La Policía y los paramilitares chavistas han matado a 66 venezolanos desde el inicio de las marchas contra Maduro. Pablo Iglesias, en ese espacio electoral gratuito que atiende por el nombre de La Sexta, justificó ayer los crímenes en razón del mantenimiento del orden público. A su decir, el Estado bolivariano no hace sino responder a la violencia de las guarimbas, que así, con ese localismo, se conoce a los manifestantes que protestan contra el régimen.
El término proviene de los tiempos del dictador Marcos Pérez Jiménez, cabecilla militar que había liderado las conjuras contra los presidentes Isaías Medina, primero, y Rómulo Gallegos, después. Pérez Jiménez estranguló la libertad de expresión, reprimió los movimientos sociales y mandó asesinar opositores. A las algaradas que pusieron fin a su mandato, caracterizadas por el cierre de calles en zonas residenciales, se las llamó guarimbas, cuyo significado original, según el Diccionario de americanismos de las Academias de la Lengua, es "lugar en el que, en los juegos infantiles, los jugadores se ponen a salvo de una persecución".
Guarimbear es, exactamente, lo que hicieron los indignados que el 15-M de 2011 tomaron la Puerta del Sol al grito de "Democracia real ya", en una movilización que se prolongó hasta finales de junio de ese año, con réplicas en la mayoría de las poblaciones españolas. El hecho de que Podemos surgiera de aquella movilización hace doblemente repugnante el quite de Iglesias al chavismo, máxime teniendo en cuenta que en Venezuela sí hay razones objetivas para rebelarse, pues el sátrapa que gobierna ha liquidado la democracia. Lo mismo, véase, que hizo a principios de los cincuenta del siglo pasado Pérez Jiménez, del que Chávez dijo que había sido el mejor presidente que había tenido Venezuela en mucho tiempo.
La infausta posibilidad de que el 15-M hubiera sembrado España de cadáveres, y que en algún lugar del mundo un iglesias turrión excusara la matanza, da una idea de la clase de frívolos a los que nos enfrentamos. Frívolos a los que habrá que empezar a preguntar por los criterios que rigen su umbral de tolerancia, ese que deglute con media sonrisa el terrorismo de Estado en Venezuela y en España agita las redes sociales por el insufrible manspreading.
Libertad Digital, 8 de junio de 2017
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