El chef Joan Roca, del Celler de Can Roca, ha declarado a El País que ellos [los hermanos Roca] no hacen política, que son cocineros. La afirmación, de
la que está elidida la conjunción ‘porque’, pretende establecer un
vínculo causal entre dicha profesión y un cierto grado de activismo
social, por el que la primera devendría en incapacitación (¿moral?) para
ejercer el segundo. No son los únicos restauradores michelin que
consideran compatible aparecer en el colorín pontificando sobre lo
humano y lo divino para luego, al ser preguntados por uno de los grandes
vectores de la intelectualidad, cual es el compromiso político, recular
obscenamente haciéndose pasar por cantineros de olla podrida.
En el caso de los Roca, empero, la proposición es
doblemente falsa, pues el 1 de octubre, con ocasión de la intentona
golpista, y quién sabe si tratando de emular el envío de caviar y
champán por parte de Oriol Regàs, a la sazón propietario de Via Veneto,
a los intelectuales que se encerraron en Montserrat en protesta contra
el proceso de Burgos; el día, en suma, en que el nacionalismo movilizó a
niños y ancianos contra el Estado de Derecho, los artífices del
laureado restaurante gerundense repartieron avituallamientos entre los
voluntarios del colegio electoral de su barrio, el Talaià. “El sumiller
Josep Roca”, recogió La Vanguardia, “ha
transportado personalmente una cazuela con fideos que se ha servido a
las personas reunidas en ese centro, que ha reabierto después de que las
fuerzas de seguridad irrumpiesen en él y se detuviesen las votaciones
provisionalmente”. Así, los Roca no sólo han hecho política, sino que,
en el culmen de la conciliación, la han hecho a la cazuela y para
colectividades (Regàs, al cabo, sólo hubo uno).
Sirva
el ejemplo para quienes aún conciben la posibilidad de que el amor,
como dice la canción, convierta en milagro el barro. A Josep, Joan y Jordi,
ay, ni siquiera ese gesto les sirve hoy para convalidar el hospedaje
del discurso del Rey. Al punto de hacerse público que el
evento (consagrado, recordémoslo, a la ‘educación del talento
emprendedor’) se celebraría en el Espai Mas Marroch, el salón de
banquetes del Celler, un cupaire de buena familia (hermano del ex
parlamentario que en 2016 tenía declarados 2 pisos, 3 locales y 6 fincas
rústicas), y con la necesaria complicidad de la alcaldesa de Girona, ha
abierto la veda contra los Roca; recordándonos de paso al resto de los
ciudadanos que la nuestra sólo está cerrada provisionalmente.
Por cierto, estas fueron las palabras con que, el 29 de junio de 2017, Felipe VI cerró
su intervención: “El compromiso firme y sincero de la Fundación con sus
proyectos y con esta tierra, con Girona, con Cataluña. Y este
compromiso significa creer en esta tierra y amarla […] El año que viene,
cuando nos volvamos a reunir para reconocer los méritos de nuestros
nuevos premiados, tendremos, una vez más, la oportunidad de reafirmar
nuestro compromiso con los valores que han agrandado Cataluña, que han
sido la base de su progreso y, por tanto, del progreso de toda España”.
Intoleraplas, ciertamente.
Voz Pópuli, 22 de junio de 2018
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