En lo más alto del anecdotario permanecen esculpidas las palabras del Negro Enrique: «Con el pase que te di, Dieguito, como para haberla fallado”. También Valdano apuró su ‘parte de los ángeles’: «Maradona metió la pelota en la portería, cierto, pero yo la recogí. Algún mérito debe de tener eso, ¿no?».
Valdano, en efecto, rescató el balón de la portería con el partido encarrilado. Cuando le preguntaron por qué dejó al descubierto una humildad sospechosa, como lo es, en general, la literatura: “Me pareció indecoroso echarme encima de Maradona. El gol que marcó era tan sumamente individual, tan suyo, que pensé que abrazarle estaba de más, que era una forma de restarle protagonismo; así que no se me ocurrió otra cosa que ir para la puerta y recoger la pelota. Eso fue todo”.
Un muchacho del Barça marcó un gol parecido veintiún años después y Maradona volvió a cuadrar el universo: «Cuando haga eso mismo en los cuartos de un Mundial en lugar de hacerlo contra el Getafe, me lo comparan ¿ok? Hay algo más: mi gol fue útil y el suyo no, y eso también cuenta». Siempre me pregunté hasta qué punto la locución de Víctor Hugo Morales, casi un microrrelato, fue decisiva para asentar la leyenda. Hasta que se me ocurrió ver el vídeo con la locución atribulada, melancólica, airada del perdedor. Y si no es el mismo gol se le parece bastante.
The Objective, 24 de junio de 2020
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