lunes, 30 de diciembre de 2019

La Pirenaica en funciones

Me avisó el escritor Jorge Ferrer, que suele estar al acecho de la palabrería del poder. "Celaá ha dicho 'exiliados'." Pensé en la posibilidad, en absoluto desdeñable, de que el Gobierno designara de ese modo a los golpistas que eludieron la acción de la justicia fugándose de España. No ya porque el 'sanchismo' viniera dignificando la revuelta sediciosa en Cataluña mediante la expresión "conflicto político", retoño de aquel "contencioso" con que las huestes de ETA justificaron 853 asesinatos.

Si consideré verosímil que la portavoz de Sánchez presentara a Puigdemont, Ponsatí, Comín y compañía como perseguidos políticos es porque el bullshit de la izquierda (que es, en virtud de las cada vez más estrepitosas omisiones de sus referentes, el de la izquierda toda) hace tiempo que no se para en barras ni ve llegado el momento de tocar fondo.

Mas Ferrer me sacó de dudas: "Se refiere a los emigrantes de la crisis". Revisé el vídeo y, en efecto, el contexto que abrigó la mención así parecía indicarlo. "[El Ejecutivo ha elaborado] un plan director para un trabajo digno y un plan de retorno de los exiliados". Retorno de los exiliados. Ni siquiera había tratado de mitigar la perversión añadiendo el adjetivo "económico", como hasta ahora era preceptivo. Por decirlo à la page, Celaá se las apañó sin vaselina.

En mi ingenuidad, di por hecho que en el turno de preguntas alguno de mis colegas ahondaría en la cuestión. "Disculpe, Ministra, pero en el capítulo de iniciativas que ha impulsado el Gobierno, ha mencionado el retorno de los exiliados. ¿A qué exiliados se refiere? Gracias". Tal era el tipo de intervención que yo, fiado a la curiosidad de los presentes, creí que caería más pronto que tarde. Pero las interpelaciones se sucedieron sin que nadie juzgara pertinente que Celaá se explicara al respecto, como si la comparecencia fuera en verdad una performance orwelliana.

De resultas, el joven que, ante la falta de perspectivas, resuelve irse al extranjero (concepto cuando menos discutible en el marco de la Unión Europea) acabó compartiendo condición con quienes huyeron a ninguna parte para evitar unas represalias que en no pocos casos comportaban el fusilamiento.

La diáspora laboral, y muy particularmente la que se produjo durante los gobiernos del Partido Popular, en plano de igualdad con el exilio, circunscripción moral de un país asolado. Y la ignominia que supone para quienes abandonaron España hacinados en cargueros o dieron con sus huesos en un campo de exterminio, que esa terrible circunstancia sea equiparable a la del camarero que se emplea en Londres o la au pair que lo hace en París.

Con el agravante de que esa ignominia sea compatible con la prédica ejemplarizante de la memoria histórica por parte del PSOE y sus afines. Los mismos que siguen resistiéndose a aceptar, con todas las consecuencias que ello implicaría, que el único exilio de nuestro tiempo que merece tal nombre es el que provocó el terrorismo.

Voz Pópuli, 30 de diciembre de 2019

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