jueves, 30 de junio de 2016

Vamos a morir todos

SIPHIWE SIBEKO/REUTERS
Desde el año 2000, y especialmente desde el 2005, la mortalidad infantil se ha reducido en un 53%. Entre los 62 países que han logrado una reducción superior al 66% (umbral de los Objetivos del Milenio) figuran Etiopía, Eritrea, Bangladesh, Georgia, El Salvador, Bolivia, Egipto, Camboya, Nepal y Yemen. Asimismo, África ha sido la región donde la esperanza de vida más se ha incrementado en los últimos tres lustros, 9,4 años, hasta alcanzar los 60 años de media. Y entre 1990 y 2015, el riesgo de morir por causas relacionadas con el embarazo observó una caída del 44%.

 Los datos corresponden a algunos de los estudios que ha realizado últimamente la Organización Mundial de la Salud. Las primeras conclusiones, las que atañen a la mortalidad infantil, dieron lugar a titulares de ultratumba, como “La mayoría de los países fracasan en la reducción de la mortalidad infantil”, o “Apenas un tercio de los países pobres logra los Objetivos del Milenio en mortalidad infantil”. De la tercera se ocupará mi imaginación, es decir, mi experiencia lectora de años y años de apocalipsis zulú: “La maternidad sigue desangrando a la mujer africana”.

 UNICEF es la principal inspiradora, por no decir hacedora, de esta prosa necrótica que, cada tanto, decreta el Armagedón. En su último informe, publicado esta mañana, prevé la muerte de 69 millones de niños por culpa de la desigualdad. “La desigualdad matará a 69 millones de niños”, dice El País. Hay que ser bueno hasta un extremo siniestro para escribir semejante noticia sin que medie la más mínima objeción. Como si sólo las multinacionales merecieran una cierta reserva, es decir, un cierto periodismo. Y sobre todo, como si UNICEF no fuera una multinacional. Del muñón, sí, pero multinacional.


The Objective, 30 de junio de 2016

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