Desde el minuto 1 llevó ensartados a Iglesias, Abascal y
Puigdemont en un mantra acusador, implacable, los tres caudillos hechos
hidra de tinieblas, adalides de un tiempo aciago en que el bienestar no
genera sino ofendidos a media jornada, oprimidos de pega e indignados
sin memoria. En su habitación de un hotel de Sarajevo, un intelectual
trata de poner en pie un discurso sobre Europa. Apenas dispone de hora y
media para ello, la misma cuenta atrás, en cierto modo, que pende sobre
el Viejo Continente. Cito de memoria: “Ese iluso de Iglesias cree que
el populismo es como el colesterol: que hay uno bueno y uno malo; como
si el odio que hoy se vierte contra las élites no fuera a alcanzar
mañana a los inmigrantes, a los homosexuales… Vean, si no, a los
chalecos amarillos: el primer sábado se manifestaron contra el Gobierno,
el segundo la emprendieron con la prensa, el tercero con los
comerciantes y el cuarto con los judíos.” Dígase a modo de fiera
letanía, de rumor embravecido, de amargo ritornelo que es al tiempo
mitin y soflama, editorial y homilía, necrológica y arenga.
Era Bernard-Henri Lévy y era el Coliseum, sí, pero podía ser un bardo
en una esquina de Brooklyn, tan recentísimas nuevas voceaba: “41
senadores franceses denuncian la represión contra los líderes del
procés”. Y bien: quién mejor que un histrión para dar noticia de
histrionía. El dueño del hotel, un catalán inverosímil que guardaba un
raro parecido con el cómico Boadella, le va surtiendo de whisky,
aspirinas, embustes: “Verá, señor Lévy, los catalanes somos… los
catalanes somos diferentes”. Pero nuestro hombre no se da a la bebida;
lo haría de buena gana, sí, pero Europa, el sabor de los besos en el
Duomo, bien merecen mantenerse sobrio. Porque hay esperanza. Y así, como
un borracho lúcido, evoca una conversación con Thatcher. De Yugoslavia,
hablaban. Ella: ¿Cómo se le ocurre, mesié, comparar Sbrenica con
Auschwitz? Él: Ah, madam, porque si el recuerdo de Auschwitz no sirve
para evitar Sbrenica, a qué el recuerdo de Auschwitz. Cuando Lévy se
zambulle en la bañera es ya un hombre empapado que acaso pretenda, al
subrayar esa misma condición, al encarnar literalmente al “intelectual
que se moja”, ofrendarse como ejemplo y bien está.
Voz Pópuli, 29 de marzo de 2019
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