sábado, 8 de febrero de 2014

El puntillo

Nada más desolador que eso que viene llamándose el puntillo. Coger* el puntillo. Ir con el puntillo. El puntillo es un chisporroteo frugal que nunca rompe en nada memorable, un bailoteo vergonzante a las puertas del infierno. Ya la sonoridad de la palabra, guasa en vilo, debería bastar para que fuese ajusticiada. Con todo, y siendo el puntillo despreciable, más lo es su primo catalán, el puntillu. Cada vez que digo puntillu aparezco, como por ensalmo de máquina de asteroides, frente a un foc de camp, guitarra en cabestrillo y puff al fons del mar. El puntillo ha macerado su andadura en boca de un ejército de santurrones que, en algún instante de sus vidas, creyeron pertinente informar a sus iguales que ellos odian emborracharse, pero que no hay nada como ir con el puntillo. El sumo sacerdote de esa cruzada es el periodista Iñaki Gabilondo, quien, preguntado por la cuestión, proclamó: "Me gusta mucho beber, pero no me gusta beber mucho", lo que prueba que el puntillo dio pie, sin saberlo Zapatero, al primero de sus quiasmos. Hay, por cierto, una diferencia entre ir con el puntillo y coger el puntillo, y que concierne al grado de premeditación. Ese matiz encanallado no es tan obvio como parece, pues para coger el puntillo tienes que haberlo soltado en alguna ocasión, mientras que el que va con el puntillo raramente lo suelta, y tanto es así que no es inhabitual decir de alguien que "siempre va con el puntillo" sin que ese 'siempre' parezca inoportuno o acaso redundante. Las mujeres son, por su naturaleza misma, las grandes apologistas del puntillo, pues en el intento de blindar su risa floja, tratan de calzar la charla con la cuña de su misma madera: "No sé vosotros, pero yo, con lo que he bebido, ya voy un poco piripi". (¿He dicho ya que los quillacos no van con el puntillo, sino con el punto? Dicho queda.) Mas estábamos con las mujeres: no hay nada que les endulce tanto la velada como salir con las amigas (¡only women!, le llaman), mientras el novio sale con los amigo(te)s. Nada como ahogar la cena con un cosechero chino para luego, al reencontrarse con la pareja, y siempre a lomos del puntillo, seguir empujando la Historia: "Dime, ¿me has echado de menos?".

*En Tijuana, 'agarrar'.

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