Hasta hace unos años, «I will survive» evocaba el trauma que sigue al desengaño sentimental, y cómo las fases «Procuro olvidarte», «Si a veces hablo de ti» o «Porque te vas», las de la turbación petrified, iban cediendo al acopio de fuerzas de flaqueza, a un rearme cuya fuente de suministro era la revelación, aproximadamente epifánica, de las vejaciones que el damnificado (o damnificada, la letra aspira al karaoke inclusivo) había sufrido a manos de quien, superado el trance, empieza a cobrar aspecto de mamarracho. Entraba entonces en juego la fase «Estúpido», que se precipita rauda hacia «Ese hombre» y «Voy (a mojarme los labios con agua bendita/ para lavar los besos que una vez me diera tu boca maldita)».
Hasta hace unos años, digo bien, porque «I will survive» es hoy un tema que versa sobre la resiliencia de la mujer (así, como «concepto»). Y ni siquiera el hecho de que Gloria Gaynor lo interpretara al poco del accidente que casi la deja inválida (que su «survive», en fin, también aludiera a esa fatalidad), ni que, a partir de la noche en que retumbó en Studio 54, se viralizara como el llenapistas gay por antonomasia, desde el Elephant de San Francisco al Members y el Martins de Barcelona, bastan para cuestionar el mármol. «‘I will survive’ es un himno pionero del feminismo resiliente» y los matices están de más porque la condición primordial de cualquier decreto de emancipación es impugnar lo que la vida tiene de complejo. La lisura unánime.
El abaratamiento del término «pionero» es consustancial al relato que viene perpetrando «el monterismo, consistente en fabular hagiografías susceptibles de encajar» (da igual si a martillazos) en el canon ministerial. Una regurgitación sorora, en fin, a la que la humanidad, excepción hecha de Peyito Riaño, había sido inmune hasta anteayer. Entre las últimas incorporaciones a la nómina de «precursoras del moralismo» se cuenta María Jiménez. «Se acabó», casualmente coetáneo a «I will survive», se ha consolidado en nuestros días como un canto al empoderamiento mujeril, un venturoso alegato contra el heteropatriarcado, el punto violeta del cancionero español. Que yo, y conmigo España, la hayamos taconeado desatendiendo esa horma, que nos hayamos roto de cintura para abajo al musitar «porque yo me lo propuse y sufrí», convirtiendo el fracaso en un derrame de albedrío, es hoy una experiencia proscrito, una reminiscencia con visos de fantasmagoría, la clase de vestigio, ay, para el que habría que ir habilitando un museo del tipo usos amorosos de la posguerra.
Hijas de su tiempo, las necrológicas de María Jiménez han llegado a vincular (¡a equiparar!) el «Se acabó» con la agitación que siguió al pico de Rubiales, allanando la posibilidad de que Jiménez, de la que se dice que cantaba con el coño cuando en aras de la exactitud habría que decir que se mecía como si follara (aquel violento rubor, en familia, cuando salía por la tele), acabe consagrada en las enciclopedias como «la genial intérprete del primer ‘Hasta aquí hemos llegado’». Algunas de esas piezas de ultratumba (y no me refiero a ningún boletín volatín ni a diarios pichincha, sino al antiguo Tentaciones) han coronado la ignominia con la afirmación de que la trastienda factual del hit, chanson à clef, fueron los maltratos que le infligió José Sancho, que le sisó protagonismo en vida y, por la gracia divina de un feminismo que nunca pierde ocasión de exhibir su vena justiciera, se lo ha vuelto a sisar en la muerte. Que Sancho y ella no se conocieran cuando Ruiz Venegas compuso el tema es un detalle menor, pues el playlist del 8M compromete un bien superior, y el frente de liberación no se arredra ante nadie ni nada; ni siquiera ante la verdad, contingencia subsanable.
La verdad, sí. Empezando por que «Se acabó» alude al dulce veneno del autoengaño.
Al hilo de la farsa, no obstante, no puedo por menos que sentir verdadera curiosidad por cómo los comités de salud pública se las ingeniarían para resignificar el «Háblame en la cama (dime pequeñeces)». Sin orillar, claro está, la evidencia de que esas pequeñeces también admiten un amplio abanico de perversiones (incluso la vejación de un «te quiero») y si cabría incluir los «ponte así» en la app «Me toca».
[Wikipedia: En 1978 lanzó el álbum Se acabó, cuyo primer single se convirtió en un éxito en España y México gracias a la letra desenfadada sobre una mujer harta de una situación de maltrato.]
The Objective, 11 de septiembre de 2023
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