Al ver a esos docentes mallorquines sollozando cual
figurantes de Ken Loach ante la aprobación del decreto de Tratamiento Integrado
de Lenguas (TIL), me pregunto de dónde proviene ese desgarro melodramático, más
acorde con el restablecimiento del sufragio censitario que con la derogación de
la inmersión lingüística en catalán. Pero, sobre todo, me pregunto de dónde
proviene esa resignada aflicción, esa envanecida soberbia, como si lo que
estuviera yéndose a pique fuera en verdad la mayor conquista social que haya
conocido jamás una comunidad española, y no uno de los vectores del sistema
educativo que ha llevado a España a la cola de Europa, y a Baleares, con un 39%
de fracaso escolar, a la cola de España. Asombra, en fin, que los arietes de la
llamada comunidad educativa tengan el cuajo, aunque se trate ya de un cuajo
puramente sentimental, de oponerse al TIL en nombre de la calidad de la
enseñanza. Como si lo que hubiera que preservar fuera un ecosistema de vital
importancia para el género humano, y no el lodazal en que se ha convertido la
enseñanza tras casi un cuarto de siglo de pedagogía posmoderna.
Como saben, el TIL prevé la implantación en Primaria y ESO
de la enseñanza trilingüe (catalán, castellano e inglés) en idénticos
porcentajes. Es probable que, de buen principio, el inglés no alcance el
porcentaje del 33%, y que la lengua que se beneficie de ello sea el catalán.
¿Corazonada? Antes bien, indicio: el proyecto elaborado por algunos de los
centros (los centros, en efecto, gozaban de una cierta autonomía para plasmar
el decreto) reserva el castellano para asignaturas de Educación Física o
Plástica. Tales son los casos, por ejemplo, del IES Berenguer d'Anoia y del IES
Sureda i Blanes.
Sea como sea, y al igual que cualquier otra normativa, el
TIL no será impermeable a los desajustes de primera hora. Y no precisamente por
dejadez del Ejecutivo, que ha establecido que el plan se aplique de forma
gradual, de modo que en el presente curso tan sólo se beneficien de él 6.000 de
los 150.000 alumnos que cursan Primaria y ESO en las Islas Baleares. Más
problemática resulta la competencia lingüística de los profesores encargados de
la fase inicial.
Es verdad que, al tratarse de un plan escalonado, la primera
fase requiere 570 profesores de los 15.000 de que dispone la comunidad
(incluyendo los centros concertados). Y no es menos cierto que, de esos 15.000,
3.875 cuentan con el nivel B2 de lengua inglesa, que les capacita para
relacionarse con fluidez con hablantes nativos y para producir textos
detallados sobre temas diversos, según recoge el "Marco común europeo de
referencia para las lenguas". Sin embargo, no les capacita para impartir
clases. Para ese fin, ciertamente, se requiere el nivel C1, es decir, el inmediatamente
superior, y hoy por hoy no hay en las islas 570 profesores entre esos 15.000
que lo acrediten. (¡Eso en la isla de Magaluf, suburbio de Liverpool!). A fin
de parchear esa carencia, el Gobierno empezó a formar durante el curso pasado a
1.315 profesores, pero todo indica que los comienzos del TIL serán más bien
inciertos.
¿Tiene algo que ver la huelga de profesores con las
insuficiencias de que adolece el plan? Mucho me temo que no, que los docentes
no han tomado la calle por la brusquedad o apresuramiento con que el Gobierno
ha acometido la empresa, sino por el porcentaje de castellano a que obliga la
norma. O en otras palabras: por lo que el TIL supone de restablecimiento de la
legalidad y, de algún modo, también de la realidad.
En la obra La torna, por la que sufrió un consejo de guerra,
Albert Boadella recreó los últimos días de la vida de un delincuente común, el
subdito alemán Heinz Chez, a quien Franco mandó ejecutar el mismo día que a
Salvador Puig Antich. El régimen trataba, de ese modo, de restar significación
política a la ejecución del activista. El inglés del TIL también tiene algo de
torna. Y es que hasta qué punto habían llegado las cosas que para lograr que un
grupo de alumnos españoles estudie en español no ha quedado más remedio que
enseñarles (al fin) el inglés.
Libertad Digital, 25 de septiembre de 2013
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