a fe
que lo han dado todo: "¡Willy, valiente, / tu padre es
inocente!"; pero Willy, al que se nota un pelín incómodo ante
esa clase de peticiones, se resiste. Mediado el concierto, y ya con
la garganta caliente, agarra al vuelo una bandera española, la
pliega y, dando la espalda al respetable, con raro pudor, se la lleva
a los labios y la deposita en el suelo con suavidad. ¡Os lo juro por
Snoopy! ¿O es por Piolín?
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