El Gobierno de Ada Colau seguirá desoyendo el código ético del Ayuntamiento de Barcelona en el punto que llama a "abstenerse de nombrar personal con quien pueda haber conflictos de interés familiar". Pese a que se trata de una recomendación, y no de una prohibición en sentido estricto, nadie más indicado para seguirla que un partido que debe su éxito de público a la agitación mediática contra la corrupción, el nepotismo, las puertas giratorias, etc. Pese a ello, el concejal de Transparencia del Consistorio, Jaume Asens, ha pretextado que se trata, sobre todo, de una cuestión "más estética que otra cosa", lo que a su juicio les exonera de aplicarse el cuento.
Como quiera que el periodista de El Mundo Víctor Mondelo requirió a Asens una razón algo más enjundiosa, éste se abrió de capa: "Si entráramos en el supuesto del conflicto de interés en los cargos de confianza, no sería sólo por razones de afectividad, sino también de amistad. Por tanto, extinguiríamos la figura del personal eventual en el Ayuntamiento de Barcelona, tanto para el Gobierno como para la oposición. No se puede cambiar el concepto de personal eventual". Técnicamente, y aun con el inconveniente que supone invocar el círculo de amigos y familiares en tiempos de internet, no parece un argumento reprochable. Más difícil resulta, insisto, justificar por qué los políticos de la casta no pueden recurrir a él. Aunque ya se sabe que éstos no tienen compañeras, y menos aún que lo sean de lucha, que es, al cabo, lo que faculta a Pisarello para nombrar a la suya, Vanessa Valiño, jefa de gabinete de la Concejalía de Vivienda (49.000).
Mas la transparencia del concejal habría de alcanzar su cota máxima en el tercer intento, cuando, exhausto de formalidad, puntualizó que, en todo caso, es la alcaldesa Ada Colau quien nombra a los cargos de confianza, pese a que hayan sido propuestos por otros concejales, y que por tanto el conflicto de intereses sólo se podría producir si el elegido fuera familiar o amigo de la alcaldesa. No es la primera vez que un miembro del equipo de Colau se jacta de forzar la interpretación de la letra pequeña; o lo que es lo mismo, de conducirse a golpe de trampa. Lo hacen, eso sí, en riguroso cumplimiento del programa electoral, en especial del bloque de medidas que empezaba proclamando: "Obedeceremos las leyes que nos parezcan justas", y donde "justas" no era más que el recato del principiante.
Libertad Digital, 25 de julio de 2017
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