Hay en el partido una moral de ganador, sí, y todo se debe a Albert. No he conocido a nadie en la política española que sepa transmitir a su equipo tal confianza en la victoria. No sé si el waterpolo ha tenido algo que ver ahí, pero vaya, es así.” Converso con un colaborador del presidente de Ciudadanos al calor de las últimas encuestas, que son al partido liberal (un liberalismo, en todo caso, de amplio espectro, que frente a según qué cuestiones muta sin estridencias en socialdemocracia o en derechona) lo que la agitación callejera fue para Podemos, un puente de plata hacia el poder. No parece, no obstante, que el asalto de Ciudadanos vaya a limitarse a dos ayuntamientos. Menos aún, a los cielos.
“Hay un Gobierno en la sombra, en efecto, sería una irresponsabilidad que a estas alturas, y dadas las expectativas, no lo hubiera. Ese Gobierno se reúne cada lunes por la tarde para tratar de España como lo haría un Consejo de Ministros real”. No requiere un gran esfuerzo imaginar a Rivera y su gabinete sofocando las crisis que se le declaran a Rajoy a partir de los preceptos de los juegos de rol. (No puedo evitar, asimismo, entrever un paralelismo entre ese laboratorio político en que se experimenta con gaseosa y se adoptan medidas de fogueo, y la película Amanece que no es poco, aquel poético contrato social por el que las atribuciones, digamos de cada uno de los vecinos se dirimían en un casting surreal, deliciosamente arbitrario. Tanto, me temo, como tiende a ser en España el reparto de carteras, más aún desde que la variable ‘mujer’ entró en juego. Y, sin embargo, no me deja de asombrar, retrospectivamente, el Rivera al que conocí y con el que mitineé en los inicios de Ciudadanos, hace ahora 11 años. En cierta ocasión, y a propósito de si el partido debía organizarse en agrupaciones territoriales o en agrupaciones sectoriales, Rivera se decantó por estas últimas por “ser lo más parecido a las materias de que se ocupa un Gobierno: sanidad, educación, cultura, etc. Un juego de rol, en efecto, al que lleva once años jugando).
Una de las preguntas más recurrentes respecto a Rivera es con quién despacha, a quién consulta, con quién trata, y que tienen como subtexto las supuestas carencias del candidato naranja. Nadie se hace esas mismas preguntas de Rajoy, de lo que cabría inferir que la madurez genera confianza y la juventud, zozobra. Acaso esa inquietud, más general de lo que se cree, tenga que ver con el hecho de que Rivera, a diferencia de Rajoy, no considera la política un estorbo. “El martes cenó con Sarkozy, y mantiene una relación fluida con Macron, ya no digamos con Renzi… Rivera se ha entrevistado con casi todos los primeros ministros y presidentes de Europa, ésos son sus asesores”. Y González, claro, que en el último año, según dijo a El Mundo, se ha entrevistado cuatro veces con él, mientras que con Sánchez, el ‘nuevo PSOE’, no se ha cruzado más que una felicitación navideña.
¿Y el inglés, cómo lo lleva? “Ha mejorado bastante. Y eso que el que hablaba hace 10 años ya era bueno”. Un presidente catalán, waterpolista, nacido en democracia y con idiomas. Habrase visto.
Voz Pópuli, 8 de febrero de 2018
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