martes, 7 de abril de 2020

España anovillada

Sabía de Cruz Novillo por su logotipo de El Mundo y mi propensión a recordar exotismos. Un planeta dividido en secciones. Por decirlo sin ambages: de Cruz Novillo lo ignoraba casi todo, máxime teniendo en cuenta hasta qué punto la memoria visual de cualquier español es, en tantos recovecos, una reminiscencia de su obra. Hoy, gracias al extraordinario documental de Andrea Gutiérrez Bermejo y Miguel Larraya (Filmin), sé que también le debemos los emblemas de Correos, Renfe, Repsol, PSOE, la primigenia Antena 3, Cadena Cope o la Policía Nacional, un encargo, este último, que remató reemplazando los uniformes marrones que vestían los agentes a principios de los ochenta, más propios de una dictadura bananera (¡maderos!), por ese azul inobjetablemente europeo que siguen luciendo. No es exagerado afirmar que Cruz Novillo dotó a la democracia de identidad corporativa, máxime en el plano institucional, donde, de su mano, el yugo y las flechas dieron paso a una semiótica aseada, más acorde con el país moderno, cuasi milagroso, en que España parecía convertirse. El hombre que diseñó España, se titula el ¿biopic?, al que Andrea y Miguel, pareja, han consagrado cuatro años de intermitencias. Dos españoles, en efecto, cuando lo habitual es que detrás del apostolado de cualquier insólito nacional haya un académico oxoniense. Mantuve con ellos, dechado de amabilidad, una conversación confinada; me interesaba saber cómo habían llegado a Novillo, qué les había conducido a celebrar su figura con esa película, originalísima por cuanto, además, comprende el making-of de su propio cartel. “Todo empezó por eso, por sus carteles”, me dice Andrea. La cartelería, claro: Peppermint Frappé, La escopeta nacional, Cría cuervos, Ana y los lobos, Mamá cumple 100 años, Deprisa deprisa, Historias del Kronen, Barrio, Los lunes al sol… Acaso el principal mérito de Querejeta haya sido confiarle a este gigante el póster de sus producciones. Se trata, por lo demás, del único diseñador que se ha ocupado de la bandera de una comunidad autónoma. Fue la de Madrid, la última en serlo, y lo hizo al alimón con Santiago Amón. Para ello, como cuenta en EQDE Joaquín Leguina, Novillo se inspiró en el grana-carmesí del estandarte de Castilla y las estrellas de la osa menor (“el claro cielo de Madrid”, López de Hoyos dixit), siete fulgores que los ultras de la época tildaron de vietnamitas. Una enseña doblemente roja, ay. Creerán mis coetáneos que les hablo de Novillo como una vieja gloria. Ayer, conforme al vaciado universal que ha conllevado el estado de alarma, limpió su logo de El Mundo, ese por el que tuve noticia de él hace ya 30 años. Un planeta al que estos días sólo le quedan secciones. ¿Que diseñó? Tal es la única tacha de un trabajo imprescindible.

The Objective, 7 de abril de 2020

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