martes, 5 de mayo de 2015

Tú, mucho partido pero

El abandono de la dirección de Podemos por parte de Juan Carlos Monedero pone punto final a una trayectoria que, en cierto modo, ha tenido mucho de aventura, por no decir de romería. El eximio catedrático deja tras de sí una montonera de consignas pacoibañescas, canturreos magufos y postureos martini; ah, y un amaño contable para escapar al fisco que, al cabo, ha supuesto un lastre demasiado pesado para su proyección pública. No hace un año, Podemos concurrió a las elecciones europeas como quien acude a una cita menor, sin bajar del autocar y con candidatos de quita y pon, bien entendido que Estrasburgo era una mera estación de paso hacia la toma del cielo. Hoy es un partido amenazado por la naturaleza de su discurso (no defiende ideas, sino ideales), que sufre como pocos el roce con la realidad.

Hay un paralelismo entre la dimisión de Monedero y la dimisión de Guerra, en 1991, que parece ir más allá de lo literario. Al igual que Guerra en su tiempo, Monedero simboliza el anclaje al ideario, del mismo modo, por cierto, que Felipe y Pablo (¡incluso en la designación por los apellidos y los nombres, respectivamente, se acentúan los parentescos!) representan el posibilismo. El guerrismo y el felipismo de unos es el tronismo y el galeanismo de los otros. Sí, por el camino se han perdido matices, como atestigua cualquier comparación imaginable entre Victoria Prego y Jesús Cintora. No acaban ahí las semejanzas. Como hizo el PSOE, Podemos ha terminado por moderar sus postulados hasta lo anímicamente admisible para sus militantes, y, para amantes de la estadística, también los podemitas han flirteado con la beautiful people, como hicieron los socialistas a partir de 1986. No, no me refiero al hecho de que Monedero mojara el roscón donde Lomana, sino a que Iglesias le regalara los oídos a Su Majestad, en esa burda postal a lo my generation que tanto habrá conmovido a la Reina Happiness (como bien dijo Losantos, "¡A él, que es un rey, vas tú a enseñarle nada de tronos!").

La diferencia entre el PSOE y Podemos, y que confirma el carácter ilusorio de los podemitas, es que el PSOE quemó todas esas etapas mientras gobernaba. O, por decirlo más precisamente: fue su estatus de partido de gobierno el que determinó su herrumbre. A Podemos no le ha hecho falta. Sigue en Estrasburgo, pero ya colgado de la brocha.



Libertad Digital, 30 de abril de 2015

No hay comentarios:

Publicar un comentario