jueves, 30 de julio de 2015

Breviario del divorciado

Tu abogada te advertirá de que lo peor está por venir. Es incierto: lo peor del desamor ha sido ese rubor fantasmagórico, tan áspero, de tener que rozarse desnudo.
Gracias al Spotify, el reparto de la música ha dejado de suponer un quebranto, así que bendice el progreso general de la humanidad o, cuando menos, no lo maldigas.
No te avergüences si sigues diciendo 'mi mujer'.
Tampoco si, por un instante (de debilidad), la razón se pone de su parte.
No le añadas el adjetivo 'ex' a todo lo que guarda relación con ella. El esfuerzo de balbucear mi ex suegro, mi ex cuñada o mi ex cuñado puede abocarte a que tu pasado se convierta en una suerte de ex vida donde quepan un ex barrio, una ex casa, una ex familia.
Si aún no te has convencido, pronuncia mi 'ex sobrina' y detente a escuchar el eco.
No te alarmes si, la noche menos pensada, reparas en que tu lado de la cama no es el izquierdo; si caes en la cuenta de que tú, joven divorciado, no tenías más lado que el que te impusieron.
Contravenir la costumbre de tener la nevera en perfecto estado de revista no es un reflejo emancipador. De quien te estás liberando es de tu ex, no del decoro.
No quemes sus fotos. Si lo hicieras, te percatarías de que el único que arde en esa pira eres tú. [Soñabais, ay, con comprar una masía en el Empordà para adecuarla como resort. Habría un pajar en el que tú editarías libros que sólo rendirían pérdidas. Ella cuidaría de los huéspedes con su habitual ingenio para hacer del mundo un lugar más amable, y una vez al año darías una cena amenizada por un cantautor (el primero sería Caetano Veloso; de hecho, la idea surgió tras ver su escena de Hable con ella).]
Que te llamara 'cari' siempre fue una osadía, de acuerdo, pero no se lo hagas pagar a la que venga detrás.
No te fustigues por haber abandonado el reciclaje: es la prueba de que tenías atributos veraces.
Abandonar el reciclaje no supone abandonarse a sí mismo. De vez en cuando, vacía el contenedor de la Nespresso. No te alarmes si, al visitarla, te tientas el bolsillo en busca de las llaves.
Renueva el cepillo de dientes con la misma asiduidad con que ella solía hacerlo.
Celebra cuantas cenas sean necesarias: son un pretexto fabuloso para comprar utensilios de cocina cuya existencia jamás habrías imaginado.
Utilizar a tus hijas como cebo para cazar jóvenes impresionables es bastante peor que hacer cola en Luz de Gas. Deja una copia de las llaves en el bar.
No andes gritando por ahí que (ya) no ves la tele.
Arriesga tu vida de vez en cuando. Sobre todo, e indefectiblemente, por amor.



Jot Down Magazine, 21 de julio de 2015

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