A menos que el PSOE se eche en brazos de Podemos y lo que no es Podemos, la mascarada en que lleva instalada la política española desde el 20-D desembocará en unas nuevas elecciones. Las encuestas coinciden en que la formación de gobierno seguirá pasando por un pacto entre dos o más fuerzas, por lo que la campaña electoral (que en verdad dio comienzo el 21 de diciembre) exigirá de los partidos que, además de divulgar las líneas maestras de sus programas, digan cómo van a administrar los votos. Con la particularidad de que esta vez no podrán valerse de la retórica con la impunidad con que han venido haciéndolo. Así, Albert Rivera, que en otoño solía contestar a la pregunta de si C's llegaría a un acuerdo con el PP con sortilegios de pizarrín y linimento, tipo "Salimos a ganar" o "Imposible es sólo una opinión", habrá de madurar una respuesta concreta y, sobre todo, acorde con el lugar en el mundo que ocupa su partido.
En el contrato que C's proponga al electorado con vistas al 26-J deberá constar, por ejemplo, si C's participará en un gobierno bipartito o tripartito, como parece dictar el más elemental sentido de la realidad, o bien reeditará el mantra "No entraremos en ningún gobierno que no presidamos", formulación políticamente correcta del viejo lema "O César o nada". Asimismo, y ante la posibilidad de que Mariano Rajoy repita como candidato del PP, C's tendrá que aclarar si mantiene el veto ad hominem al presidente en funciones, asunto del que no se habló durante la pasada campaña y que, a rebufo de las noticias sobre presuntos casos de corrupción, ha devenido en crucial, al punto de impedir la negociación entre PSOE, PP y C's (si bien el PSOE excluyó de las conversaciones a todo el PP, no únicamente a Rajoy).
Cabe la posibilidad, no obstante, de que el núcleo de estrategas que diseña las campañas de C's siga produciendo proclamas como la que difundió ayer mismo en Twitter, en que llamaba "rajao"... a Rajoy. Y que, en lugar de disculparse, el vicesecretario general del partido aparezca ante los medios para legitimar un estilo que, aunque con algo menos de vistosidad, también denota corrupción: la del principio fundacional de ennoblecer la política. En tal caso, no va a hacer falta que C's aclare nada, pues ya estará todo meridianamente claro.
Libertad Digital, 19 de abril de 2016
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