viernes, 31 de enero de 2014

Anticatalanes (y II)

"Una lengua insidiosa, artificial, molesta, que se ha ido recreando a contrapelo de la vida y, lo que es peor, contra su propio futuro". Añadan a la ristra que, además, se trata de una lengua ficticia. Sirva como ejemplo una de las escenas que, a mi modo de ver, resume perfectamente la paranoia que nos aqueja desde antes, mucho antes del año de la peste. Me refiero al habla que emplean los Mossos d'Esquadra en el transcurso de esas lacias patrullas callejeras llamadas de proximidad.

A poco que uno aguce el oído constatará que la mayoría de ellos, en efecto, conversa en castellano, es decir, en la lengua habitual de ambos o, cuando menos, de uno de los dos policías. Pareciera de sentido común que esos mismos policías, al dirigirse al ciudadano, se expresaran también en castellano. No obstante, lo hacen en catalán; la más de las veces, en un catalán lamentable, en una suerte de jerga paralingüística que no provoca sino desconcierto o, en el mejor de los casos, hilaridad.

Por descontado, los Mossos no son el único colectivo profesional afectado por la propensión a la parodia. Cuántas veces no habré visto cómo un catalanito de a pie se dirige a un funcionario en una suerte de neolengua de esparto que tan sólo en sus más enfebrecidos sueños cabría considerar catalán. A esa clase de optimistas les salva un hecho casi fantasmagórico. No en vano, su empeño en fingirse catalanoparlantes suele corresponderse con el del funcionario, que es, dada su naturalísima ocupación, quien mejor interpreta el dialecto apache. Es este mío un país en que unos simulan que hablan catalán y otros simulan que entienden a quien simula hablar catalán. Para desgracia, claro está, de los españoles que lo hablamos de verdad.


Libertad Digital, 15 de enero de 2014

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