Su Maquiavelo para el siglo XXI. El príncipe en la era del populismo es un exquisito tratado en que, a su inteligencia de costumbre, añade un estilo endemoniado, que remeda con gracejo la prosa exhortativa de quien está considerado el padre de la razón de Estado. El calco no deja un cabo suelto, al punto que si el diplomático florentino ofrendó su opúsculo a Lorenzo de Médicis, Caballero lo dedica a Mariano Rajoy. Y no sin retranca: "Acepte, pues, Vuestra Excelencia este pequeño regalo con la intención con que yo os lo envío. Si lo leéis y reflexionáis sobre él con diligencia, reconoceréis en él mi grandísimo deseo de que alcancéis la grandeza que vuestra fortuna y otras condiciones auguran".
Yerran, no obstante, quienes han creído ver en Maquiavelo [...] XXI
una suerte de proclamación de Rajoy como el maquiavelista por
antonomasia de nuestros días. De hecho, Rajoy ni siquiera es el
protagonista de la obra. Antes bien, los razonamientos que esgrime
Caballero en torno a la conquista y conservación del poder hacen
hincapié en la impericia del PSC al frente del Tripartito catalán, que
podría resumirse en el adagio churchilliano 'teniendo que elegir entre
los principios y el poder, sacrificaron los principios y perdieron el
poder'; la ineptitud de Zapatero, caracterizado como un ilustre
antimodelo de la ciencia política, o la "peculiar relación con la verdad
y la decencia" de Ada Colau, que "basó su campaña en el insulto, la
mentira, el engaño y la calumnia contra sus adversarios". Todo ello sin
olvidar a Aznar,
quien, a juicio del autor, al aliarse con George W. Bush "contra la
opinión de buena parte de Europa, quedó en manos de una potencia sobre
la que no ejercía ningún control, lo que acabó pagando caro", o Cameron,
al que achaca el error de confundir el referéndum de Escocia -al cabo,
una independencia abortada- con la consulta sobre el Bréxit, creyendo
que la victoria en la primera convocatoria habría de conducir,
inexorablemente, al doblete.
Maquiavelo [...] XXI
opera, asimismo, como un sugerente catálogo de reflexiones en el que
todo lector concernido por la política entreverá a Manuel Fraga
bañándose en Palomares, a Gerhard Schröder vadeando en katiuskas el
Danubio, a Jordi Pujol presumiendo de conocer a todos y cada uno de sus súbditos en Cataluña. A este respecto, Maquiavelo es
un link, o lo que es lo mismo, escritura en su sentido más hondo.
También, una taxonomía sobre la naturaleza humana que daría, por sí
mismo, para otra obra. Ah, los hombres (¡la gente!), "que
olvidan más rápidamente la muerte del padre que las pérdidas
patrimoniales, [...] tan necios, y apegados a la necesidad del momento,
que el que engaña siempre encontrará a quien se deje engañar".
En
el impetuoso alegato del capítulo final (¡atención, spoiler!),
Caballero anhela el advenimiento de un líder que, en el instante más
lúgubre de Europa, haga de ella "el más bello de los sueños: la próspera
unión de una pluralidad en armonía". Cinco
meses después de que diera el libro a imprenta, el socioliberal
Emmanuel Macron vencería en las presidenciales francesas y obtendría la
mayoría en las legislativas. Bajo su égida, la UE honró la memoria del
presidente Helmut Kohl con las primeras exequias de Estado en nombre del
europeísmo, una iniciativa en la que parecía palpitar la cita de
Churchill que abrocha el libro: "Una Europa cuyo diseño moral merezca el
respeto y el reconocimiento de toda la humanidad, y cuya fuerza física
sea tal que nadie se atreva a molestarla mientras avanza en paz hacia el
futuro".
El Ciervo, julio-agosto de 2017
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