viernes 2 de mayo de 1986, más de 25.000 colchoneros arroparon al Atlético de Madrid en el Gerland de Lyon, en la final de la Recopa que les enfrentaba al Dínamo de Kiev. Los soviéticos sólo eran once, pero qué once. Aquél era el Dínamo de los Demianenko, Belánov, Zavárov, Rats y Blokhin, la escuadra eléctrica que tanto inspiró a Sacchi en el diseño de su Milan. El técnico kievita, el mítico Lovanovski, que un mes después dirigiría a la URSS en México 86 (el Dínamo ‘era’ la URSS), había bautizado su sistema con el nombre de “universalidad”, y entre sus dogmas se contaban los automatismos en el frente de ataque, la presión de la salida del rival y los laterales ofensivos. Cuenta Quique Setién, centrocampista de aquel Atleti, que el jueves, después de entrenar en el escenario del partido, Luis Aragonés y tres o cuatro jugadores se quedaron en la grada a ver las evoluciones de sus adversarios. El Sabio no tardó en arrepentirse. Tras ser testigo de aquel derroche de talento, vigor y destreza, les dijo a sus pupilos: “No comentéis con el resto lo que acabamos de ver”. Veinticuatro horas después, el mejor Dínamo de la historia les hizo trizas. Nada de qué sorprenderse, máxime a la vista del informe que había elaborado días antes su ojeador habitual, Jesús Martínez Jayo. Hablamos de un mundo sin maldinis, scoutings ni internet. Pero qué mundo. El sábado 26 de abril, y después de tres escalas, Jayo aterrizaba en el aeropuerto de Kiev, y al día siguiente asistía el Dínamo-Spartak, que finalizó con victoria local. Salió del estadio preocupado, pues hacía tiempo que no veía un despliegue semejante. Lo que no supo hasta hallarse en Lyon fue que la noche de su llegada a Kiev había habido una fuga radioactiva en la central nuclear de Chernóbil, a tan sólo 160 kilómetros de la capital. Treinta y dos años después, el espía atlético evocaba así su peripecia: “En el hotel [de Lyon], cuando llegó el equipo desde Madrid, el médico me miró y me dijo que a simple vista todo estaba bien. Yo no sentía nada raro, pero al volver a Madrid me hicieron unas pruebas por si me había afectado la radioactividad. Era peligroso. Era contagioso [sic] y nosotros convivíamos en un vestuario. Afortunadamente todo salió bien. Después de perder hubiera sido un segundo disgusto. Nunca vi otro equipo como ese”.
Jayo no fue el único español al que la catástrofe pilló in situ. El viernes 25 había llegado a Ucrania un equipo de TVE encabezado por Mari Carmen Izquierdo, la primera presentadora de deportes que hubo en España, para grabar unas imágenes del entrenamiento sabatino del Dínamo. El delegado que tenía que recogerlos jamás apareció. El sábado por la tarde, mientras trataban de averiguar el porqué del desistimiento (insólito en la URSS), supieron que las autoridades soviéticas habían enviado un télex a Madrid en que ordenaban cancelar la expedición. A deshora, claro. De las declaraciones de Izquierdo al ABC de la época no queda claro si lograron registrar la sesión. Sea como sea, el domingo los despertaron de madrugada y los conminaron a adelantar la salida del país. “Incluso nos fueron a buscar a la habitación”, recordaba Izquierdo. “Tampoco nos llevaron al aeropuerto en el microbús previsto, sino en coche oficial. Nos metieron los últimos en el avión y fuimos los primeros en bajar en Moscú, e inmediatamente volvimos a embarcar.”
Cinco días después de que el Dínamo se hiciera con la Recopa, el Barça perdía la final de la Copa de Europa contra el Steaua de Bucarest. Era la primera vez que los dos títulos iban a parar a sendos equipos del bloque del Este. Doblete comunista en el año de Chernóbil. Un bel morire.
The Objective, 21 de junio de 2019
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