jueves, 2 de julio de 2015

Cinco puntos de fuga


El tableteo del demonio 

Borgo es un puerto a orillas del Adriático atrapado en el tedio del fascismo, y donde la derrama de confortpropiciada (un decir) por Mussolini se ha convertido en el más siniestro aliado para su perpetuación. Los días se suceden al dictado de la iglesia, la familia, la escuela..., y sólo la irrupción de las estaciones del año, con la efímera novedad que traen consigo, parecen conceder una tregua a tanta ordinariez. A través de esos cambios de decorado, Fellini ilumina el reguero de apetencias, cataclismos y miserias que anima a los borgueños, recreando así una suerte de off town que deviene en tabla de salvación para sus criaturas. Un sedicente narrador fajado en mil rechiflas prologa ante nuestros ojos ese otro Borgo: el de los muchachos que se masturban gregariamente recitando el santoral de musas, el del jovencito cuasi asfixiado entre las ubres de la estanquera, el del anciano enloquecido que se hace fuerte en la copa de un roble y, al grito de 'voglio una donna', se bate a pedradas contra el mundo. También el de ese motorista fantasma avant la lettre; que saja las calles con un tableteo de muerte, bien entendido que su locura no pertenece por entero a los dominios del hombre. Podría tratarse de una versión motorizada del tonto del pueblo. De no ser, claro está, por ese rictus de desprecio con que sus convecinos olisquean la tralla, esa momentánea cancelación del paraíso. 


Centauro en fuga

"El llamado Pijoaparte surgió de las sombras de su barrio vestido con un flamante traje de verano color canela; bajó caminando por la carretera del Carmelo hasta la plaza Sanllehy, saltó sobre la primera motocicleta que vio estacionada y que ofrecía ciertas garantías de impunidad (no para robarla, esta vez, sino simplemente para servirse de ella y abandonarla cuando ya no la necesitara) y se lanzó a toda velocidad por las calles hacia Montjuich. Su intención, esa noche, era ir al Pueblo Español, a cuya verbena acudían extranjeras, pero a mitad de camino cambió repentinamente de idea y se dirigió hacia la barriada de San Gervasio. Con el motor en ralentí, respirando la fragante noche de junio cargada de vagas promesas, recorrió las calles desiertas, flanqueadas de verjas y jardines, hasta que decidió abandonar la motocicleta y fumar un cigarrillo recostado en el guardabarros de un formidable coche sport parado frente a una torre." Manolo Reyes, alias el Pijoaparte, es un quijote de arrabal, un ratero de poca monta al que el olor a gasolina le embriaga tanto como el fragor pizpireto de las chicas bonanova. Centauro en fuga, huye del pedernal en el que habita, de la fuente pútrida en la que empapa el peine para darse un aire a ni sabe quién, del enjambre de murcianitos que le idolatra, del amor atribulado de una raspa... De quien no logrará escapar es de sí mismo. La Impala con que el antihéroe de Últimas tardes con Teresa derrite el alquitrán; esa Impala imposible, ay, con la que la policía le acaba colocando, es hoy la motocicleta del pijerío barcelonés. Si justicia o injusticia es discutible. La poética parece inobjetable. 


Un eslalon

La huida motorizada de Steve McQueen en La gran evasión es en verdad un eslalon futbolístico. No en vano, esos 7 minutos en que se harta a driblar nazis en el pasto parecen obedecer, antes que al afán de libertad, a una antiquísima querencia lúdica. Análogamente, la fruición del espectador tiene que ver con las ansias de divertimiento del piloto y, por qué no decirlo, con el estrépito con que los malos van cayendo como bolos. Digámoslo ya: McQueen fue el primer cruyffista. ¿A qué otra escuela, si no, cabe adscribir a un hombre que, en el trance de caer apresado, acaba besando las mallas? 


El gran salto

Jimmy se halla detenido frente a un acantilado, acuciado por el dilema de aparcar una época o poner fin a su vida. No ha conocido más esplendor que el que le han procurado la parka, el scooter, el sexo furtivo... De ahí que se pregunte si tamaña renuncia pudiera tener algo de lobotomía. Si vale la pena, en fin, echarse novia, conseguir un empleo estable, tener hijos... Nadie ha surfeado el desenfreno con el talento con que él lo hizo. Emplearlo en construir su propia jaula (pues eso y no otra cosa es madurar, se dice) sería un derroche a contrafibra. Por lo demás, no hay en el mundo la suficiente anfetamina para sobrellevar un empeño tan falaz. Las cosas se torcieron en Brighton con arreglo al canon del fracaso: al volverse, no le seguía nadie. Ni siquiera Ace Face, del que siempre sospechó que era un mierda. De hecho, Jimmy no ha tenido el menor reparo en levantarle su lambretta y poner rumbo a la costa. Ahora , decíamos, está frente al acantilado, sopesando la posibilidad de un suicidio redentor, un cataclismo que aleccione a la muchachada acerca del peligro que entraña el anhelo de ser poema. "No importa la moto sino quien la monta", iba repitiéndose hasta ayer mismo. Tal vez por ello, en el último segundo resuelve estrellarla contra las rocas. Y salvarse él. Lo sabemos desde que, al principio de la película, en una hórrida figura llamada analepsis, habíamos visto la lambretta hecha trizas y a Jimmy recortarse contra el atardecer. Quizá camino de Magaluf. 


Un sindiós

A principios de abril de 2011, cientos de motoristas con sidecar tomaron la localidad albaceteña de Aýna (consérvese el acento), a la que se conoce como la Suiza Manchega por su rara vegetación, los imponentes farallones que la anillan y la abundancia de inviernos nevosos. La concentración motorizada, no obstante, nada tenía que ver con esas peculiaridades, sino con que el poblacho hubiera sido el principal escenario de la película Amanece que no es poco, cuyos protagonistas, Antonio Resines y Luis Ciges, viajaban en sidecar. O, por ser más exactos, conversaban en sidecar. El desarreglo sintáctico que suponía que un tontainas condujera la moto y un lunático fuera en el sarcófago, junto con el polvo, el traqueteo y la metonimia, cuajarían en hallazgos como el '¿Me quieres, hijo?', '¿Aquí no hay ni Dios o es que todos son unos hijos de puta?', 'Mi hijo ha venido de año sabático; ya sabe lo que es: trabajar 6 años y descansar uno'. Suiza, sol y moscas.


Club Pont Grup Magazine nº 8; 1 de julio de 2015

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