miércoles, 9 de noviembre de 2022
Jugar como se vota
Existen. Y lo digo sin curarme en
probabilidad. No es que deba de haberlos, no, es que nada explica que los jugadores del Madrid,
el Barça o el Alcoyano sean inmunes a la estadística. Basta reparar en los
porcentajes que extiende la realidad para afirmar (¡para denunciar!) que en la
esfera pública sigue habiendo empotrado un armario. También la poética me da la
razón. ¿No habíamos convenido en que el fútbol era una metáfora de la vida? Ay,
esos trasvases. El quiasmo de que se vive como
se juega y se juega como se vive lleva la firma de Valdano pero se diría
exudado por Zapatero. No, el reflejo del que hablo, o más bien su ausencia, tiene que ver
con lo que ya se imaginan a estas alturas. Me refiero, en efecto, a la
intolerable invisibilidad que viene sufriendo, en ominoso silencio y clamorosa
democracia, un colectivo perfectamente normalizado en otros sectores de
actividad. Se me dirá que el público que llena los estadios es bronco. Y que
cualquier fondo sur es un monstruo de mil cabezas (entre las que sobresaló, never forget, una de cerdo catalán), ante el que no conviene presumir de según qué. Ni por esas. Es inconcebible que la arquitectura tipo Wanda
no haya conformado un marco de civilidad para que un hombre admita, declare y aun se
enorgullezca de su más éxtima condición. El campo de juego está resultando igual de inclinado que
el tablero, ahora sí, de la vida. En la balanza de la izquierda, sea cual sea su
modalidad, pesan Valdano, Sócrates, Breitner, Cortabarría, Del Bosque,
Caszely, Fowler, Illarra, Oleguer, Infante (qué hacía un genio como vos pastando
en Segunda B), Cantoná, Thuram, Maradona... ¿Y en la de derechas? Donato alardea en Brasil de votar a Bolsonaro y Romário encabezó una
lista conservadora. Con Pepe Reina, campana y se acabó. Todos, eso sí, proclamaron
sus convicciones una vez jubilados o al borde de la jubilación. En
Despeñaperros sólo lo hizo aquel Salva, el nueve alferez.
No hay noticias de ningún homosexual, es cierto. Una anomalía tan
reprochable como que el único crack abiertamente ayúser sea Piqué, que ayer se retiró.
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