jueves, 24 de noviembre de 2022

Making

Me escribió una noche de primavera. Igual fue antes; más que dormir, lo mío es un vivac a regañadientes.

-¿Pero usted no ha oído esto? Es más, ¿cómo puede hacer otra cosa que no sea dedicarse a la chacona del Perrate?

Arcadi y Antonio España tenían grabadas entrevistas con flamencos que llevaban 40 años en un cajón inexplicable. Verónica Puertollano las transcribió con una fidelidad fuera de lo común, esto es, admitiendo entre corchetes que “esto no se entiende”, y yo me ocupé de que aquello pareciera un libro. Que el libro sea importante no tiene nada que ver conmigo.

Esto del Perrate, decía, fue por primavera.

“Usted me descubrió Al cantar a Manuel de Mayte y yo a la chacona. Estamos empatados.”

A Arcadi, como buen planiano, le incomodan las deudas. Si alguien como él te dice 'empate' es que ha perdido, pero dejémoslo ahí. Es el modo en que los ganadores admiten su derrota. 

Le dije que sí, que era un hallazgo. 

Y empecé a llevar conmigo al Perrate de paseo por el Retiro. De mi tontería debió de percatarse la camarera galante del Estanque. "Más de cuarenta putas / huyendo de Barcelona. / Y la fama lo pregona. / A la vida, vidita bona, vida, vámonos a chacona”.

La chacona no es un sarao, sino un horizonte, una promesa desquiciada, tan imprevista como el amor o el desamor. Un derroche melancólico e intersecular, como sugiere la Bulería de la base: “El bordón vibra igual en tus manos, que en mi voz tu promesa de amar / Vuelve a tocar Johnny Guitar, Johnny Guitar”. Lo del Guitar lo sabía por la Fernanda y la Bernarda, dos modernas.

Cuando Arcadi anunció que le apartaban del programa de Rafa y le anulaban la colaboración con Alsina, pensé en La torna, redondeo catalán. Me alegré de que Rafa le hubiera propuesto la sección.

Lo de Alsina, Mejide con ínfulas, no sé si fue por complejo de inferioridad o porque Arcadi había sido el único de los tertulianos que no le saludaba con un resto de pleitesía. Si Alsina supiera que Arcadi, mientras se suponía que debía estar  atento a los sofisticados análisis de la niña Morodo, hablaba conmigo de las gafitas de Benzemá. 

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