Nada más desolador que eso que
viene llamándose el puntillo. Coger* el puntillo. Ir con el puntillo.
El puntillo es un chisporroteo frugal que nunca rompe en nada memorable, un bailoteo vergonzante a las puertas del infierno. Ya la sonoridad de la palabra, guasa en vilo, debería bastar para que fuese ajusticiada. Con todo, y siendo el puntillo
despreciable, más lo es su primo catalán, el puntillu. Cada vez que digo puntillu
aparezco, como por ensalmo de máquina de asteroides, frente a un foc de camp,
guitarra en cabestrillo y puff al fons del mar. El puntillo ha
macerado su andadura en boca de un ejército de santurrones que, en
algún instante de sus vidas, creyeron pertinente informar a sus iguales que ellos odian emborracharse, pero que no hay nada como ir con el
puntillo. El sumo sacerdote de esa cruzada es el periodista Iñaki
Gabilondo, quien, preguntado por la cuestión, proclamó: "Me
gusta mucho beber, pero no me gusta beber mucho", lo que prueba que el puntillo dio pie, sin saberlo Zapatero, al primero de sus quiasmos. Hay, por cierto, una
diferencia entre ir con el puntillo y coger el puntillo, y que
concierne al grado de premeditación. Ese matiz encanallado no es tan obvio como parece, pues para coger el puntillo
tienes que haberlo soltado en alguna ocasión, mientras que el que va
con el puntillo raramente lo suelta, y tanto es así que no es inhabitual decir de alguien que "siempre va con el puntillo"
sin que ese 'siempre' parezca inoportuno o acaso redundante. Las mujeres son, por su
naturaleza misma, las grandes apologistas del puntillo, pues en el
intento de blindar su risa floja, tratan de calzar la charla con la
cuña de su misma madera: "No sé vosotros, pero yo, con lo que
he bebido, ya voy un poco piripi". (¿He dicho ya que los quillacos no van con el puntillo, sino con el punto? Dicho queda.) Mas estábamos
con las mujeres: no hay nada que les endulce tanto la velada como salir con las amigas (¡only women!, le llaman), mientras el novio sale con los
amigo(te)s. Nada como ahogar la cena con un cosechero chino para luego, al reencontrarse con la pareja, y siempre a lomos del puntillo,
seguir empujando la Historia: "Dime, ¿me has echado de menos?".
*En Tijuana, 'agarrar'.
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