sábado, 21 de junio de 2014

Contra el bilingüismo


Alrededor de 25.000 personas se manifestaron el sábado en Barcelona contra el bilingüismo en las aulas. Contra el bilingüismo, sí; o, por ser más precisos, contra el uso del castellano como lengua covehicular en la enseñanza; o, por ajustar aún más el tiro, contra la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que ordenaba al Departamento de Enseñanza asegurar a ocho alumnos el derecho a recibir el 25% de las clases en castellano.

No se trataba, como voceó la prensa local haciendo suya la propaganda de los manifestantes, de una "marcha multitudinaria en defensa del catalán", sino del enésimo intento de coaccionar a la Justicia por parte del Gobierno autonómico, parapetado al efecto en Somescola, uno de esos conglomerados asociativos tan del gusto de los nacionalistas. En él, y bajo la indisimulada tutela de Òmnium Cultural, se encuadran 43 entidades que, convenientemente limadas, quedan en cuatro: familia, escuela, sindicato y esplai.

Aunque TV3 no se halla formalmente inscrita en el movimiento, es, sin duda, uno de sus puntales. Ese día, a las 8.30 de la mañana, los servicios informativos de la cadena entrevistaban en directo a la presidenta de Òmnium Cultural y portavoz de Somescola, Muriel Casals, que, al igual que la presidenta de la ANC, Carme Forcadell, ejerce funciones de paraconsejera en el Gobierno autonómico. Así, a la labor de retransmisión (conexiones en directo, etc.) la televisión pública sumaba, desde ‘ben d’hora, ben d’hora’, la de ‘entidad convocante’. Y aún habría de prestar un último servicio a la causa, pues el conductor de las variedades que siguieron a la manifestación no fue otro que el televisivo Quim Masferrer, cómico de guardia en ausencia de Toni Albá. Hay banquillo.

El espectáculo incluyó la actuación del payaso Tortell Poltrona y el conjunto infantil Macedònia. Después de todo, se trataba de una manifestación plagada de niños, algunos de los cuales venían participando, desde semanas atrás y en sus respectivas escuelas, en talleres de construcción de cabezudos, en su mayoría auspiciados por Òmnium Cultural. Algunos de esos niños llegaron a Barcelona por tierra, en los más de cien autocares fletados para la ocasión, y que partieron desde localidades catalanas y de la Comunidad Valenciana. Otros llegados de las Baleares, lo hicieron por mar y aire.

En la cabecera de la manifestación, con ese aire de ‘Libertad guiando al Pueblo’ del que se halla imbuida últimamente, sobresalía la consejera de Educación, Irene Rigau, arropada por representantes de CDC, UDC, PSC, ICV, ERC y CUP, más el habitual consejo de notables: Mikimoto, Joel Joan, Marta Ferrusola, Carme Forcadell, Jaume Cabré, Quim Torra... La sociedad civil, en fin.

Una manifestación esencialista, cuyo objetivo era impugnar el derecho de ocho escolares a recibir la enseñanza en las dos lenguas cooficiales de la comunidad: catalán y castellano (¡y en una proporción del 75-25 favorable al catalán!). Una manifestación que perseveraba en la cruzada de limitar la identidad de los ciudadanos de Cataluña a un relato único. Una manifestación convocada por entidades progubernamentales, esto es, gubernamentales. Una manifestación concebida, hasta el último detalle, para que ‘canten los niños, que alcen la voz’ (niños cuya presencia sería decisiva para que, al día siguiente, diarios como El País o La Vanguardia se permitan hablar de marcha ‘masiva’). Una manifestación para la que, una vez más, el Gobierno instrumentalizó a la televisión autonómica (o acaso sea ya la televisión autonómica la que instrumentaliza al Gobierno). Una manifestación que constituye un contradiós gramatical; no en vano, es el Gobierno autonómico quien, a mitad de camino entre la psicosis y el narcisismo, se manifiesta para exhortarse, a sí mismo, a desobedecer las leyes.

Le llaman cohesión social, pero, sin duda, ha de tratarse de otra cosa.


Zoom News, 16 de junio de 2014

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