No hay una división radical entre países ricos y países pobres, un nosotros y un ellos, sino cuatro niveles de ingresos, correspondientes a 1 dólar al día, 4, 16, y más de 63 dólares al día, y el 75% de la población se halla agrupada en los niveles medios. El ser humano es un animal dramático, dotado de un instinto que nos lleva a dividir el mundo entre buenos y malos, héroes y villanos, ricos y pobres. La verdad, no obstante, es que tal partición es ficticia. En los últimos 20 años, el porcentaje de población que vive en condiciones de pobreza extrema se ha visto reducido del 29 al 9%. En 1800 era del 85%. Otros indicadores de progreso que han experimentado una drástica variación son el de la esperanza de vida, que ha pasado de 58 años en 1969 a 72 en 2019; el de emisión de partículas de humo: 38 kg de partículas de SO2 por persona en 1970, 14 en 2010; el de países que permiten la gasolina con plomo: 193 en 1990, 3 en 2017; y el de vertidos de petróleo: 636.000 toneladas en 1980, 6.000 en 2016. Aún más revelador es el número de guitarras per cápita (la base de datos de comercio internacional de Naciones Unidas permite efectuar extrapolaciones de este tipo): en 1962 había 200 por cada millón de personas; en 2014, 11.000. Ninguna mejora gradual suele ser noticia.
Actualmente hay en el mundo 2.000 millones de niños de edades comprendidas entre 0 y 15 años. En 2100 la cifra será idéntica, pese a que nuestro instinto de linealidad nos diga lo contrario. Pensemos en un niño que, al nacer, mida 49 cm (Rosling* se vale aquí de las medidas de su propio nieto), y que crece 18 cm durante los primeros seis meses de vida. En razón de la línea recta que, de manera instintiva, proyectamos hacia el futuro, ese niño debería medir 4 metros al cumplir 10 años. ¿Imposible, no? Pues bien, con el cálculo predictivo de la población mundial cometemos un error parecido, ya que el número de niños ha dejado de crecer por efecto del progreso general de la humanidad. Hoy en día las nuevas generaciones son más numerosas, sí, pero ese patrón se quebrará a partir de 2060, en que cada generación de 2.000 millones de personas será reemplazada por otra generación de 2.000 millones de personas.
En los últimos 100 años, el número de muertes provocadas por desastres naturales ha disminuido a menos de la mitad. Ello no se debe a que la naturaleza haya cambiado, sino a que la mayoría de las personas ya no viven en el nivel 1 (y a que los desastres en este nivel matan a menos personas). Mientras que en la década de los treinta del siglo pasado el número de muertes por millón de personas debido a catástrofes naturales fue de 453, en el período 2010-2016 fue de 10.
En cuanto a las muertes en guerras por millón de personas, las 2.013 de 1942 se han convertido en 12 en 2016.
Las muertes por terrorismo es uno de los escasos apartados en que cabe hablar de retroceso. Entre 2007 y 2016, murieron en atentado 159.000 personas en todo el mundo: tres veces más que el número de asesinados durante los diez años anteriores. Bien es verdad que la mayor parte de ese incremento se produjo en cinco países: Irak, Afganistán, Nigeria, Pakistán y Siria. Y que desde 2001 ningún terrorista ha logrado matar a un solo individuo secuestrando un avión de una aerolínea comercial.
En el mundo hay aproximadamente 7.000 millones de personas. El código PIN del mundo, según la ingeniosa analogía de Rosling, es 1-1-1-4: 1.000 millones viven en América, 1.000 en Europa, 1.000 en África y 4.000 en Asia. A finales de siglo, la ONU prevé que el reparto sea de 1-1-4-5. Hacia 2040, el 60% de los consumidores del nivel 4 (más de 63 dólares al día) vivirán fuera de Occidente.
El 80% de los niños de 1 año han sido vacunados contra alguna enfermedad. Detengámonos en las implicaciones de esta afirmación. Las vacunas viajan en contenedores refrigerados a puertos de todo el mundo, donde son cargadas en camiones frigoríficos que las transportan a clínicas locales. Esta vía de distribución recibe el nombre de cadena de frío, y para que funcione se precisa una infraestructura básica de transporte, electricidad, educación y asistencia sanitaria. La misma infraestructura que se precisa para poner en marcha una fábrica.
Durante los últimos 60 años, prácticamente todos los países africanos situados al sur del Sáhara pasaron de ser colonias a convertirse en Estados independientes. En dicho periodo, esos países ampliaron sus infraestructuras educativas, eléctricas, hidráulicas y de saneamiento a la misma velocidad que lo habían hecho los países europeos. Y cada uno de los cincuenta países subsaharianos redujo su mortalidad infantil más rápidamente de lo que Suecia lo había hecho jamás. La esperanza de vida en Túnez, Argelia, Marruecos, Libia y Egipto es superior a la media mundial. Sí, en países como Uganda, Kenia o Tanzania no sólo hay semáforos; además, la vía pública no está sembrada de cadáveres.
Hay, obviamente, preocupaciones razonables. Cinco, concretamente: la posibilidad de que surja un nuevo tipo de gripe, las burbujas financieras, el cambio climático, la persistencia de núcleos de pobreza extrema y el riesgo de una tercera guerra mundial.
Tomaremos postre.
*Todos los datos pertencen al libro Factulness. Diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo. Y por qué las cosas están mejor de lo que piensas, de Hans Rosling (con Ola Rosling y Anna Rosling Rönnlund). Deusto; Barcelona, 2018.
The Objective, 23 de agosto de 2019
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