No ha habido mejor prueba de que nada será igual en Cataluña
tras el procesismo que la suspensión (aunque, probablemente, ni llegara
a plantearse la posibilidad) de la
tradicional-foto-conjunta-de-los-presidenciables al término de la
campaña. Se trataba, como saben, de un ceremonial que tendía a conjurar
las injurias que los candidatos se habían lanzado en el fragor de los
mítines o los debates. Una vez terminada la sesión, qué duda cabe, la
disputa seguía a cara de perro, circunstancia que no ignoraba el grueso
de los electores. No en vano, el carácter pedagógico de aquel ritual no
consistía en exhibir a los políticos entre bambalinas, en una suerte de
tercer tiempo donde hasta la más sucia ofensa era susceptible de
relativizarse. Lo que enseñaba, aunque yo lo aprendiera algo tarde, es
que el cinismo es un valor democrático, tanto como puedan serlo la
fraternidad, la complejidad o la secularidad.
En justo correlato a esa extinción, Inés Arrimadas, candidata ganadora,
no ha recibido la felicitación de Puigdemont, que reserva las
enhorabuenas al Girona de sus amores, máxime si el derrotado es el
Madrid. Sí lo ha hecho el presidente Rajoy, cumpliendo así con una de
esas reglas no escritas que confieren a las democracias timbre de
civilidad.
Esa trama de cortesías, en fin, ha desaparecido de la esfera pública en Cataluña, y aunque, dada la hondura de la brecha social,
parece razonable que así sea (pues, en caso contrario, nada nos
salvaría ya de la locura), no está de más recordarlo. Como tampoco está
de más recordar, a este respecto, el modo en que la clase política
local, con Pujol a la cabeza, se vanagloriaba en los años del peix al cove
de ser poco menos que un dechado de sutilezas. A diferencia de Madrid,
claro, donde se estilaba el navajeo a la luz del día. Éramos, ay, una
insólita cuña de elegancia en la piel de toro, donde eran norma la
grosería, la chulería y la procacidad.
El poso de aquella mentira se aprecia perfectamente en las palabras del politólogo Orriols, que habla de deterioro del sistema democrático español cuando es en verdad en Cataluña donde los indicadores, ya sean tácitos o explícitos, han saltado por los aires.
Libertad Digital, 23 de diciembre de 2017
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