En el colosal Música celestial, de cuya publicación se cumplen estos días 5 años, Manuel Trallero se abre de capa con un desmentido:
Sólo una hemorragia de imaginación puede hacernos creer que se trata del Madoff catalán. Se parecen como un huevo a una castaña. No hay ingeniería financiera ni mucho menos, ni rastro de glamour, sólo caspa y moscas. La gomina marbellí o levantina se sustituye por los condones a cargo del Palau o por llevarse el papel higiénico de los establecimientos colindantes. Eran unos hijos de la miseria.
El método Millet, en efecto, no guardaba semejanza con los sofisticados manejos del banquero neoyorquino; antes bien, hundía sus raíces en la rancia confusión entre familia, institución y nación, en un sentido patrimonialista de la existencia que se remontaba al tío abuelo de Fèlix Millet i Tusell, Lluís Millet i Pagès, quien, siendo director del Palau, fijó su vivienda en un altillo del edificio, justo encima del escenario. Sin duda, el hecho de que el sobrino nieto se tuviera por el dueño de la finca aligeró de sutilezas el desfalco. El nacionalismo catalán jamás perdonará a Millet que se llevara el dinero en bolsas de basura.
Ningún subordinado en el Palau mostró reparo alguno. Entre otras razones porque, como documenta Trallero, cualquier administrativo medio se plantaba en 4.000 euros mensuales, y los sobresueldos, regalos y propinas estaban a la orden del día. Sólo en ese aspecto el saqueo fue piramidal.
La generosidad de Millet también operó de puertas afuera. El próximo 8 de marzo, día en que comienzan a declarar Millet y Montull en el juicio del caso Palau, tal vez se conozcan más detalles al respecto. No está prevista ninguna manifestación a las puertas del juzgado.
The Objective, 1 de marzo de 2017
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