Un vergonzante reflejo del delirio
independentista, una fábula en torno a los límites de la ficción e
incluso un constructo colectivo que acaso mereciera una redacción
escolar. Franqueado ese umbral, el mito de Tabarnia no
es sino la constatación de que entre el españolismo hay más, muchos más
frikis de lo que creíamos y al menos tantas criaturas como entre el
catalanismo. La invención de países zombi alcanzó uno de sus hitos con
Camba, cuando éste aventuró con humildad de riquiño que le bastaban
quince años y un millón de pesetas para hacer de Getafe una nación. Qué
no podrá un ejército de tuiteros tocados por el mismo frenesí con que
Dios bendice a los entusiastas del juego de rol: en quince días, en
efecto, han tramado una constitución, tejido una bandera y rotulado una
linde.
Confieso que hasta hoy no creía seriamente en la tesis del profesor
Adolf Tobeña, que explica el soberanismo como un narcisismo grupal cuyo
propósito es desbordar al enemigo a base de ensimismamiento. Mas desde
que arrecia el tabarnismo, cómo no tener en cuenta su pasión secesionista;
cómo, si el fenómeno no consiste más que en congratularse del ingenio
que, al parecer, hermana a los tabarneses de ayer, hoy y siempre. Así,
mientras que el orbe soberanista está enamorado de su infinita bondad,
el tabarnés (una expresión, por lo demás, que también nubla a España) lo
está de su inconmensurable agudeza. El extravío, me temo, es de raíz
idéntica, y se fundamenta, aunque en distintas proporciones, en la
pamema, el cinismo y la ligereza. Con todo, el verdadero denominador
común es la catalanidad, condición de la que ya puede esperar uno cualquier derrape.
Mientras escribo deben de haberse fundado, si no lo estaban ya, el
Instituto de las Letras Tabarnesas, la Radio Televisión Nacional de
Tabarnia, el Instituto de Historia de Tabarnia (Colón, ajá, era
tabarnés), Òmnium de Tabarnia, la Asamblea Nacional de Tabarnia y quién
sabe si un Partido Tabarnés. Y no ha de tardar en aparecer el
emprendedor que, remedando al tendero de Vilaweb, empiece a comercializar souvenirs de Tabarnia, elevando la broma a modus vivendi
y abrochando así el calco del nacionalismo catalán. Todo, en espera de
que en algún lugar de Tabarnia, una aldea insurrecta se proclame
agudamente catalana.
Libertad Digital, 9 de enero de 2018
La Política es la Coca del Pueblo.
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