martes, 30 de julio de 2013

¡A la mierda!

Los catalanes llevamos retozando en la pura mierda desde tiempos inmemoriales, no ya porque de vez en cuando nos envíen a ella, que también, sino sobre todo por nuestra natural inclinación a refocilarnos en la pestilencia, en lo que constituye un hecho netamente diferencial. Sepan que estamos habituados a cagar dudas, de suerte que al que mucho titubea cagadubtes llamamos; que la figura más celebrada del pesebre es, cómo no, el caganer; y que los críos, por Nochebuena, golpean el tronco que ha de cagar sus regalos mientras cantan "¡caga tió, caga tió!".

Es probable que nuestra propensión al zurullo se deba a la tradición menestral, que, a diferencia de la hidalguía mesetaria, no conoce el remilgo más que para la recusación de árbitros, ya se trate del difunto Guruceta o el presidente pepero del TC. Sea como sea, el improperio marca España del tal Gafo quedó muy lejos de la plusmarca establecida en 1959 por don Luis de Galinsoga, a la sazón director de La Vanguardia, quien, luego de una misa en catalán, expelió su célebre "todos los catalanes son una mierda", con el que lograría 18 renglones en la Wiki. Bien es cierto que Gafo no se dejó por el camino un solo catalán, o al menos eso cabe interpretar de ese "los catalanes", que tanto incluye a la monja Forcades como a Jorge Fernández Díaz, pero no lo hizo a la manera ostentórea del gran Galinsoga, que calzó la frase sobre un hercúleo "todos", y que a saber adónde habría llegado si en lugar de decir "son" llega a decir "sois", que es lo que yo habría dicho. Por lo demás, y siendo como soy un sufridor-en-casa del hedor ambiental, el hecho de que a los catalanes nos cubran de mierda en año impar me parece, sobre todo, una molesta redundancia.

(Lo de Twitter, por cierto, empieza a ser preocupante. Por la tontuna que acompaña al zarandeo habitual, sí, mas también por la sensación de que, en lo tocante a la vida pública, hay dos dimensiones: una cejijunta y terrenal, en que no dimite ni Cristo, y Twitter, en que cualquier forofo da un respingo y, como sucede con los concursantes del programa de Arturo Valls, una trampilla se abre bajo sus pies y aquí paz y después... mierda).


Libertad Digital, 24 de julio de 2013

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