“Ups, has fet una falta, papa, a veure si et fan fora de wpp!”. [Ups, has
hecho una falta, papa, a ver si te echan de wpp.] La ironía de Lola aludía a
una uve errónea que se me había colado en la frase anterior. Me sonreí. No es
habitual que una hija, máxime en los inescrutables, siniestros 17, se tome la
molestia de modelar un pensamiento en sus tratos con el padre, ya no digamos si
son telemáticos. Ni que éste, al que sólo de vez en cuando se le arrojan unas
migajas de conversación, merezca un humorismo, con su entrañable prurito de
sofisticación. (Luego llega el cara a cara, esos conmovedores, por adustos, ‘Es
que no te enteras’, ‘Y ahora qué quieres’ o ‘De cena qué hay’.)
La posibilidad de que una suerte de Don Cicuta, en fin, decretara mi
expulsión de wpp por haber infringido la ortografía, me llevó a fantasear con
una red de carácter punitivo, que penalizara la molicie de quienes se pretenden
inmunes a la diéresis, se ahorran el interrogante de apertura o, aún peor,
añaden catorce interrogantes de cierre, eh, eh, eh… Como un recalcitrante
vicioso, en efecto, deben de verme mis interlocutores, menores o no, cuando
rehago mis pasos para escribir de nuevo una palabra, no vaya a quedar mi
expediente emborronado o mi imagen se vea (aún más) maltrecha.
Desoyendo los consejos de CEAC, academia a distancia, rehusé aprender a
tocar la guitarra para ser el centro de la reunión, por lo que no me queda otra
que explotar la veta gramatical. No es una condición vergonzante; cuando menos,
desde que Fernando Sánchez Dragó afirmara que él todo lo escribe con esmero,
también las cartas a su sucursal bancaria (otra clase de perversión, sin duda,
aunque prefiero no asomarme a ese abismo). Pero cuidado. Entre que un wpp tenga
cierto lustre (o incluso, hum, sea sexy) o parezca escrito desde el monasterio
de Silos hay una línea finísima. (Mas ya llegará el cara a cara.)
Sea como sea, al menos con mi prole cabía la coartada educativa: gracias a
esta querencia, me decía, leen algo normativo al cabo del día, y quién sabe si
de ese modo se acaban acostumbrando a traducir sus ideas a un lenguaje
inteligible. Pero no, el ininteligible soy yo, que me sigo resistiendo al LOL y
al sol que se deshace en llanto para reír, ‘jajajajajaja…’, a mandíbula
batiente.
The Objective, 27 de febrero de 2019
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