Una de las primeras medidas del alcalde Trias fue destituir a Josep Ramoneda como director del
Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) y poner en su lugar a
Marçal Sintes, un articulista que, a ojos de CiU, presentaba unas formidables
credenciales. No en vano era tan mediocre como el propio Trias, la clase de
individuo, en suma, con quien el alcalde congeniaría si coincidieran en una
cena. A diferencia, claro, del pedante de Ramoneda, al que sólo ahora, cuando
ha empezado a hablar de la inexorabilidad de la ruptura con España, han logrado
entenderle algo. No tanto como a Rubert, pero algo.
Pese a que la sustituciónde Ramoneda por Sintes era un mayúsculo despropósito, ningún informador puso el
grito en el cielo y apenas unos pocos se confesaron perplejos. En esa atonía
influyó, a mi modo de ver, la mansedumbre con que el propio Ramoneda trasegó su
despido. Después de todo, cómo emprender una campaña contra el sectarismo
cuando el propio sectarizado se comportaba como una de esas mujeres maltratadas
que, inquiridas por su señoría, juran que a ellas el marido les pega lo normal.
Con aquella primera medida, el alcalde Trias expuso a las claras que su Barcelona guardaba una
cierta semejanza con las matinales de domingo en el mercado de San Antonio, en
que los críos se entregan de forma maquinal al cambio de cromos de la Liga, y
donde, a menudo, completar el álbum es casi una molestia.
A la patada a Ramoneda siguió la designación de Bibiana Ballbé (la misma periodista, en efecto, que
dio pábulo en su programa Bestiari Il·lustrat al atentado ficticio contra
Sostres y el rey Juan Carlos) como asesora de alto rango del Centro de Arte
Santa Mónica. Su primera iniciativa ha sido montar una fiestuqui non-stop a la
que ha invitado a decenas de artistas. Todos han declinado la invitación. Entiendo
a Bibiana, claro; hubo una época en que, cuando alguna de mis parejas esbozaba
cómo sería nuestro hogar, yo preguntaba: ¿y la barra, eh? ¿Dónde pondríamos la
barra? Bibiana entró al museo con la palabra dinamización haciéndosele una bola
y dijo: "Lo tengo, una fiesta". Ya digo, como yo a mis dieciocho
intentando colar mi barra.
En cualquier caso, tanto Sintes como Ballbé son gloria bendita comparados con Toni Soler y Miquel
Calzada, alias Mikimoto, que ocupan, respectivamente, los puestos de
comisionado barcelonés para los actos de 1714 y comisario para la organización
y el desarrollo de los festejos. Decía José Antonio Montano que a los
soberanistas catalanes, en su diseño de país, les estaba saliendo España. Es
exacto. Poner a Marçal Sintes de director del CCCB es como poner de custodio
del Museo de Arte Contemporáneo a Cayetana Guillén, y que Bibiana Ballbé sea
dinamizadora cultural del Santa Mónica es como si Leticia Sabater hiciera lo
propio en La Fábrica. En cuanto a Soler y Calzada... traten de imaginar a
Faemino y Cansado comisariando, en una improbable zona cero de Arganzuela, unos
restos arquitectónicos que sugirieran que nuestros verdaderos enemigos, ay, no
son sino catalanes.
Convendrán conmigo en que, con estos mimbres, la gran boda india, lejos de parecerme despreciable, ha
acabado pareciéndome enternecedora. Como me sigue pareciendo enternecedor el
rodaje de Woody Allen de Vicky-Cristina-Barcelona, que tuvo bloqueado el centro
de la ciudad durante dos semanas en el verano 2007, y del que resultaría una
película encantadora e infame. No, el verdadero declive de Barcelona no se mide
por eventos como los de la boda india o el rodaje de Woody Allen, sino otra
clase de ostentaciones: las que ejercen a diario y con cargo al erario Sintes,
Soler, Ballbé y Mikimoto.
Libertad Digital, 12 de diciembre de 2013
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