jueves, 14 de noviembre de 2013

Canal 9 y la ley de Mahoma

La carta publicada por Iolanda Mármol, corresponsal de Canal 9 en Madrid, tras el anuncio de cierre de la cadena es, sin duda, la mejor razón para cerrarla. Ya en sus inicios, cuando el resto de las televisiones autonómicas aún se hallaban tocadas por el halo de inocencia que otorga lo virginal, Canal 9 se mostró más concernida por contentar las pulsiones del bajo vientre que por el mandato de promoción de lo vernáculo. Con el programa Tómbola, que inició sus emisiones en 1997, la cadena valenciana se hizo un hueco en el hall of fame del mamarrachismo televisivo. La verdadera telebasura, no obstante, consistía en la vistosidad con que se daba jabón al presidente de turno. En eso, ciertamente, Canal 9 fue un dechado de transparencia, ahora que esa cláusula se ha puesto tan de moda. No en vano, ni siquiera se puede hablar de servidumbre política, puesto que a efectos prácticos (y fácticos) Canal 9 siempre fue el poder mismo, la primera consejería del Consell.

La gran marca de la casa, no obstante, no fue el horrísono sigilo con que sus noticiarios tramitaban cualquier asunto que salpicara a los populares, sino su furibundo anticatalanismo, en respuesta al no menos furibundo pancatalanismo de TV3. Es fama que la gota malaya de los Països Catalans contribuyó decisivamente a modelar una identidad, la valenciana, hasta entonces carente de aristas. Al nacionalismo catalán, siempre sensible a la preservación de las minorías, le cabe el mérito de haber fundado el valencianismo moderno. Contra sí mismo, sí, nadie es perfecto; ni siquiera los valencianos. "Valencianos", sí, digo bien. Porque, paradójicamente, los activistas que desde Cataluña más han destacado en la defensa de la entelequia Països Catalans no han sido sino valencianos. Gentes como Vicent Sanchis, Vicent Partal, Isabel-Clara Simó o Alfons López-Tena.

Volviendo a Mármol y su denuncia (a toro pasado) de que le exigieron que de Zaplana sólo saliera su perfil bueno, o de que le prohibieron dar la noticia del cheque-bebé de Zapatero, o la obligaron a cantar las excelencias de Terra Mítica… Tan sólo una cosa: Iolanda, cielo, ya lo sabíamos. Y otra más: el periodista que se deja manipular es, cuando menos, copartícipe de la manipulación. Lo que debe concluirse, en fin, de esa lista mourinho con que te abres las carnes no es que los políticos compren, que va de suá, sino que tú te dejaste comprar.



Libertad Digital, 6 de noviembre de 2013

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