El lunes 14 de julio de 1997 millones de ciudadanos de toda España tomaron la calle. Nunca, ni en las marchas contra la guerra de Irak, habían salido en manifestación tantos españoles. Y nunca, por descontado, lo habían hecho de modo tan unánime, lo que en parte se debió a que hubo menos protesta que náusea. Nadie sale indemne de 72 horas de snuff movie en directo, que en ese subgénero de terror, sin precedentes en la era multimediática, se inscribía el asesinato de Miguel Ángel Blanco. En la conjura colectiva que siguió al crimen hubo rabia, ira, indignación, pero también, y sobre todo, la humanísima necesidad de reconciliarse con lo verosímil. De ahí que algún que otro equidistante (ah, ese punto intermedio entre la nuca y la bala) presuma hoy de haber estado en las movilizaciones, incidiendo muy oportunamente en ese verbo, estar, que a diferencia de participar mantiene al PP, y a quienes nos dejamos manipular por el PP, dentro del preceptivo cordón sanitario.
La negativa del Ayuntamiento de Madrid a homenajear a Miguel Ángel Blanco no sólo responde a esa clase de convicciones; además, desmiente toda la charlatanería en torno a la memoria sobre la que Carmena ha edificado su mandato. Por lo demás, su reparo ante la posibilidad de que alguna de las víctimas del terrorismo no se reconozca en una víctima concreta sólo cabe en la lógica de alguien que, en efecto, también es incapaz de reconocerse en ella. No es que Carmena empatice, como se dice ahora, con el-resto-de-las-víctimas; es que ha sufrido un lapsus.
Pero aún más escandaloso que su doblez es que nadie conciba la posibilidad de reprender a Colau por las mismas razones. Aquel día no hubo en la calle cientos de miles de barceloneses, por un lado, y cientos de miles de madrileños por otro. Hubo españoles. Y la prueba de que en Barcelona está dejando de haberlos es que su alcaldesa, que gobierna con el PSOE, no se ha visto sometida al menor escrutinio moral por obviar la efeméride. A tal punto que ni siquiera ha tenido la necesidad de oponer su acostumbrada demagogia. Frente a quién.
Libertad Digital, 11 de julio de 2017
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