Hace años, la plaza de San Jaime, en Barcelona, solía ser un espacio
presidido por la sobriedad. Quitando los días en que el Barça lograba un
título (ah, aquellas ínfimas recopas) o una manifestación desembocaba
en ella, se trataba de un rectángulo por donde circulaba el aire y,
sobre todo, los viandantes, que aún hoy se apresuran al cruzarla, como
escapando de la tensión arquitectónica, cuasi gravitatoria, entre el
Ayuntamiento y la Generalitat, cuyo encaramiento es el único suceso del
lugar. O era. En los últimos tiempos, los gobiernos nacionalista y
populista tienden a proyectar su ideología más allá de los muros de
palacio, al punto de convertir San Jaime en una suerte de “mercat viu”
de la reivindicación. El título de pionero en semejante afrenta
corresponde a Xavier Trias, mas no por adición sino por sustracción: en
2013 ordenó retirar de la fachada del Ayuntamiento la placa en
bajorrelieve que rezaba ‘Plaza de la Constitución’, colocada en 1840 en
alusión a la Constitución de 1837, piedra angular del régimen
constitucional español. No obstante, quien de veras asentó esta práctica
hasta hacer de ella una obra de gobierno fue Ada Colau, cuya
pancartería balconera no es menos adoctrinadora que TV3.
Como
quiera que, con el encarcelamiento de los Jordis y los consejeros, el
fenómeno se ha agudizado, esta tarde me llegado a San Jaime para hacer
un recuento (provisional) de daños. Desde lo alto del edificio de
Fernando/San Miguel cuelga un gran ¿tifo? azul con la cara de los Jordis
y el lema ‘Help Europe Save Catalonia’. En el balcón contiguo hay una
pancarta grana que reza ‘Donec Perficiam’ (‘hasta conseguirlo’), el lema
de la guardia de corps de Carlos de Austria durante la guerra de
Sucesión. Un balcón más allá, dos trapillos, uno azul y otro naranja,
reclaman ‘Democràcia!’. Al otro lado de la esquina de Fernando, de los
balcones de los pisos último y penúltimo, penden dos estrelladas. En el
balcón central del Ayuntamiento, una sábana de 3:4 con un lazo amarillo
en la parte izquierda exige la libertad de los ‘presos polítics’.
Enfrente, en el edificio anexo a la Generalitat, el de la calle del
Bisbe, hay una pancarta azul de unos 5 metros de ‘Help Europe Save
Catalonia’ y otra algo más pequeña, de color naranja, con los Jordis
(que se dan la espalda graciosamente, como si fueran un dúo doo wop). El
hecho de que se trate de pancartas profesionales (salidas,
probablemente, de la empresa Marc Martí, gran proveedor de la verbena
procesista) me trae a la memoria las pancartas que Núñez distribuía
estratégicamente por la primera gradería del Camp Nou para clamar contra
los árbitros, y que pretendía hacer pasar por protestas espontáneas.
Que todas fueran idénticas y de notable factura no ayudaba demasiado a
tomarle en serio. En este sentido, el nacionalismo es más honesto: ni
siquiera disimula.
En la plaza propiamente dicha, los operarios
han empezado a instalar un pesebre que por su aspecto debe de ser, como
poco, sostenible, inclusivo y antipatriarcal. San Jaime fue la única
plaza dura de Barcelona con el carácter acorde. Hoy es el marco más
idóneo para un chiquipark.
The Objective, 25 de noviembre de 2017
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