"El despliegue y fracaso (momentáneo) del proceso secesionista en Cataluña presenta las siguientes características: 1) demostraciones masivas de fuerza en las calles; 2) propaganda mediática obstinada y sistemática; 3) presión social abrumadora por la presencia de símbolos secesionistas en el espacio público; 4) fuerte impulso al movimiento a cargo de un gobierno regional desobediente y un parlamento autonómico desleal; 5) ausencia de una clara mayoría social; 6) silenciamiento exitoso de la ciudadanía no secesionista durante la mayor parte del proceso. Todo ello, en una de las regiones más ricas y avanzadas de España, Estado democrático perteneciente a la Unión Europea”.
El párrafo anterior está corresponde al estudio Secesionistas contra unionistas en Cataluña, elaborado por Josep Maria Oller, Albert Satorra y Adolf Tobeña, autor, a su vez, del ensayo La pasión secesionista. El trabajo, publicado en febrero de este año en la revista Psychology, supone una aproximación a las emociones y afectos mayoritarios de constitucionalistas y secesionistas. La encuesta en que se basa, en la que participaron 1.000 individuos residentes en Cataluña, se efectuó en marzo de 2018, tres meses después de las elecciones de diciembre de 2017 y seis meses después del 1-O.
En ese contexto, concluyen Oller, Satorra y Tobeña, los secesionistas decían sentirse mucho menos cansados y confundidos que los unionistas; también más ilusionados respecto al futuro. Asimismo, manifestaban la certidumbre de que la política en Cataluña progresaba “en la dirección correcta” y confiaban en la llegada de “una solución plausible y buena para la mayoría". Los autores explican esa certidumbre por la percepción errónea de la magnitud real de la fuerza del secesionismo. Los unionistas, por su parte, no creían que la situación fuera a mejor y se mostraban temerosos del futuro.
En este sentido, O., S. y T. cifran el logro más importante del activismo y la propaganda secesionistas en la instauración de una devoción por la secesión tan intensa y moralista que tiende a operar efectos benéficos en el estado de ánimo de sus fieles. Y prosiguen: los compromisos que suscita este tipo de “pasión política” reflejan, en cierta medida, los valores típicos de los devotos de movimientos extremistas, para los cuales se han descrito correlaciones neuronales en el giro frontal inferior del cerebro. Así, en el firme convencimiento de los secesionistas de que merecen una “separación elegante”, influirían ingredientes obsesivos, de autoglorificación y narcisismo colectivos, “basados en la firme convicción del grupo en su grandeza”.
Como dejó escrito Rafa Latorre en Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido (cuya última ampliación, por cierto, data de ayer mismo, en que trascendió la censura editorial a Julio Valdeón en aras de la moderación y el diálogo), éste es un conflicto cuya singularidad radica en que unos tienen toda la razón y los otros ninguna.
Voz Pópuli, 2 de septiembre de 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario