Circulan estos días miles de vídeos, tanto profesionales como amateurs, sobre el enésimo aquelarre catalán, cuya insólita virulencia convirtió la Vía Layetana y sus aledaños en un plató irresistible. Los hay grabados por los mismos borrokas, o por vecinos que salían al balcón a contemplar, temerosos, el eclipse inverso que se enseñoreó de la noche barcelonesa; también los policías registraron, heroicamente, su propia congoja, en un rosario de secuencias en las que les oímos jurar en arameo ante las sucesivas acometidas de los, parafraseando a Arzalluz, nois de la gasolina. (Gasolina, sí, los filólogos de l’escola-pública-catalana nos llenaron la cabeza de benzina con el sólo objetivo de fundar un idioma que no se pareciera al castellano, cuando gasolina es tan correcto como barco.)
Me llamó la atención, por cierto, que las televisiones censuraran el lenguaje fucking de los antidisturbios con esos pitidos de pitiminí con que se preserva la inocencia de los niños, los mismos que veían con sus propios ojos cómo un séquito de nacionalistas trataba de lisiar a un puñado de servidores de la Democracia.
No sé si Jordi Pujol Soley profirió en horario infantil la suma destilación de su pensamiento: “¿Qué coño es la Udef?”, pero juraría que entonces no le velaron el ‘coño’. El penúltimo estertor de la reyerta, de hace apenas unas horas, ha consistido en un pelotón de vecinos del Ensanche que, en perfecta sincronía coreana, iba arrojando bolsas de basura en las inmediaciones de la Delegación de Gobierno, un suceso que, sin duda, la señora Cunillera, que ejerce de delegada vergonzante, sabrá justificar con su habitual desvergüenza.
Echo de menos, en este sentido, la divulgación de vídeos que den cuenta de la recogida. Estoy convencido de que Jaime Gil de Biedma, en alguna de las soporíferas reuniones de Tabacos de Filipinas con las que entretenía sus resacas, habría compuesto un poema delicioso sobre esos basureros que, tras el divertimento nacional, desalojan del buen Ensanche los residuos que vierten, en nombre de la consecución de un privilegio, nuestros xenófobos de 7 a 9.
A la España Global le sobra morigeración y le faltan reflejos, porque lo que habría que exhibir, tras el paso de la marabunta, es a la España en marcha, esa que, para pasmo de Brassens, ha de levantarse al son de la música militar para limpiar la mierda que deja el rebaño. Pacíficamente, bien sûr.
Voz Pópuli, 25 de octubre de 2019
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