El proceso no tiene mecenas ni se nutre de donaciones de su grey, que a lo más que alcanza es a la compra de camisetas por la Diada. Las asociaciones, entidades y medios de comunicación que lo animan, desde la ANC hasta el Ara, pasando por Òmnium, la Plataforma per la Llengua o TV3 (que en eso ha quedado, en una plataforma), se financian mediante subvenciones de la Administración, y en particular de la Generalitat, dedicada desde hace casi cuarenta años al fomento y extensión del tinglado, que en Cataluña recibe el nombre de sociedad civil. Para ilustrar el amaño recurriré una vez más a la película El escándalo de Larry Flynt. Flynt, editor de pornografía, asiste como invitado de honor al congreso de una agrupación llamada Estadounidenses por la Libertad de Prensa. En un aparte, uno de sus esbirros se congratula del trato que los lobistas les dispensan, a lo que Flynt repone: "No seas idiota, ¿quién te crees que paga todo esto?".
En su enésima maniobra de apropiación del espacio público, la ANC, cuya primera presidenta, recordemos, fue Carme Forcadell, instaló en las calles de algunas localidades catalanes una especie de mamotretos por el sí. Los primeros divulgadores de la iniciativa fueron Puigdemont y el actual presidente de la ANC, Jordi Sánchez, que trataron de envolverla en un halo de misterio, a semejanza de esas campañas que velan el nombre del anunciante. Que lo lograran da una idea de hasta qué punto la prensa empieza a ser el brazo tonto del poder.
Obviamente, no me refiero a los medios afines, cuyo único sentido es precisamente ése, el de servir de reflejo nervioso a la consigna de turno, sino a periódicos donde supuestamente todavía sigue en pie alguna aduana. Tal es el caso de El País: "Unos círculos blancos que muestran un sí gigante se han instalado en diferentes municipios catalanes, en una campaña a favor de la independencia en un referéndum". Y a continuación, sin sombra alguna de ironía: "Incluso el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, ha compartido una de estas imágenes, instalada en la Rambla de Girona, en su cuenta de Twitter". (Una de estas imágenes instalada, sí, eso dice).
Esta clase de propaganda, por su naturaleza delictiva, de atentado contra la democracia, ni siquiera debería aparecer como anuncio retribuido. Que aparezca como noticia, ¡y conforme al estilo del propagandista!, explica en parte por qué la prensa va camino del sumidero.
Libertad Digital, 19 de abril de 2017
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