Por el momento, nadie discute la figura de Rivera, que, no obstante, parece inmune a la evidencia de que el PP, con Rajoy como candidato, ha logrado casi 100 escaños más. A este respecto, resulta imposible desvincular el nuevo triunfo del PP del liderazgo de Rajoy, por lo que si ya en diciembre el veto se antojaba inconveniente, ahora empieza a verse como un desvarío. Particularmente, por el mal perder que trasluce, y que contraviene una de las principales señas de identidad del partido y, claro está, del propio Rivera: el fair play.
En cierto modo, la pérdida de 8 escaños, aun siendo preocupante, no lo es tanto como la negativa de Rivera y su círculo virtuoso a aceptar los hechos. Entre los dirigentes que verían con buenos ojos abandonar la retórica del veto figura Javier Nart, que se ha mostrado partidario, en declaraciones a El País, de "tragarse el gigantesco sapo" de la censura y abstenerse en favor del candidato popular, por mucho que no le parezca la persona más idónea para conducir España. Obviamente, Nart no es el único cuadro que opina de ese modo, pero ningún otro se la quiere jugar; cuando menos, de manera tan frontal. Basta el recuerdo de Jordi Cañas, su impecable defenestración, para conjurar cualquier arrebato de osadía.
Libertad Digital, 28 de junio de 2016
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