miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin final feliz

En los prolegómenos de la entrevista en TV3 al presidente de la Generalitat, Artur Mas, circuló la noticia de que las preguntas estarían poco menos que amañadas; que el consejero de Presidencia, Francesc Homs, había vetado las cuestiones relativas a la crisis, y más precisamente las que tuvieran que ver con el cierre de algunos servicios de urgencias, la supresión de las pagas dobles a los funcionarios o los impagos a las farmacias. Que estábamos, en suma, a las puertas de un simulacro, de una de esas pantomimas progubernamentales que, como sucede con algunos eclipses, habría de obligar al espectador crítico a ponerse gafas de soldador. Ni que decir tiene que el augurio estaba más que fundado. No sólo porque TV3 ha sido el principal foco instigador del soberanismo; o, por decirlo en vulgo, la principal fábrica de independentistas, tarea, por cierto, para la que fue concebida. También porque el libro de estilo de la casa, escrito con tinta simpática, había estado presidido durante siglos por la frase "Això no toca", ante la que los redactores (tipos como yo, no crean) llegaban incluso a sonreírse admirados. Ay, la campechanía, cuánto daño ha hecho en España. 

Sin embargo, y de forma gozosamente inédita, Carles Prats y Lídia Heredia estuvieron en periodistas. Para empezar, Prats no se resistió al retintín cuando, a las primeras de cambio, inquirió a Mas "como persona", dada la dicotomía que gusta de exhibir el presidente, pensador y mártir. Y si bien reprimió la pregunta que, inexorablemente, había de seguir al sentido del voto persona-presidente ("Entonces, ¿piensa usted votar dos veces?"), la que formuló en su lugar no le fue a la zaga: “Luego, ¿es usted independentista? Y si lo es, ¿desde cuándo?”. 

Su compañera, Lídia Heredia, no se quedó corta: "¿Quién escribió la pregunta?". Y, tras el henchido e incomprensible "Yo mismo" de Mas: “¿Solo?”. A lo que aquél respondió: “Escribí tres o cuatro preguntas pero me decanté por ésta, que era la más clara”. (Tengo para mí que, con vistas a un estudio psicológico del personaje, habría de ponderarse semejante afirmación, tanto como el hecho de que redactara la pregunta el 6 de diciembre en su despacho de la Generalitat, quién sabe si para hacer de su desprecio a la Constitución la más inspiradora de las musas). 

Por lo demás, Prats le preguntó a bocajarro si tenía aliados en Europa, sin que hiciera falta repregunta alguna para saber que no contaba con ninguno, y ante el mohín de Mas, Heredia le recordó que ellos se limitaban a interrogarle por algunos de los asuntos que, según creían, interesaban a la ciudadanía. 

Ante mis ojos iban desfilando las preguntas con un cierto reflujo melancólico, pues llevaba 30 años esperándolas. "¿Sacará a los mossos a la calle para que se celebre la consulta?", "Sea realista, president, ¿qué probabilidades hay de que los catalanes voten el 9 de noviembre?", “Recordemos a los telespectadores que Cataluña es la única comunidad autónoma que carece de ley electoral, y eso no depende de Madrid, señor Mas, sino de usted”. Cuántas veces no le habré oído eso mismo a Albert Rivera, que nunca ha obtenido sino el desprecio de su interlocutor, ese que ahora balbuceaba "A ver, a ver si el año que viene la tenemos". 

Heredia y Prats demostraron varias cosas; entre otras, que la agresividad que mostraba Mònica Terribas con sus invitados, y por la que tanto fue alabada por la claque progresista, no era periodismo, sino un simulacro de severidad, la exacta representación en el prime time informativo de la tensión sexual no resuelta.

¿Que hubo fisuras? Por supuesto, pero no tantas como las que pregonaron algunos medios. Bien está, por lo tanto, admitir que el presidente Mas fue entrevistado, y no masajeado, en TV3. Porque esto es ya una guerra y la primera condición para ganarla es que la objetividad esté de nuestro lado. 

(Coda: "Quién cada 9 de noviembre, como siempre sin tarjeta, te mandaba un ramito de violetas". Cecilia)


Libertad Digital, 19 de diciembre de 2013

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